«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Matarile, rile, ron, chimpón

23 de junio de 2023

También recuerdo de la casa de mi abuela del Puerto las llaves inmensas. Eran llaves supongo que decimonónicas, aunque convocaban un eco sefardí. Luego, hemos visto el proceso del progresivo adelgazamiento de las llaves, cada vez más pequeñas, hasta las ultraplanas con boquetitos, que encima son de mayor seguridad. Y ya funcionan como llaves o la huella dactilar o el iris del ojo. El tamaño no importa.

En política pasa igual. Importa la seguridad, no las dimensiones de las llaves. Quieren colarnos por la puerta de atrás nuevos conceptos constitucionales. Obsérvese cómo la política posmoderna consiste fundamentalmente en cambiarle los nombres a las cosas y crear nuevas categorías, ya sean de género, de nacionalidades o, como es el caso, de práctica política. Por eso, los poetas y escritores, guardianes del idioma, tienen una misión especial que cumplir ante este desbarajuste semántico, que tienen tantas consecuencias prácticas después. «Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas», como pedía Juan Ramón Jiménez.

Véase en las negociaciones. En el PP se han sacado de la manga algo llamado «mayoría casi absoluta», o «mayoría suficiente», que daría los mismos derechos a gobernar sin pactos, salvo que tiene que haber un tonto útil que ponga de gratis sus votos. El concepto de «lista más votada», que en un sistema parlamentario no tiene sustancia, se maneja, no ya con la geometría variable de los acuerdos, sino con la demagogia variante de que vale acá y allá no, según. 

Todo esto se está viendo especialmente claro en Extremadura, donde la lista menos votada del PP amenaza con una repetición electoral a quienes no compren los neo modos de la neo política. Como ha visto muy bien Irene González, las exigencias del PP también son líquidas: «Entonces [Guardiola] marcó cuatro líneas rojas por las que no pactaría nunca con Vox por «cuestiones éticas»: ideología de género, aborto, LGTBI e inmigración. Ya saben que quien no cree en valores verdaderos cualquier panfleto le sirve como moral. No planteó un acuerdo para exigir un tren, ni infraestructuras del agua, ni industriales, ni reformas educativas en la región más empobrecida por el socialismo».

Hay que volver a la realidad, esto es, a los números, quiero decir, a los conceptos claros, o sea, a las llaves. Y ¿dónde están las llaves? El PNV lo ha tenido claro siempre y ¡cuánto ha sacado a los españoles por entrega del PSOE y del PP a cambio de su pequeña llave decisiva! Minúscula en número de escaños y más micro aún en número proporcional de votantes. Pero si la mayoría era «casi absoluta», mejor para el PNV, más sacaba. No lo pongo como ejemplo de rebañar beneficios particulares, pero sí de forzar cerraduras cerriles en defensa y representación de tus votantes, sus principios y creencias.

Vox, en las negociaciones, tiene sólo que canturrear el «matarile, rile, ron chimpón» de dónde están las llaves. En Extremadura lo están tatareando. Si luego, en la hipotética repetición electoral, baja un poco o sube –que no se sabe– en el concreto número de escaños, importa menos que las llaves, que, según todas las encuestas, seguirá teniendo. Y más cuando tus votantes te han votado y te votarán a posta para que no cambies tus principios y para que abras cerrazones, digo, cerraduras.

Obsérvese que en las generales las encuestas también dan una pequeña bajada a los escaños de Vox, pero que en todas sigue siendo decisivo para desalojar al PSOE. Ya veremos si las encuestas aciertan o no –que ya nos conocemos–, pero, incluso aunque por las coyunturas de estas elecciones, se cumpliese ese mínimo descenso, no importaría. Sería como pasar de las llaves enormes de la casa de mi abuela a la de seguridad que ahora mismo llevo en mi bolsillo.

María Guardiola le está haciendo a Vox dos favores superpuestos. Está escenificando el posible conflicto («Regaladme vuestros votos para lo del aborto y eso») que plantearía Feijoo en poco más de un mes. La respuesta de Vox ahora va a tener validez para entonces. Las falacias semánticas de mayorías casi absolutas y suficientes van a llegar a agosto completamente derretidas. Y, en segundo lugar, fortalece el voto consciente a Vox, que exige una negociación digna con los principios por delante. Tal y como se está aguantando el órdago a Guardiola, se está ganando o evitando el órdago futuro de Feijoo. Matarile, rile, ron, chimpón.

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