Lo que piensa el socialismo de los españoles —y en especial de los jóvenes— lo resume muy bien la eurodiputada que defendía a Zapatero en Bruselas. Se encaraba a los chavales, plantados frente al mamporrero de Maduro, diciéndoles: yo soy una diputada, ¿y tú quien eres? «Soy el que te paga el sueldo, bonita», —podrían haber respondido—. «Eres una progre ricachona que ha vivido del partido y mis impuestos toda su privilegiada vida. No te conozco ni un trabajo fuera de la política. Cobras diez mil euros al mes y veraneas con la principal acusada del Qatargate, así que bájate esos humos y trátame con respeto, coño. Soy el que no se dejó comprar por tu bono cultural, el que acudió a Valencia cuando ninguno de vosotros hacía nada, el que se ha quedado sin futuro. Estoy condenado al paro o al trabajo precario y no tendré vivienda por tu culpa, petarda».
Lo que el socialismo piensa de los valencianos en particular también es evidente. Sánchez decidió no acudir al funeral por las víctimas de la riada y la incompetencia. Algo impensable si hubiera sucedido en Cataluña o en el País Vasco, por mucho que le echaran a gorrazos. El cobarde se quedó en casita. Mandó a tres ministros de cuarta para disimular. La más conocida, Marisú, debía estar haciendo cuentas de lo que iba a recaudar con el IVA del desastre. Los otros no sabían ni dónde estaban, la gente no les abucheó porque no los conocían. Un día después, Sánchez acudió a los actos por las víctimas del franquismo. Y lo hizo acompañado de tropecientos ministros. Hay víctimas y víctimas. Las de Valencia son de segunda. El presidente le pone una vela diaria a Franco. Pero ya no le basta. En España, los jóvenes de entre 18 y 24 años votan masivamente a VOX. La excepción: allí donde gobierna el nacionalismo o donde el bipartidismo practica políticas nacionalistas; Galicia y Cataluña. Esos lugares desde donde los supremacistas, sobrerepresentados en el congreso, nos gobiernan a todos. Es una de las aritméticas que nos condenan. Nuestra pirámide poblacional es otra. Explica qué le preocupa al poder, a quiénes cuida. Y la consecuencia es el abandono de los jóvenes. En realidad, los que ocupan un cargo se ocupan en primer lugar de mantenerlo, luego de revalidarlo y, sólo en tercer lugar, de llevar a cabo políticas cortoplacistas que puedan rentabilizar en una legislatura. Un drama. Las pensiones son rentables aunque nos arruinen. Ocuparse de los jóvenes no lo es. Sospecho que la izquierda no pedirá más el voto para los menores. El estado fallido, la ineptitud de las instituciones y el dolor que han causado provoca que la gente abandone al bipartidismo. Ya ocurrió hace años pero la izquierda podemita les traicionó; se ocupó de ponerse un sueldazo, comprarse un chalé y hacer políticas estrafalarias que no solucionaban nada. ¿Fachas?, los chavales han escuchado tantas veces esa acusación que han perdido el miedo. Ahora la llevan con orgullo.