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La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Pocos metros a la redonda

10 de agosto de 2022

Esta semana iba a escribir otra vez de política, pero esta vez prefiero hacerla. Aunque sea en el limitado ámbito de mi soberanía. Las fronteras las delimitó el poeta Aquilino Duque cuando confesó su propósito: «Luego he tratado de que lo que quería/ para todo el país, para toda la tierra/ fuese al menos posible en unos pocos/ metros a la redonda». Pensémoslo. No vaya a ser que lo que queremos para toda España o para toda la Iglesia no lo sostengamos en aquel trozo de España y de Iglesia (trocito) en el que nuestra vida es vital.

De la puerta para afuera muchas cosas escapan a nuestro control —casi todo—, pero en nuestra casa y en nuestra vida podemos darle la vuelta al mundo como a un calcetín

Si soñamos un país donde se cumpla la palabra dada, podemos empezar a cumplirla nosotros sin incumplir ni una sílaba. Si deseamos la santidad de todos, ya sabemos. O un lugar en que se trabaje en serio y, encima, bien. Donde se cuide a la familia. Donde se paguen salarios dignos. Etc. De la puerta para afuera muchas cosas escapan a nuestro control —casi todo—, pero en nuestra casa y en nuestra vida podemos darle la vuelta al mundo como a un calcetín.

Esta esfera de soberanía se dilata, si cabe, en verano. Lo que la gente llama «tiempo libre» es, en realidad, una hipálage: un tiempo —aunque venga muy tasado— en el que los libres somos nosotros, y el tiempo nuestro siervo. Podemos organizarnos más o menos como nos dé la gana. Con mucha gracia lo hizo notar Luis Rosales: «Sólo la gente en vacaciones cumple su obligación a todas horas». 

Durante el año laboral, tenemos mucho menos margen (aunque tenemos margen, eh, no nos hagamos los mártires ni los esclavos precipitadamente). Pero ahora, en verano, lo que no tenemos es excusa. Disponemos de un inmenso campo de acción (o de un mar de acción, si ustedes prefieren la playa) para poner en práctica todo aquello que queremos para todos.

Lo que la gente llama «tiempo libre» es, en realidad, una hipálage: un tiempo —aunque venga muy tasado— en el que los libres somos nosotros, y el tiempo nuestro siervo

Literalmente, en tantísimos aspectos; y metafóricamente, en otros también. ¿Metáforas? Uno está contra los okupas y sus abusos de hechos consumados; y una manera de manifestarlo consiste en no permitir que los tópicos posmodernos te okupen la cabeza sin título de propiedad. Que ninguna frase hecha se nos cuele por la ventana si no ha pasado por la puerta de la propiedad. ¿Es una idea propia y, sobre todo, apropiada? ¿Pensamos que sería bueno controlar mejor nuestras fronteras? ¿Y cómo controlamos las fronteras de los libros, las películas y las series que nos entran por los ojos y se instalan en nuestra mente y en nuestras almas?

Literalmente también. Si pensamos que se lee poco, ¿no podemos leer más nosotros, eh? El verano, por eso del mar, tan clásico cuando está calma (tan romántico en la tormenta), es un momento ideal para releer Antígona de Sófocles. Tal y como están las cosas, siempre nos vendrá bien el ejemplo de la princesa que supo poner por delante lo justo por derecho natural y la ley divina a las normas arbitrarias del rey Creonte. Lo que éste prohibió, por cierto, fue enterrar apropiadamente a un muerto, que es algo que ha pasado durante la pandemia con una infinidad de difuntos. Los más preocupados por el futuro pueden leer la Ilíada. Vamos a necesitar heroísmo a raudales en el asedio del otoño.

No lo propongo para ponerles tarea de verano. No se me ocurre una forma mejor de disfrutar de las vacaciones que imponiendo cada cual un señorío en sus pocos metros de dominio a la redonda. Así también evitaremos la queja, que trae descrédito, como advertía Gracián. Y todavía más —y qué curioso, porque de esto, precisamente, pensé escribir mi artículo político inicial— para no estar echándole la culpa de todo a los demás, que es algo en lo que ha entrado en barrena Pedro Sánchez.

Fíjense que ya no es sólo Franco, como se da por descontado. La culpa de que no le vaya bien a Sánchez, pasó luego a ser de Vox, claro. E incluso, aunque parezca mentira y ellos hayan tratado de evitárselo siempre con paños calientes, del PP. Más tarde, de «poderes ocultos» del dinero y del Ibex 25. En las últimas semanas, la culpa ya es directamente del PSOE, que no comunica bien, y de los más íntimos colaboradores de Pedro Sánchez, a los que va defenestrando. Yo veo aquí un vertiginoso descenso, que no le augura nada bueno (a él).

Pongamos manos a la obra y los pies a tierra. Por muy mal que parezca que está el mundo, en mi mundo, como en mi hambre, mando yo. Y usted en el suyo

Pero todo empezó cuando Sánchez se concentró en echar la culpa a los demás. Que no nos pase a nosotros lo mismo ni en su versión más coloquial. Pongamos manos a la obra y los pies a tierra. Por muy mal que parezca que está el mundo, en mi mundo, como en mi hambre, mando yo. Y usted en el suyo, y así sucesivamente. Cuando se empiecen a sumar los pocos metros a la redonda de cada persona de bien, a lo mejor nos llevaremos una grata sorpresa, por fin.

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