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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Marine 2022

9 de mayo de 2017
Y es que lo conseguido ha sido histórico. Para empezar, ha habido partido; no ha sucedido como con su padre, cuyo éxito fue pasar a la segunda vuelta, sabiendo que en ella iba a ser barrido incluso a manos del corrupto Chirac.
 
Desde aquel éxito -que lo fue-, el problema del Frente Nacional ha venido siendo que, teniendo una fuerte base social que le aseguraba un suelo electoral bastante alto, se mostraba incapaz de abrirse paso entre el electorado ajeno. Primera opción para casi uno de cada cinco franceses, no era segunda opción para nadie; y eso, en un sistema como el francés, resultaba algo letal.
 
Es decir; que suscitaba un alto grado de adhesión pero uno aún más alto de rechazo. Eso garantizaba la imposibilidad de que el partido accediese al gobierno.
 
Para saltar esa barrera, Marine comenzó un proceso de “desdiabolización” desde que accedió a la presidencia del Frente Nacional que está dando sus frutos, pese a la masiva propaganda de todos los medios franceses, internacionales y a la enemiga de las finanzas y la clase política. 
 
Y ha cubierto su objetivo con creces; en esta segunda vuelta ha duplicado el apoyo alcanzado en la primera. Aunque según costumbre, la oposición incondicional procedente de todos los ámbitos ha sido masiva, desde los periódicos hasta las universidades –que han llegado a enviar correos a sus alumnos aconsejándoles el voto a Macron-, eso ya no parece suficiente.
 
El discurso del republicanismo contra el Frente Nacional cada vez convence menos y empieza a sonar gastado. No hay muestra más rotunda de esa normalización del FN y de su creciente aceptación que el que las encuestas reflejen con fidelidad la intención de voto de los franceses: se ha perdido el miedo, una señal que es la antesala de la victoria. La gente expresa públicamente, sin complejos su apoyo a Le Pen.
 
Además, la alta abstención del 25% (lo es, según estándares franceses) también incide en lo mismo. Una abstención a la que hay que sumar ese llamativo 12% de votos en blanco o nulos. Es un fuerte indicio de que el alarmismo contra el Frente Nacional se debilita a ojos vista, de que el discurso apocalíptico contra Le Pen está perdiendo efectividad.
 
Le Pen recoge un voto de desencanto, pero también de esperanza, por más que los medios se empeñen en ocultarlo, proyectando una imagen hosca y desabrida del partido soberanista. Su oportunidad va a ser real. Ya no es una anécdota o una molestia; tiene verdaderas posibilidades en las elecciones que tendrán lugar en junio, y que pueden conformar un panorama político insufrible para el presidente de la república. El parlamento que salga de los comicios va a ser muy difícil de manejar. La primera certeza de estas elecciones es que, en Francia sí, la vieja política ha muerto.
 
La respuesta a lo acontecido ayer domingo muestra la inteligencia política de Marine Le Pen: sin duda había previsto el resultado. Sabía que no iba a vencer, y que la de este domingo era una etapa más –importante- de una larga carrera. Por eso ha anunciado, tratando los resultados con el desdén de quien espanta una mosca, la creación de una fuerza que supere al Frente Nacional y que agrupe a todos los patriotas y perdedores del proceso de globalización. Pero tendrá que ir más allá.
 
La elección presidencial que ha tenido lugar en Francia, presenta muchas semejanzas con lo acontecido recientemente en Estados Unidos y en Gran Bretaña, con la victoria de Trump y con el Brexit. Marine es la candidata del pueblo llano, es el partido del francés de pie, el del campo y las pequeñas ciudades; tampoco Trump venció en ninguna de las ciudades con más de un millón de habitantes, y el Brexit fue rechazado en Londres; del mismo modo, en Marine alienta la rebelión contra la globalización en defensa de la propia identidad.
 
Esa es su fuerza y su debilidad. Su fuerza, porque la defensa de la identidad es un arma poderosa, sin duda, capaz de convocar a las fuerzas vivas de la nación; su debilidad, porque no es casualidad que el Frente Nacional pierda vigor en las grandes ciudades; es decir, allá donde ya no queda identidad que defender.  
 
Pero el desafío es, justamente, ese. En Marine Le Pen convergen jóvenes y obreros, sectores sociales donde el Frente Nacional es ya la fuerza política mayoritaria. Y en los últimos meses ha aumentado sustancialmente los apoyos entre las mujeres, tradicional flanco débil del partido. 
 
La tarea pendiente es, pues, recabar los suficientes apoyos entre las amplias clases medias urbanas. La situación exige una revisión del discurso, que deberá plantear en otros términos. La vuelta al franco y la salida de la UE, expresadas con esa rotundidad, atemorizan a buena parte del francés medio, un tipo social lejos del heroísmo napoleónico. Ella misma se dio cuenta durante la campaña y trató de aminorar su radicalidad, pero resultó ser demasiado tarde.  
 
En el terreno argumental, puede que ganase su debate con Macron, Pero este venció en lo que más importa; consiguió que el discurso de Le Pen asustase a buena parte de la clase media, sobre todo urbana. Con el 5% del voto en París no se puede presidir Francia.   
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