En Madrid hay gente pa’ to. Rejones, el Mutua Madrid Open, el Real Madrid jugándose la Liga en el Bernabéu y Plácido Domingo, en el Teatro Real. Tarde de desfibrilador. En la Caja Mágica espectáculo dentro y fuera. La rumana Simona Halep se llevó su segundo Open Madrid consecutivo. Con su 1’68 de estatura, que no tiene nada de especial pero cuando la ves frente a las Sharapova o las Williams te viene a la memoria el diminuto César Rincón frente al toro…
El espectáculo culinario llegaba de la mano de Niki Lauda. El expiloto de Fórmula 1 y su Do&Co logra que algunos pierdan el interés por la pelotita. Los VIP’s caen rendidos y no salen del comedor. Menos mal que no ponen pantallas en el restaurante, la pista estaría desangelada a diario. Ni que volvieran de Supervivientes. Lo del tenis en Madrid es parecido a aquello que escribía David Foster Wallace de Flushing Meadows “que si el precio de los perritos calientes, el chancleteo del público que está sentado arriba, el sabor del helado Häagen-Dazs, el tipo que vigila los tornos, el ruido de los aviones que llega desde JFK…”.
Ningún futbolista fichó el domingo, claro. El viernes, sí. Sergio Ramos, Kovacic, Lucas Vázquez, Modric, Griezmann, Godín… Mirar a Modric, según pasaban los minutos, era un sinvivir; entre calor-humedad pensaba que iba a derretirse. Unos asientos más allá, en los mundos de Morata, Álvaro no paró de hacerse selfies y besar, constantemente, a su novia. La pobre Alice Campello o érase una mujer a unos labios de su novio pegada. El sábado más madridistas, pero de la canasta: Felipe Reyes y un inesperado Sergio ‘Chacho’ Rodríguez, con sus respectivas. Al Chacho le gritaban a su paso “¡quédate!”, “¡vente a Estambul!”. Cristiano Ronaldo, a la vera de Manolo Santana, saludó con un abrazo a Raúl González. “¡Una foto!” “¡una foto!”, clamaban los fans sin parar. Además, Cristina Cifuentes; la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, de caqui, y Albert Rivera, que saluda con ese gesto adquirido mirando a lontananza y como si una brisa de aire le refrescara siempre. La promoción es importante, que se lo digan al actor Stany Coppet que acudió acompañado de su amor Dolores Chaplin. El galo estrena serie en Telecinco, ‘Perdóname, Señor’. Cómo será la serie, ya piden perdón de antemano… Y, ayer, llegó la más perseguida, Paula Echevarría. Con vestido Palm Spring, la ‘influencer’ no paró con el móvil subiendo Stories a Instagram. Antes, con el coreógrafo Poty dio buena cuenta de unos gofres y unas natillas de chocolate.
Nadal no conseguía despegarse de Thiem fácilmente. Pasar del primer set al segundo no fue tan sencillo como Macron subiendo los escalones del Elíseo a pares en su toma de posesión. Eso nos dio la oportunidad de ver a Ronaldo Nazario y enterarnos de su amor por el tenis, “casi cada semana procuro jugar algún partido”. ¡Sapristi! Detrás, Paz Vega estiraba su cuello para poder ver la pista. Cerca, Nieves Álvarez, la ganadora real por España de Eurovisión con ese vestidazo de Ana Locking. Inocencio Arias luciría su clásica pajarita, que la lleva al fútbol ya más por superstición. Para colmo, hasta se la solicitan, “vendrá usted con pajarita”, te explica el diplomático si coincides con él. Otra madridista y asidua al tenis, Nuria González de Fernández Tapias -‘Fefe’-, fue otra de las que recibió pitada el viernes cuando llegaba tarde a su asiento. Ni que no estuviera acostumbrada a palcos. Manuela Carmena, que felicitó a Nadal con cuatro besos, ¡cuatro!, también recibió pitos, pero creo que era por otra cosa…
Fue ganar el manacorí y toda la Caja Mágica en pie como un solo hombre. Me faltaban relojes para cronometrar la duración de las ovaciones que se sucedieron ayer en Madrid entre Nadal, el Real Madrid y Plácido Domingo. Rafael sigue siendo un tenista formidable. En el Bernabéu, con el partido ya empezado, aplaudieron su victoria. La genialidad táctica, sobre el césped, la puso la picardía de Nacho. El fútbol es de listos, que decía Di Stéfano. El partidazo de Kroos o cuando la elegancia es invisibilidad, de Cocteau. La sentencia de Cristiano Ronaldo. Y, la mano certera de Zidane; pero claro, no sabe entrenar, dicen. El Madrid liquidó un partido incómodo a ratos de forma, finalmente, autoritaria. Queda el arreón final, puerta grande o enfermería. Recuerdo a Manuel Alcántara cuando le preguntó a Di Stéfano “¿qué era lo que considera más importante en cualquier equipo?, me dijo, “el vestuario”. Creía mucho en un portero que parara lo parable, en un organizador, en un rematador -mejor si en estos puestos hay dos en vez de uno, decía- pero, sobre todo, creía en el vestuario”.