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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

López Vázquez es agarrado

26 de mayo de 2024

Me resisto a dejar del todo la visita de Milei. Estoy con ello como José Luis López Vázquez en el final de ¡Vivan los novios!, cuando encabeza la comitiva de un entierro y ve que por el cielo, al borde de la playa, se aleja en parapente o ala delta la sueca. López Vázquez, como es natural, se va detrás de ella, poseso perdido; entonces, unos señores de riguroso luto le agarran para devolverlo a la comitiva, para integrarlo en un todo luctuoso que es también destino. Inmovilizado, reducido, él extiende aún los brazos hacia lo que está perdiendo y observa con desesperación cómo la rubia se aleja por el cielo. Hay en él, en ese instante, una terribilitá miguelangelesca, pero una terribilitá españolizada, más triste, más nuestra, más de Semana Santa, que López Vázquez lleva a lo civil, a la cara de un señor con traje.

Es una imagen que me gusta. Es del Berlanga de 1970, aunque en realidad ¿no es obra de López Vázquez, de su gesto, de su cara, de sus ojos, de su genialidad o, como diría Ylenia, de su genialidad máxima? Porque en 1972, meses después, llegará La Cabina, de Antonio Mercero, y allí vuelve a dejar una escena y unas imágenes de terror español cuando queda encerrado en la cabina, con las manos pegadas al cristal y un mudo espanto en los ojos. Se percibe la soledad y el encierro, todo en plena calle y a plena luz del día.

Esas sensaciones lopezvazqueñas no han dejado de producirse. No acabaron en los 70. Esa sensación subsiste…

La imagen de López Vázquez inmovilizado por los enlutados me recuerda a un meme que circula por Internet en el que un señor oriental, diputado de algún parlamento, es sujetado entre mucha gente, casi sepultado entre cuerpos, justo cuando coge el micrófono para decir algo, algo seguro inconveniente que quiere decir a toda costa. Sobre esta imagen, un genio anónimo puso la leyenda «would», «lo haría» o «me la/lo haría», porque el meme se aplica a una situación sexual, normalmente la imagen sexualizable de una persona no del todo deseable según los cánones. Viene a ser una confesión un poco escandalosa. Un gran p’alante.

Pero esta inmovilización, que en realidad se produjo al político japonés Shinichi Yokoyama, no tiene nada que ver con la de José Luis López Vázquez porque no tiene su expresión terrorífica ni asoma del todo en los demás (quizás no lo sabemos advertir) esa otra expresión de cierto regocijo, de «no te vas a salir con la tuya», «tú te jodes como los demás». López Vázquez, genio imperecedero, actor de cine mudo, lo dice todo. Es agarrado y reintegrado al río humano español, curso arácnido, mientras la sueca alada (¿la idea? ¿la belleza?… ¡no puedo decir ya «la libertad»!) se pierde en los cielos…

Han pasado casi 500 palabras y yo no les he hablado de las dos o tres cosas de Milei que, en mi humilde opinión, no deberíamos pasar por alto. Creo que lo dejaré para otra ocasión. No puedo abusar más por esta semana de su paciencia y generosidad.

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