«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Biografía

Política ficción y hombres de Estado

3 de junio de 2014

No sería ni mucho menos imposible que el PP recuperase la confianza de su electorado. No hay peor desilusión y fracaso para un político que perder el apoyo de los suyos. Hay que reconocer los errores, haría falta el sacrificio de un gran hombre de Estado, de un Mariano Rajoy que emprendiese una catarsis que afectaría a todo el espectro político nacional presente y futuro de cara a la viabilidad democrática de la nación española, que reconociese que se había equivocado y dejara el puesto a un nuevo líder y un equipo que urgentemente pusiera en marcha en los casi dos años que quedan las reformas que propugnaban en su ideario. Las elecciones en los países serios las deben ganar los partidos y sus programas -al menos eso es lo que debería ser- y no las personas, que son piezas de un sistema, seres accidentales que deben entrar y salir. Deben prevalecer las instituciones, no las personas.

Sería el triunfo de un prohombre a la altura de los grandes estadistas de la historia, alguien que antepusiese los intereses del partido y de la nación a los propios, ¡eso es un gran hombre de Estado!

No, no está todo perdido, pues si se emprendiese una reforma urgente de la ley electoral, se plantease la reforma del montaje territorial de una manera efectiva, se reformasen a fondo las administraciones regionales, municipales y europeas, se bajaran los impuestos en la misma y correlativa medida que se recortara el gasto público y se prescindiese de lo superfluo del aparato político, se procediese a asegurar la independencia de la justicia y ésta se convirtiese en un recurso rápido y eficaz para solventar sinceramente los agravios de la sociedad y no un mecanismo de cobertura o una válvula de seguridad para ciertos intereses, no me cabe la menor duda de que algunos de los grupos que recientemente se han incorporado al juego político colaborarían con entusiasmo. Eso dejaría a los grupos utópicos marginales anti sistema en eso: marginales. Que nadie nos diga que es imposible; difícil sí, pero perfectamente posible.

Una de las primeras lecciones de la historia es que un Estado constituyente -y éste es cualquiera cuando sus rectores están de acuerdo-, puede modificar esquemas sobre la marcha, siempre y cuando no se toque el derecho de propiedad o la conciencia de los ciudadanos. Se requiere voluntad, generosidad y sentido de estado. Un PP ilusionado ganaría probablemente de nuevo las elecciones con la alianza incluso de un PSOE socialdemócrata europeo.

¡Que se sacrifiquen unos para salvar a todos! Es un viejo ideal… Entonces me desperté y pensé que aquel sueño era un oxímoron. ¿Cómo van a abandonar el poder quienes viven de él? 

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