«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Retrasos encadenados

12 de mayo de 2023

He sincronizado los trabajos del día como si fuese un ballet ruso (con perdón). No tiene mérito ninguno, porque sarna con gusto no pica. Pero sí da rabia (mucha) que por culpa de los retrasos de RENFE no vaya a llegar a tiempo. Eso hará que el día se llene de traspiés y cancelaciones. La cascada de incumplimientos que acarrea el descuido en la gestión de las cosas públicas (trenes retrasados, carreteras atascadas, organismos colapsados, ventanillas laberínticas, etc.) tendría que cuantificarse económicamente para que nos diésemos cuenta. Un país no se desliza impunemente por la pendiente de unos servicios públicos cada vez peores.

Además, está el daño moral. Mejor que el remate exitoso de las gestiones en sí, era el pulso moral de intentarlo. Pero ahora va a ser que no. Por el retraso.

Que aprovecho para escribir apresuradamente —por contraste— estas notas. Da rabia ver que nuestros gobernantes están en la viruta ideológica, en la corveta demagógica, en pelearnos a unos contra otros para sacar («nos conviene que haya tensión») rédito electoral, en posar para las fotos y en viajar en Falcon o en helicóptero para evitar retrasos; mientras nosotros estamos atascados en sentido literal y metafórico y de todas las maneras posibles. Mucha Agenda 2030, pero a nosotros no nos dejan cumplir con nuestra agenda… ni con nuestro calendario… ni con nuestro horario

Como estoy pensando en mis alumnos, se me ocurre que lo ideal sería que cada función pública fuese como esas asignaturas que son llave de las siguientes. Esto es, que si no consigues que no haya lista de espera en los hospitales, no te puedas poner a hacer dibujos con la memoria histórica. Si no logras rebajar la deuda pública, no puedes crearte un ministerio de Igualdad con su presupuesto millonario. Sin trenes a la hora para los contribuyentes, prohibido el viajecillo en Falcon para un mitin. Sin crecimiento económico, no se veranea en el Palacio de Las Marismillas. Sin una política de Defensa responsable, no se dan discursos engolados sobre la paz del mundo. Sin una política exterior coherente y consistente, uno se queda en casa sin pasearse por el extranjero de recepción en recepción. Etc.

Escribo esto, que es de puro sentido común, pero lo hago con la vergüenza de que parezca populista. Lo de la mala conciencia es el remate, y no lo puedo evitar. Conste, en mi defensa, que sé que mi propuesta es imposible, y que lo pido más como una actitud interior del político que se precie que como una regla aplicable a rajatabla.

No es mucho pedir y sería maravilloso que la política no se permitiese enredar en el siguiente escalón del intervencionismo ideológico o económico o burocrático hasta no haberse ganado el derecho a hacerlo a base de facilitar la vida al ciudadano medio en lo más básico anterior. Si les parece algo vago como propósito, propongo una concreción: no se puede prometer lo que ya se prometió y no se cumplió. Si ya dijeron, hace veinte años, lo del AVE a Extremadura, el tren es tabú hasta que no se cumpla la primera palabra. Si lo de las viviendas ya se ofreció al cuerpo electoral, chitón hasta que no den las llaves. Un poco de vergüenza torera, y de puntualidad; y luego hablamos.

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