'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Pierde la independencia. Ahora comienza el asunto de «mayores poderes»
Por Mario Conde
19 de septiembre de 2014

En Escocia ha ganado el No. La primera consecuencia es que un país ha quedado divido en dos mitades enfrentadas. Si se tratara de una votación sobre algún aspecto importante de la convivencia ordinaria, esa fragmentación no sería excesivamente preocupante, sino la consecuencia directa del poder de elegir, del poder de votar. Los suizos, por ejemplo, practican con bastante frecuencia ejercicios de democracia directa y votan sobre cuestiones de esa naturaleza, que, sin duda, son importantes, como digo, para el modelo de convivencia, pero que no cuestionan la propia identidad subjetiva del país en el que los votantes deciden sobre cada asunto concreto

Lo complejo del referéndum escocés es que se votaba sobre la esencia de Escocia. Y digo esencia porque la cualidad de “independencia” afecta a la “esencia” del modo de concebir Escocia: o es una parte del Reino Unido o es un Estado independiente.Fácilmente se aprecia que la diferencia es cualitativa. Pues bien, el resultado es tajante: algo mas de la mitad de los escoceses quieren seguir siendo “ingleses”. La otra mitad —algo menos— no quieren para nada ser parte de ese Reino Unido. Ya se que la grandeza de la democracia consiste en saber aceptar los resultados. Por supuesto. Pero entre la grandeza de la democracia y el alma de los pueblos hay un trecho, que no siempre se recorre por los senderos del formalismo político y jurídico. Por eso, muchos escoceses que no quieren ser ingleses —lo digo así para entendernos— van a verse cualitativamente frustrados. Y no es un porcentaje menor sino casi la mitad de Escocia. Y no es decisivo, aunque sí significativo, que Glasgow haya votado mayoritariamente ser independiente.

El primer problema consiste, por tanto, en ver como superan esta división en asunto esencial. Presiento que no será fácil. Y presiento que, por muy civilizado que sea el pueblo escocés, algunas repercusiones tendrá en la vida diaria. Por ejemplo, ¿existirán familias divididas por el sí y el no? ¿Eso se proyectará, por ejemplo, en su vida ordinaria? ¿Y en el mundo empresarial?. En fin, que ahora toca superar en términos de convivencia las consecuencias de una decisión que fragmenta a un país en dos mitades en términos de esencia.

Pero, guste o no, el debate no ha finalizado. Lo digo porque Cameron ha prometido “mayores poderes” para Escocia si no se convertía en independiente. Es claro que en el resultado, la victoria del NO, amén de las amenazas de dejar la libra, abandono de entidades financieras y otras pronunciadas desde el costado unionista, esa promesa de mayores poderes efectuada in extremis puede haber tenido alguna importancia. Yo personalmente creo que bastante, aunque es solo intuición.

En todo caso se van a reclamar esos “mayores poderes” Y aquí viene el asunto, porque nadie los ha concretado, sino que simplemente se ha formulado una propuesta genérica. Llega la hora de la verdad, de concretar esa promesa. ¿Cómo se llevara a efecto? ¿Cual es el procedimiento a seguir? ¿En qué consisten esos mayores poderes? El debate está servido.

Y quiérase o no, analizando la situación de Escocia, conociendo su estatuto jurídico actual, esos mayores poderes o se acercan a una independencia de facto en cuestiones importantes, o generarán frustración en la parte escocesa no inglesa, e, incluso, en trozos de la escocesa-inglesa. Está claro que seguirán sometidos a la disciplina financiera del Banco de Inglaterra, pero ¿gozarán de autonomía para emitir deuda por sí mismos, por ejemplo? ¿Con qué alcance? ¿Qué sucede si Inglaterra convoca referéndum para seguir o salir de la Unión Europea? ¿Les vinculará a los escoceses? En fin el problema está ahí.

Si hubiera ganado el Sí se habría abierto un periodo de tiempo destinado a la concreción de la independencia. Al ganar el NO se abre un periodo hacia la concreción de los “mayores poderes”. Quiérase o no, el problema no ha terminado. Se reconduce por otro sendero de frontera importante pero no decisiva con el anterior. Y es que estas cuestiones identitarias son muy complicadas, porque, ya lo he dicho varias veces, al margen de racionalidades, oportunidades, ventajas e inconvenientes, en el fondo, al menos en parte, subsiste un sentimiento que no se maneja por métodos cartesianos. Por ello, preguntar un país sobre estas cuestiones tiene costes importantes gane quien gane. No es solo un ejercicio de democracia. Es algo que va mas allá y, gane quien gane, afectará a la futura convivencia.

 

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