Los impuestos son para sanidad, educación, catalanes y vascos. Esa es la España que construye la izquierda. Su federalismo. ¡Claro que hay clases! A un lado, esos señoritos subvencionados cuyos crímenes quedan impunes y al otro, el resto de españoles. Los que ahora vamos a gastar ochocientos euros por cabeza en pagar la deuda que han creado esos sinvergüenzas. Sus embajadas por el mundo, sus urnas de pacotilla, sus políticas lingüísticas, gobiernos en el exilio, el robo de los Pujol ¡que, además, serán indultados!, esa TV3 de tropecientos canales con más de dos mil trabajadores desde los que nos insultan a diario y donde trabaja la mujer de Puigdemont en un programa que no ve ni el tato cobrando seis mil del ala por ocho horas al mes… todo eso lo pagaremos nosotros. Los vascos no pondrán un duro, como siempre.
En el nacionalismo también hay clases. Están los listos y luego los merluzos valencianos de Compromís, que pidieron arreglar lo de la infra financiación sin que Sánchez les hiciera ni caso, o los gallegos del BNG, que se conforman con la eliminación de un par de peajes. ¡Aprendices!
¿La lección? Gana el tramposo. El delincuente. A los que respetamos la ley se nos está quedando cara de idiotas. Vamos a tener que crear un PNV en cada Comunidad Autónoma y vendernos caro. Los partidos nacionales han demostrado ser inútiles para eso.
Miguel Rellán, a quien respeto como actor y no como persona, —hay que separar al artista de su obra—, lo dice bien claro: «Entre que gobierne Vox y el PP o amnistía, lo siento: amnistía». Eso, hasta el extremo, ya sabemos adonde conduce. Entre PP y Vox o un golpe, lo siento: golpe. Entre PP y Vox o una dictadura, lo siento. Entre PP y Vox o mandarlos al gulag: gulag. El argumento es alucinante: para que no gobierne la derecha, pacto con la derecha supremacista vasca y catalana. Estupendo.
Mientras tanto, vivo gobernado por el fascismo. En Valencia. Y todo transcurre con normalidad. Demasiada normalidad. Estamos tratando de pagar los pufos que nos dejó la izquierda y el nacionalismo. Y no vamos tan mal. Nos acaban de bajar los impuestos. Adelantamos a Cataluña en inversión extranjera, cada vez hay más turistas… Que continúen así los bárbaros del norte, pienso a veces. Si el rival se equivoca no le distraigas. Que vuelva Puigdemont. Que se peguen otro tiro en el pie. Que sigan espantando empresas. Que gobiernen los Jordis. Que Boyé, condenado por terrorismo, acusado de blanqueo para el narco, lleve justicia. Y Ada vivienda, claro que sí. Que se hundan de una puñetera vez. Que votemos en toda España para mandarlos al carajo. Pero luego recapacito. Recuerdo a la buena gente que todavía queda allí. Todo lo que pasó aquellos días. ¡Cuesta no ceder a la tentación! Todavía quedan días de subasta. Un líder, un partido y unos votantes que no tienen moral nos están humillando a todos. Toda esa tropa, la banda la llamaba Albert Ribera, ha olido la debilidad y va a aprovecharlo. Arriba parias de la tierra. En pie, famélica legión. Paguemos juntos el chantaje del facha de Puigdemont.