«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Real Madrid y Barcelona, la victoria o la gloria

18 de abril de 2016

Cuentan que a partir de los ocho mil metros de altitud el cuerpo humano comienza a morir de forma acelerada. Esa fue la sensación que me dejó la imagen de un Piqué arrodillado, exprimido como un limón sobre la hierba y el rostro descompuesto tras fallar el gol in extremis. Como pura poesía para los madridistas, como una narrativa pétrea y rocosa para los barcelonistas. Fue la perfecta representación del morir de éxito, sufriendo una especie de mal de Stendhal, el individuo aplastado por la belleza del que se ve con el triunfo en la mano. El murcielagazo. El Barcelona ya siente el aliento perseguidor y deben empezar de cero, ya sea con conjuras, asados argentinos o un Periscope eurovisivo, pero actuar como en el ajedrez. Ellos solitos se han metido en un combate que tiene mucho de psicológico. Gracias, también, a la prodigiosa actuación de un porterazo, Diego Alves. Fantaseo con los delanteros del Barcelona al término del partido con una camisa de fuerza tras ver rebotar cada chut contra el portero valencianista como si fuera en un frontón. Por cierto, Keylor Navas se relajaba, a la misma hora, viendo el partido de baloncesto en el Barclaycard Center entre Real Madrid y Joventut, es lo que tiene haber hecho bien y puntualmente los deberes.  Este final de Liga es lo más bonito que nos podía pasar. Una lucha de lobos y gallos. Los gallos, esos líderes, hasta ahora, de la tabla que tienen que dar la cara. Y esos lobos, esos tipos aguerridos que atosigan “partido a partido” y los otros con aquello de “no firmo ganar la Champions y no ganar la Liga”. Estamos en ese punto crítico en el que sólo resisten los grandes. Vamos a ponernos estadísticos, que lo de los números siempre anima mucho. De los últimos doce puntos en juego el Barcelona sólo ha conseguido uno. Y recordemos que en la 2013/14 también tuvimos a los tres en liza hasta la penúltima jornada. Para el club catalán esto va a ser peor que escalar el Angliru. Un equipo roto, ido, impotente, con la carencia de la última pedalada si hacemos el símil ciclista. Messi lo intentó pero siguen sin noticias de Neymar, un tipo que vive de la fama que le han creado los gurús del marketing junto a un Luis Suárez casi en el purgatorio de los delanteros. Observo en la mirada de mosqueo del uruguayo que se está conteniendo, va a empezar a arrear mordiscos de aquí a diez minutos. Los tics nerviosos en las manos de Luis Enrique, en las ruedas de prensa postpartido, es esa espera tensa a la recuperación milagrosa de alguno o, simplemente, a que se volaticen sin más. Lo peor de esta derrota para todos será tener que soportar el nuevo estilismo Priscilla, reina del desierto de Dani Alves. ¿Qué necesidad habrá?  

 

Por su parte, el Real Madrid se paseó bajo la lluvia en Getafe y trasladó la tormenta a Barcelona. No sé si el momentazo que está viviendo Zidane es como tener esa flor en el culo que, decían, poseía Miguel Muñoz, no me dio tiempo a apreciarla el otro día cuando se nos quedó en calzoncillos en el campo. Lo que sí tenemos es a un Zidane ambicioso, pero no hipocondríaco; altivo, pero no despótico ni maleducado; prudente, pero también ganador. Sabe que no debe existir la rendición y que debes parecer manso como un cordero y astuto como un zorro. El ciclista LeMond contaba en su biografía,  “una de las lecciones fundamentales que aprendí como corredor joven fue la de cómo ir a rueda en todas las situaciones. Esto me hizo inmediatamente competitivo”. No sé si tanto pero lo que no queremos revivir es eso de caminar sobre una cornisa helada que se puede  agrietar en cualquier momento como a otros. Sólo puede quedar uno, como decían en Los Inmortales. Estamos en los auténticos puntos de la refriega. Zidane, reitero, no sé cómo, ha inoculado emoción, ilusiones, tormentos y seguimos pedaleando. Y tengo que mencionar, otra vez, a Bale. Portentoso. Y eso que sólo ha jugado unos veinte partidos de Liga, si no me equivoco: 16 goles y 10 asistencias, imaginen si las lesiones le hubieran dejado… Visto el panorama, el regreso de Rafael Nadal campeón era inevitable. En realidad, Nadal nunca se ha ido. Como dicen los Vetusta Morla, “cuadrar el círculo de esta obsesión / asumir que rendirse no es una opción”. Por cierto, ¿sabemos algo de Bachelet, qué respira ahora la francesa? Un formidable Nadal mantiene el apetito intacto, con la fe y el sacrificio de siempre.  Nadal sabe que cuando corres el riesgo de dormirte van y te sacuden cosa fina. Como dijo Churchill, “el éxito es la habilidad de ir de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo”. Estoy pensando en lucir de aquí a final de Liga esa camiseta que lleva a veces Raúl, la que muestra uno de los combates, epic battle, entre Joe Frazier y Muhammad Ali. Ya lo decía Nietzsche: Sólo del caos nacen las estrellas. Porque una cosa es la victoria y otra distinta la gloria. 

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