Que los políticos exijan coherencia tiene su guasa; si vamos en serio no se salva casi ni uno.
La dinámica de los partidos hace que una cosa sea la ideología, sus postulados e incluso sus programas y otra cosa sean sus hechos en el hoy y ahora. Los que mandan adaptan su política a la conveniencia del momento, los votos a no perder o ganar, y exigen a los demás conmilitones obediencia ciega y a pies juntillas.
¿Qué es más coherente, tragar sapos y demás o decir nones ya que uno se ha compromertio con unas siglas, un ideario y un programa? ¿Quién sobra, el que no obedece al adaptacionismo del jefe al día a día o el dirigente que se carga todo lo esencial del partido? ¿Qué compromiso pesa más, el de obedecer al gerifalte o el de la fidelidad a los principios comprometidos?
Los díscolos del PSC por no obedecer a lo que hoy toca a pesar de ser lo que siempre su partido ha dicho, ¿deben irse? ¿Sí o no?