«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Biografía

Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Murcia es nuestro Vietnam

16 de junio de 2023

En principio, yo quería titular este artículo con una metáfora menos militarizada, pero he sucumbido a la tentación del impacto (con perdón). Mi primera idea era hacer una metáfora ajedrecista, esto es, una metáfora sobre una metáfora de la guerra, que ya mete más distancia. Quería decir que «El escaque es Murcia», que como título es peor, aunque signifique lo mismo.

Como las grandes potencias decidían tener sus enfrentamientos en zonas alejadas de sus centros vitales y así USA y la URSS decidieron zurrarse en Vietnam, el PP ha escogido Murcia para medir las fuerzas de Vox. O dicho en ajedrez: Murcia es sólo un escaque del tablero de los pactos entre el PP y Vox, pero en él se han concentrado todas las fuerzas de las piezas, para ver quién lo gana, desequilibrando al contrario.

Ya hemos explicado aquí que los acuerdos entre Vox y el PP no son un asunto menor, sino de supervivencia para ambos partidos. El PP tiene que mantener un cerco moral y utilitarista sobre Vox, para evitar que mucho voto conservador que aún tiene y que es más cercano en lo ideológico a los de Abascal al final apueste al verde. Y también para atraer el voto por su banda izquierda. Vox, viceversa: si pacta, facilita el trasvase del voto conservador y, por su otra banda, consolida el voto de los trabajadores, que necesitan ver que el esfuerzo de votar les merece la pena con políticas concretas. Todos se juegan mucho. Necesitan medirse. Esto es, ver hasta dónde son capaces o de excluir al otro a pesar de la aritmética o de exigir respeto a sus votantes a pesar de las presiones mediáticas.

Y aquí entra en juego Murcia. Es el escenario perfecto, si se piensa. Ni un estratega del Pentágono habría hecho mejor control de daños. 1) Estamos ante una región uniprovincial, tan esquinadita como Vietnam. 2) Está saneada económicamente, con lo que puede costearse la frivolidad de estarse sin gobierno o incluso de convocar nuevas elecciones. 3) No padece nacionalismos ni presiones expansionistas del nacionalismo. En Valencia y Baleares, la cuestión es demasiado seria para jugar a los pulsos. 4) Tampoco hay riesgos en Murcia de ninguna recuperación sorpresiva de la izquierda, como pasa en Valencia, en Baleares, en Aragón y en Extremadura. Si se diese aire a la izquierda, los electorados de ambos partidos no perdonarían una falta de acuerdo. Y 5), en Murcia la repetición de elecciones sería el laboratorio perfecto para ver cómo oscilan los votos entre el PP y Vox.

Transmite una sensación de inmensa frivolidad que el partido de centro no sea capaz de entenderse con el partido de derechas para desplazar a una izquierda en minoría electoral y que ha producido un desgaste inmenso a la economía y a las instituciones de este país. Pero se entiende que se juegan mucho ambos partidos y es lógico que midan sus fuerzas, sus convicciones, sus principios y su determinación. En esta coyuntura la elección de Murcia para medirse parece la más perspicaz. El murciano Saavedra Fajardo la aprobaría.

Aunque tampoco está exenta de riesgos, incluyendo los de una lectura equivocada. No se trataría nunca de si el PP o Vox suben o bajan en unas segundas elecciones, sino si el resultado da una mayoría absoluta, que es el único criterio democrático que permite gobernar en solitario. Perdónenme la obviedad: mientras los votos de Vox sigan siendo necesarios para formar gobierno o legislar, deberíamos estar abocados a la negociación. Esto es, en última instancia, lo que se va a dirimir en la batalla de Murcia o en la partida de Murcia, si ustedes prefieren el ajedrez.

La cuestión tiene una enorme trascendencia, más allá de la hermosa región del sudeste hispánico. Recuérdese que las encuestas pronostican para las generales un ligero descenso de Vox, pero sin que ello le arrebate la condición de llave única de un futuro gobierno de Feijóo, el señor de la cerradura. Dada la actitud de María Guardiola, pensé que en Extremadura estaría el indicador interpretativo de estos pactos; pero Murcia se ha convertido en el ojo de la cerradura y en el ojo del huracán. Habrá que seguir lo que ocurre allí con los dos ojos bien abiertos.

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