«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Portugal, heróis do mar

12 de julio de 2016

Punto y final a la Eurocopa 2016. Una Eurocopa tachada de mediocre, rácana y con pésimos partidos. ¡Os ha faltado “¡ruiz y mezquina!”, a lo Rajoy. Peculiar espectáculo. Recuerden cuando Guardiola en su presentación aseguraba “el Bayern tiene que jugar bien”. Ya hemos visto el resultado. A veces se nos va la teoría por el sumidero de las prácticas, deformadas, como reflejadas en esos espejos del Callejón del Gato, de Valle Inclán. Visto lo visto,  ya cansa el discurso de, “si no haces un fútbol vistoso ese trofeo pierde todo su valor”. Para los que hemos tenido que ver un San Roque Lepe-Real Murcia o un Coruxo-Real Murcia, en Segunda B, valoramos cada patada al aire en esos campos de tierra. El alma curtida llevamos. ¿Qué es jugar bien? ¿la Francia que vimos anoche? ¿Esa de la que esperábamos tanto? Sólo una cuestión de nostalgia decadente con genios desiguales. El fútbol es así de caprichoso, por eso es tan grande. Recuerden a Otto Rehhagel, “el campeón de Europa más inesperado con la Grecia de 2004 (ante Portugal, por cierto): “Los milagros te tienen que encontrar trabajando”.  Incomprensible la actitud de los franceses. Sin ‘grandeur’. Inoperancia encadenada. No supo ser ese cazador que respira la herida de su presa. Le faltó instinto de verdugo mientras los portugueses adolecían de mordiente y paseaban a golpe de supervivencia. Ni siquiera las expectativas puestas en Pogba salvaban la noche de sordina entre bostezos. Aquella frase de Cruyff antes de la final de Wembley “Salid y divertíos” sonaba preciosa en el vestuario hasta que, sobre el césped, se convierte en algo más complejo que un sudoku en una terracita al sol en Córdoba. En el arranque, Francia parecía superior en un duelo entre la mejor defensa, la portuguesa, contra el mejor ataque, el de una Francia con un Griezmann como gran esperanza. Griezmann volvió a tener su memento mori: “Mi segunda final perdida en un mes, vaya mierda”. Decepcionante la actuación del atlético. Como Homero, “no se puede dejar la felicidad para más tarde”. Antoine vivió su particular  impavidum ferient ruinae de Horacio. Ronaldo saltó al terreno de juego del Saint-Denis el primero, encabezando las tropas del ejército portugués. Enchufadísimo se dirigía a cada grada aplaudiendo a los enfervorecidos hinchas lusos.  Cristiano llegaba a la final sin haber hecho nada del otro mundo pero zanjando especulaciones y callando bocas con dos momentos cumbres: llevando a Portugal a octavos con dos tantos y volando sobre el área galesa rematando de cabeza de forma soberbia al portero galés. What else?

 

 

Franceses y portugueses midiéndose, retándose, hasta que lo que no tenía que pasar irrumpe como en Un día de furia, de tedio puro, como un ingrediente de novela negra. Se produjo el cataclismo, “llamas derrotarán a la luz solar;  un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo; las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sáhara…”, y no sigo, lean El Cataclismo de Damocles, de Gabriel García Márquez. Un Payet a lo Hammett  ‘strong silent man’, (duro y silencioso) produjo en los portugueses una sensación similar a un puñetazo en el estómago. Portugal se iba por el sumidero (otra vez, sí) de las “decepciones históricas”. En sus mentes golpeaba el dilema filosófico de Camus, matarse o qué. Yo no veía mejor escenario para acabar con todo que lanzarnos desde Câmara de Lobos en Madeira  alzando mi copa con un Verdelho. Sucia estrategia, pero efectiva, la de los franceses; acabar con la estrella y el jugador que puede ponerte las cosas de color hormiga. Deschamps como De Niro en Casino: “Hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía”. Las lágrimas de impotencia de Ronaldo entre las risas de los hinchas franceses y antironaldistas mofándose de la lesión…Señores, hay que tener mucho tiempo libre y poseer un notable grado de estupidez para soltar tanta sandez. A manotazos, como a esa polilla que quería su minuto de gloria sobre la estrella lusa, igual que ese saltamontes  en el brazo de James en el Mundial 2014. ¡Às armas, bicharracos!  Resurgen los heróis do mar como supervivientes tras el naufragio conservando intacta su capacidad para agarrarse a la borda con el gol de Éder (héroe nacional). Un disparo encendido, trasteando poderosamente las redes. Para entonces, Ronaldo vivía intensamente ordenando a su equipo por la banda en los minutos finales. Cristiano salió a Saint-Denis como jugador y ganó la Eurocopa como un entrenador.  Pura ambición. Ayer, su energía incontenible, su instinto depredador, recordaba a aquel Xabi Alonso que, enfundado en su traje de chaqueta, no podía resistir en su asiento y saltaba como loco a celebrar con sus compañeros el gol de Gareth Bale que dio la Décima Copa de Europa al Real Madrid. Como Ethan Hawke en Gattaca, “sólo recuerda que fui tan bueno como cualquiera, y mejor que la mayoría”. Futbolistas que confirman la frase evocadora de Florentino Pérez, “hay futbolistas que nacen para jugar en el Real Madrid”. 

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