Claudio Ranieri declaró, cuando le preguntaron si se repetiría la gesta del Leicester, que iba a ser más fácil que E.T. aterrizara en Picadilly Circus. Prometo que no lo remató con un nonaino, nainoo. Eso no se lo dice a la cara a Lidia Valentín. O a Rafael Nadal. Porque, si algo estamos aprendiendo en estos JJOO es que nada se debe dar por perdido. Nada es imposible. Jamás debes abandonar. Que unas terceras Elecciones serían un desastre para España. Ah, no, perdón, que me disperso. Será por frases…preparaos, que ya llegan las del fútbol: el partido no termina hasta que el árbitro da el pitido final; si la pelota entra, es gol; en el fútbol no hay rival pequeño. Y paro, que el taxista me está ilustrando sobre la inoperancia del falso 9.
En la previa del España-Lituania se mascaba la tragedia. Tomándote el vermú, tus amigos te presentaban un panorama peor que Contador cuando hablaba del infierno de los Dolomitas. Esta fase inicial está dando más quebraderos de cabeza a la expedición española que el AVE a Murcia. Esa cosa voluble en lo sentimental que nos hace inconfundibles a los españoles. Esa montaña rusa. Esa tragicomedia, que igual levantamos una estatua al ídolo que lo ninguneamos a una velocidad tal de descenso que ni el austríaco Felix Baumgartner. “Lo mismo da triunfar que hacer gloria de la derrota”, escribió Valle Inclán. Y todo eso indignadísimos desde el bar, comiendo pistachos bañados en litros de cerveza. “No tolero que me choriceen” gritáis como Carmen Martínez-Bordiú a su ‘nopareja’, ‘el rey de la chatarra’. Como en El Quijote, con el deporte hemos topado. Que si no lo sabéis aún, se da mucho que cuando empieza la competición las estadísticas se van a tomar viento.Las previsiones están para romperlas. Pensabais que el España-Lituania terminaría peor que el pelo de Simeone en Cádiz con el levantazo que soplaba en el Carranza. Y olvidáis que la experiencia de estos muchachos no se la salta un galgo: Mundial, tres Europeos, platas olímpicas… Ay, ya habéis olvidado cómo rugíais, como si fuera la última de Vetusta Morla en el SOS 4.8, tarareando el himno en aquel Mundial. Confesad, pillastres, es por Scariolo. En esa encuesta famosa, nunca lo elegiríais para ir a tomar unas cervezas (preguntaré a Marc Gasol). A ver, tampoco Hugh Grant y Julia Roberts se dirigían la palabra en el rodaje de Notting Hill y mirad qué bonita quedó. Pero, esos dos oros europeos y la plata olímpica son incontestables. Por algo puso en su tumba Jardiel Poncela: “Si queréis los mayores elogios, moríos”. Que os ha faltado tiempo para pedir dimisiones y “que rueden cabezas”. No lo niego, la Selección se estaba pegando un tiro en el pie ella solita. Los chuzos de punta tornaban bombas de hidrógeno ante Nigeria. Esta Selección tenía menos definición que el Ecce Homo. De repente, el correcalles mutó en una sucesión inacabable de triples de Gasol. Y Ricky… ¡Ricky! Definitivamente, fue lo de Ricky Rubio lo que os descolocó del todo. Os pegó el subidón y subisteis el volumen al Let’s Dance de Bowie. Y enloquecisteis celebrando cada canasta más que Andrea Levy en el balcón del PP el día de las Elecciones. Y volvió a vuestro cuerpo el orgullo español y gritasteis cosas Rajoyianas como “¡España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles!”. Pasasteis del odio al amor en lo que dura un tiro libre. En realidad, los de Scariolo simplemente están siguiendo su tradición. Al ralentí (mirad hemerotecas). Como la carrera con la que abrió Bolt su participación en Brasil: mala salida y final espectacular. ¿Qué puñetas estuvo haciendo entre esos 80 metros? Traducido, qué ha estado haciendo España ante Croacia, Brasil y Nigeria.
Ojalá muchos con la mesura de Nadal a la hora de asumir las derrotas y disfrutar los triunfos. No le hables de tristezas, no le hables de rendiciones. Se va de Brasil con un Oro en dobles y “dándolo todo”. Todo un Resistiré a lo Dúo Dinámico (llenando el Sonorama). Muchos no lo entenderéis pero, se puede perder ganando y se puede ganar en la derrota. Y no es otro galimatías a lo Rajoy. Hemos disfrutado de sus 14 torneos Grand Slam; llorado en Wimbledon en la Final ante Federer; junto a Marc López cuando todos pensábamos que se rompería la camisa como Camarón o en aquella otra Final de Australia entre lágrimas prometiendo, “volveré”, a lo MacArthur. Para los que os sentís defraudados pensad que sois afortunados por vivir en la misma época (a veces me pongo rimbombante) que los Gasol, Nadal, Llull, Mireia Belmonte, Bolt. Porque, además, esto no termina aquí. “Vivir es ver volver”, dijo Azorín.