«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Menuda inventada

2 de julio de 2025

Voy a escribir un artículo muy básico. Y tal vez, además, innecesario. Me propongo demostrar la corrupción intelectual y ética del PSOE en su conjunto. Muchos de mis lectores dirán que para este viaje sobran las alforjas, y que eso ya lo saben ellos sin seis o siete párrafos míos. Por supuesto, pueden pasar a leer a otros. En esta casa no faltan los columnistas de primera con la pluma original.

Sin embargo, yo creo que merece la pena dar con una prueba palpable de lo que uno piensa, no vaya a ser que parezca que nos mueven los prejuicios. La actividad delictiva de miembros del PSOE ya ha llevado a Santos Cerdán —secretario de Organización hasta hace un mes no más— a la cárcel. No es el primero ni será el último. También el Tribunal Superior de Extremadura ha desarmado la trampa (fraude de ley) que había supuesto el aforamiento de Gallardo. Mientras tanto, los socialistas aún en libertad (digamos) reniegan de sus compañeros al ritmo que van cayendo. ¿No prueba esto que el PSOE no se solidariza con los mangantes?

No. Hay una demostración incontrovertible de la mala fe del PSOE actual. Su apoyo sin fisuras al plan de Sánchez de amordazar los mecanismos, las instituciones y las unidades operativas que han llevado a sus compañeros corruptos a la cárcel. Dicen que quien la hizo la pague, muy implacables y justicieros. Ya, ya, pero, al mismo tiempo, están neutralizando a los que hicieron que los corruptos pagasen. Quieren acabar con la independencia judicial y maniatar a la UCO. Para que todo dependa de ellos mismos, que negaron hasta hace unos días cualquier credibilidad a las investigaciones de la UCO y a las actuaciones judiciales. «¡Menuda inventada!», las descalificaba el presidente.

Cualquier ciudadano con un mínimo de memoria es consciente de que hace nada defendían —con manos en el fuego por Ábalos y por Santos Cerdán y con aplausos en el Parlamento y con rasgamientos de vestiduras— que los suyos eran víctimas de una torticera persecución orquestada por la extrema derecha, por los panfletos periodísticos y por los jueces más carpetovetónicos.

Obsérvese ahora cómo en ninguna de sus declaraciones consternadas y compungidas, jamás de los jamases piden perdón a los jueces vilipendiados, a las unidades policiales insultadas y, desde luego que no, a los digitales que fueron los pioneros en denunciar la corrupción. No hay una prueba más clara de la falta de sinceridad de sus arrepentimientos. Insultarlos, lo hicieron ellos. Parece que se les ha olvidado o que lo quieren tapar con una indignación muy sobreactuada, pero hueca.

Los socialistas no hacen —tampoco Sumar ni ERC ni Junts— lo que sí conllevaría una verdadera compunción. Paralizar de inmediato todos los intentos legales de controlar las piezas clave del sistema de control. Lo único honrado sería afirmar: «Nos equivocamos al pensar que no necesitábamos más control que nuestro autocontrol izquierdista y moralmente superior. Estos casos evidencian que las molestas actuaciones de investigación son imprescindibles. Así que, con efectos inmediatos, paralizamos todos los intentos de alterar el sistema español. Y, todavía más, revertiremos las intromisiones que otros gobiernos, tanto de izquierdas como del PP, orquestaron para someter al Poder Judicial y a la Fiscalía».

Sin ese doble movimiento de disculpas a los ofendidos y rearme de los mecanismos de control, todo es pura pantomima, gesticulación, demagogia y trampantojo. Son como ese pájaro de la Pampa que retratan los versos del Martin Fierro y cuya táctica le gustaba extrapolar a Ortega y Gasset: «Pero hacen como los teros / para esconder sus niditos: / en un lao pegan los gritos / y en otro tienen los güevos».

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