'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
¿Qué hacer en Siria?
Por Alejo Vidal-Quadras
24 de noviembre de 2015

Tras los terribles sucesos de París el pasado 13 de noviembre los Gobiernos occidentales han iniciado una frenética actividad diplomática y militar para acabar con el Estado Islámico o por lo menos reducir sensiblemente su capacidad operativa a fin de evitar nuevos atentados en suelo europeo. Las reuniones de alto nivel y las preparaciones bélicas se han multiplicado, pero no existe todavía la necesaria unidad de criterio sobre la política de fondo a seguir en el avispero sirio. Básicamente, se plantean dos enfoques distintos cuya lógica y consecuencias a medio y largo plazo son completamente diferentes.

Una escuela de pensamiento, auspiciada por Rusia y a la que por cierto parece adherirse el Gobierno español, considera que hay que apuntalar al dictador Asad e incorporar a Irán a la coalición que combata a las huestes de Abu Bakr al Bagdadi. Otra, en cambio, en la que están Francia, Reino Unido y Estados Unidos, rechaza que Asad pueda ser parte de la solución y propugna, junto con la aniquilación del Estado Islámico, un cambio de régimen en Siria con la desaparición de su actual primer mandatario de la escena. Un examen cuidadoso de ambas opciones y la rápida adopción de una posición común europea resultan claves para una correcta solución del problema.

La prolongación del mandato de Asad después de la liquidación de 300000 sirios por sus tropas no resulta viable porque la población de aquel país no la aceptará. Por otra parte, la continuación de Asad representa la hegemonía iraní en la zona y el reforzamiento de Hezbolá en Líbano, cosas que no van precisamente en la dirección de los intereses de las democracias occidentales. Tampoco se puede olvidar que el mantenimiento de la tiranía alauita alimentaría e intensificaría el flujo de refugiados hacia Europa, con los consiguientes efectos desestabilizadores. El Secretario de Estado norteamericano ha sido explícito al respecto al señalar que la aparición del Estado Islámico, lejos de deberse a la negativa de Estados Unidos y de la Unión Europea a apoyar a Asad, encuentra su causa en la brutal represión sufrida por la primavera árabe en Siria a manos del dictador.

La política inteligente en Siria consiste en atacar implacablemente al Estado Islámico a la vez que se reemplaza a Asad por un Gobierno integrador de fuerzas democráticas de la oposición, hoy emparedadas entre el ejército del autócrata y las hordas del Estado Islámico. Ello requiere prestar sostén financiero y suministrar armamento a la oposición, así como obligar a Irán a retirar sus milicias del teatro del conflicto bajo amenaza de sanciones, mecanismo que ya se ha revelado eficaz a la hora de cerrar el acuerdo nuclear. En cuanto a Rusia, es obvio que se prestaría a una negociación en la que se le podría ofrecer un alivio del castigo que sufre por sus desmanes en Europa Oriental a cambio de dejar caer a Sadam y aflojar su alianza con los ayatolás iraníes.

 

La insostenible situación que vive Oriente Medio proviene de errores garrafales de los Estados Unidos, concretamente la transformación de Irak en un estado fallido abriendo la puerta a Irán para su injerencia en el país y la falta de acción firme cuando Asad empleó armas químicas contra sus propios ciudadanos. Un error no suele arreglar otro error y la entrega de una región estratégica para la seguridad energética y física de Occidente a su enemigo jurado, que es la teocracia iraní, acabaría de descomponer un tablero ya de por sí peligroso y complejo. Pronto veremos si en este asunto vital prevalece la visión en profundidad o se vuelve a caer en la chapuza.

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