Cuando alguien aborda el tema del aborto lo hace desde posiciones preconcebidas que llevan a conclusiones contradictorias en cuanto trasladamos las respectivas filosofías al plano de la realidad general. Si aplicásemos la lógica pura con todas sus consecuencias, cosa prácticamente imposible, nos daríamos cuenta de que en este tema espinoso influyen más las ideologías, aunque sean incongruentes que el sentido común.
No se puede negar hoy en día, aunque sin llegar a la ciencia moderna, ya el derecho romano lo tenía claro, que el desarrollo del ser humano pasa por una fase intrauterina y una de posterior desarrollo extrauterino, que si no se interrumpe da como resultado un ser humano completo en la madurez. En ningún momento deja de ser un hombre, un ser diferenciado de la madre y el padre, no es un brazo ni una pierna, ¡Qué le vamos a hacer, así es la biología, aunque a algunos les moleste a la hora de querer ordenar el mundo!
¿Por qué el que defiende el aborto libre se empeña en no aceptar este hecho? Muy sencillo porque eso sería tanto como reconocer que se tiene derecho a privar de la vida a otro ser humano cuando nos convenga, y eso conllevaría que tal criterio se extendiese a otros muchos supuestos que para su ideología, al menos al día de hoy, es “tabú”, “políticamente incorrecta”.
Los romanos que no eran hipócritas ni tenían porque ser políticamente correctos, reconocían a la criatura por venir como humana y portadora de derechos: el “nasciturus”, cuando era fruto de unas alianzas familiares, económicas, sociales o políticas, su existencia estaba más allá de la voluntad de sus progenitores, ya que tal nacimiento conllevaba consecuencias para toda la sociedad. Ahora bien, en ningún momento negaban a unos progenitores el derecho a abortar cuando fuera conveniente, ya que también un “paterfamilias” tenía incluso el derecho al infanticidio, se admitía, al igual que la esclavitud, el derecho a disponer de la vida de otro ser humano por conveniencia. Esto hoy en día, nos parecería y es monstruoso, pero lo que no podemos negar es que era consecuente
¿Tenemos derecho o no de disponer de vidas ajenas? Este es el “quid” de la cuestión, todo lo demás es dar vueltas alrededor de la mata.
Si la contestación es que sí se puede disponer de vidas ajenas en determinadas circunstancias, entonces habrá que ver cuáles son, y eso abarcaría estudiar más supuestos que el aborto de seres en desarrollo, se tendrían que contemplar, como permisibles, además de la guerra en general, la eutanasia, las prácticas eugenésicas, por discapacidad, por enfermedades peligrosas, por presentar un individuo perfiles o características criminales, personalidades antisociales, por suponer cargas sociales inasumibles para el funcionamiento y progreso de una comunidad… y tantos otros supuestos, que en este mundo ya se han practicado como sistemas de depuración social con la disculpa de la conveniencia individual o colectiva.
Sí la respuesta por el contrario a la pregunta es que no, habrá que ser consecuentes y prohibir el aborto, en lógica no cabe otra consecuencia.
Si ante las consecuencias de asumir la primera alternativa en toda su extensión, preguntáramos entonces, si la contestación humanitaria y moral es “no”: que no se puede a voluntad disponer de vidas humanas. ¿Por qué no se prohíbe el aborto en nuestras sociedades?
Será porque una parte importante o mayoritaria de nuestra sociedad acepta la eliminación de la vida humana en ese supuesto como lícita. ¿Por qué no se extiende a otros supuestos? Porque a los ciudadanos o votantes de nuestra sociedad no les conviene, “ergo” es la opinión mayoritaria la que decide qué es lícito sin ningún criterio ético ni moral por encima der esa voluntad colectiva.
Esta mentalidad se encuadra dentro de ese movimiento ideal en nuestras sociedades que cree que todo se puede y pretende controlar todos los aspectos del la vida sobre el planeta, desde la biología embrionaria hasta el cambio climático.
Si se concediera el derecho al voto, en este sistema de sufragio universal, a los por nacer, hombres en desarrollo, y asumimos, como no puede ser de otra manera, la máxima absoluta de la biología: que la vida se defiende y lucha por perpetuarse sin límite, siendo la reproducción el instinto básico más fuerte de cualquier especie. Habría que afirmar que de los ciento y pico mil abortos al año en España votarían en contra de su exterminio cien mil al año, y eso en los años que lleva practicándose nos arrojaría millones de votantes, ningún político en ese caso aprobaría una ley que le hiciera perder esos votos…
Parece evidente que si los no nacidos tuvieran derecho de voto, el aborto sería ilegal. Si la ley solo estuviera respaldada por el poder coercitivo del estado sin ningún sustento ajeno al derecho positivo, y este lo determina la opinión pública que condiciona a los legisladores así sería, mandarían los votos. ¡Absurdo no es cierto!