Desde reuniones familiares en Sicilia pasando por bistrós parisinos, estaciones de esquí suizas, bares ovetenses, terrazas en los áticos del skyline neoyorquino, corralas gitanas, redacciones en Uganda y si me apuran hasta en los iglús del Polo Sur. En el mundo no se habla de otra cosa que del desnudo de Scarlett Johansson; encumbrada, hasta esta semana, por el género masculino como mito erótico mundial sólo parangonable a Marilyn Monroe. Pero si la segunda dormía perfumada por unas gotas de Chanel Nº5, Johansson es, tras su desnudo integral, más «coco»- por monstruo de las galletas- que Chanel.
Una palabra pasa de boca en boca: «decepción» y un sentimiento de haber sido estafado se adueña de los que hasta ayer defendían a capa y espada las fantaseadas voluptuosidades de la diva. Madoff, las preferentes o el falso cuerpo de Scarlett… decepciones así pasan pocas veces en la vida. Son muchos los que hoy sufren un déjà vu sólo comparable al: «Los Reyes son los padres». Les han hecho la cusqui. No me sorprendería leer en los próximos meses en titulares de prensa cómo los tribunales estadounidenses se llenan de demandas contra la actriz por disfunciones eréctiles de toda índole. ¿En qué estaba pensando su agente?
Es como si el representante de George Clooney decidiera hacer correr el bulo de la inventada homosexualidad de su cliente o como si la madre de la Pantoja diera pábulo a Mayte Zaldívar y sus bolsas de basura. Hay cosas que no pueden ser.
No se pueden insinuar escotes rubensianos de lechosidad austriaca en la alfombra roja y luego lucir en pantalla como un lenguado en lunes de Cuaresma. Es como envolver regalos de Zara en bolsas de Dior.
No seré yo quien valore sí su poitrine, como diría Josemi Rodríguez Sieiro es lo bastante lleno o si su su derrière, como preferiría Carlos García Calvo, es lo suficientemente respingón y su abdomen es sobradamente terso, pero a bote pronto y sin necesidad de sondear a camioneros y gasolineras de la geografía española le vaticino a Scarlett el ostracismo en cuanto a calendarios y pósters juntó a los casettes de Camela.
Llegados a este punto surgen varias preguntas: ¿El photoshop son los padres? ¿Monica Bellucci es obra del wonderbra? ¿Es Gisele Bündchen una holografía planeada por el Club Bilderberg para distraernos de lo realmente importante?
Mientras analizamos la anatomía de Johansson con la precisión de un médico forense en CSI, pasamos por alto el décimo aniversario nupcial de los Príncipes de Asturias, que no celebrarán con ningún acto oficial, la antiespañolidad de los antitaurinos y hasta la espantá de José Luis Moreno.