'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Un programa letal
Por Alejo Vidal-Quadras
17 de febrero de 2016

 

 

Podemos ha presentado a la luz pública su plan de gobierno para los próximos cuatro años y pretende que sirva de base a sus negociaciones con el Partido Socialista de cara a la investidura de Pedro Sánchez. Es un documento muy extenso, de casi un centenar de páginas, que cubre aspectos políticos, sociales y económicos. Los medios han destacado de inmediato dos de sus partes, las propuestas económicas y su proyecto de otorgar el derecho de autodeterminación a las Comunidades donde existe una fuerte implantación de partidos separatistas.

Lo más llamativo de este programa es que tiene como hipótesis de trabajo la ruptura con la realidad. No se trata de articular reformas que corrijan los defectos del sistema institucional y del modelo productivo existentes, sino de hacer trizas los fundamentos del orden en el que vivimos para reemplazarlo por una utopía irrealizable y de coste prohibitivo. Si nos fijamos en su enfoque de la estructura territorial del Estado, Podemos tritura el principio de soberanía nacional indivisible, base de la democracia, porque sin un demos cohesionado no hay nación y sin nación no hay ley ni seguridad ni prosperidad ni solidaridad posibles. Pero, además, pretende cometer este atropello apoyándose en la propia Constitución vigente, lo que representa añadir la burla al escarnio. Los artículos 23 y 92 de nuestra Carta Magna no son aplicables a la convocatoria de un referendo en Cataluña sobre su pertenencia a España, como puede comprobar cualquier ciudadano sin especiales conocimientos de Derecho. Dado que los dirigentes de Podemos no son analfabetos funcionales, la invocación de estos preceptos para vestir una eventual consulta de separación de una Autonomía equivale a la consideración insultante de que la mayoría de los españoles sí lo son. Es tan evidente que el artículo 92 se refiere a referendos en los que es llamado a las urnas el conjunto del pueblo español y no sólo una parte del mismo, que causa rubor intelectual que se hayan atrevido a poner negro sobre blanco semejante dislate. En cuanto al 23, ¿Cómo justificar que hacer pedazos una nación es una forma de participación en sus asuntos públicos? Una nación desaparecida ya no tiene asuntos públicos que atender.

En cuanto a sus recetas económicas, no resisten un somero análisis. Un país con una deuda pública del 100% del PIB en una coyuntura mundial amenazada de una nueva y profunda recesión no puede plantearse incrementar aún más su endeudamiento en diez puntos porcentuales sin precipitarse a la bancarrota. Eso sin mencionar que con un Gobierno de Podemos nadie nos iba a prestar un euro a un interés razonable. El vaciamiento de los bolsillos de la clase media apretándole la tuerca del IRPF acabará con el ahorro, la inversión y el consumo, mientras los muy ricos pondrán su dinero a salvo en otras latitudes. El mito del efecto multiplicador del gasto público está ya tan desprestigiado por la evidencia que recurrir a él a la hora de hacer predicciones cuantitativas resulta ridículo. Los impuestos del patrimonio y de sucesiones son de naturaleza estrictamente confiscatoria, su capacidad recaudatoria es muy baja y sus efectos negativos enormes. A nadie que sepa algo de fiscalidad se le pasa por la cabeza actuar sobre estos tributos más allá de consideraciones puramente informativas para comprobar la consistencia con otros impuestos. Cualquier ilusión a estas alturas de que la Unión Europea permita una relajación del objetivo de déficit de la magnitud de la solicitada por Podemos es completamente vana. Los gobiernos de los Estados contribuyentes netos no están para excesivas bromas tras la amarga experiencia de la crisis global de la que apenas estamos saliendo.

Por consiguiente, se mire por donde se mire, la agenda política y económica de Podemos nos arrastraría sin remisión a la liquidación de España como entidad reconocible y al empobrecimiento galopante. Pero habitamos un país tan desorientado que, incluso ante una panoplia de disparates tan notoria, Pedro Sánchez sigue insistiendo en reunirse con el equipo negociador morado para buscar posibles coincidencias, algo así como si un inspector de policía especializado en homicidios se reuniera con Aníbal Lecter para estudiar métodos de contención de la criminalidad.

Si Podemos no se apea de sus delirios bolivarianos o si el PSOE no se presta a suicidarse, vamos directos a unas nuevas elecciones. Para que su resultado no vuelva a colocarnos en el caos, es imprescindible que el espacio de centro-derecha se reorganice, encuentre el liderazgo adecuado y regrese a su auténtica naturaleza. Y como no hay demasiado tiempo para esta urgente tarea, hay que ponerla en marcha de inmediato.

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