El escritor revolucionario Guy Ernest Debord, creador de la obra “La sociedad del espectáculo”, publicada en 1967, decía que “toda la vida de las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, ahora se aleja en una representación”
El “espectáculo” nos rodea, hoy más que nunca, y determina nuestras vidas cotidianas de manera evidente. La imagen está en el centro, a través de las redes sociales o de comunicación trasforma y homogeneíza nuestra visión del mundo de una manera virtual. Lo que hay detrás, lo real, lo palpable, puede o no ser verdadero.
El conflicto en oriente lo estamos viviendo en directo como una película en fases, los videos del Estado Islámico, la foto de niño sirios falseadas en ocasiones, las riadas de personas que vienen a Europa, los atentados de falsa bandera, las fotos en redes sociales de barbaridades de unos y otros.
En occidente es evidente que, como decía Debord, “el espectáculo es la principal producción de la sociedad actual”. Dicha noción incide en tal medida en las relaciones sociales, que tiene como consecuencia la hipertrofia de las mismas, pero una hipertrofia marcada por la irrealidad. Las sociedades post-industriales venden sueños, representaciones de la vida, imágenes del mundo, deseos que han alcanzado tal grado de autonomía que se han constituido como verdaderos “entes”, conformando así un mundo irreal devenido en real.
La vida en comunidad ha dado paso a un individualismo conectado a la sociedad del espectáculo, donde las instituciones naturales del hombre, donde desarrollaba su libertad, son sustituidas por lo virtual.
El drama humano que estamos viendo por imágenes está orientando y trasformando socialmente a occidente, parece un guion. De la verdad, de las autenticas razones del conflicto en Siria se habla poco, de acabar con la guerra en Siria se habla poco, del verdadero trasfondo de las primaveras árabes se habla poco. Todo son imágenes que parece siguen un protocolo marcado, ¿buscamos la verdad o estamos siendo dirigidos como sociedad por el espectáculo interesado?
¿Un mundo invertido?
Para Debord el verdadero mundo invertido, la sociedad del espectáculo es aquello que no se encamina hacia la verdad sino hacia la falsedad. La sociedad hipócrita.
Algunos somos cada vez más conscientes de que el espectáculo nos intenta arrebatar la verdad y la libertad, lo hechos son tozudos y muchas veces el teatro antecede a un final ya prefijado si analizas bien los pasos.
En nuestro propio país tengo la intuición que todo lo relacionado con Cataluña es un espectáculo con papeles repartidos que finalmente concluirá en una reforma constitucional que ceda ante las demandas soberanistas, pero todo dentro de un orden prefijado donde, en detrimento del pueblo español y la nación española, los de siempre sigan con su negocio o poltrona. El espectáculo muchas veces precede a un consenso anterior.
No obstante no todas las variables pueden ser controladas por los promotores del espectáculo, sobre todo cuando hablamos de personas con identidad, porque ante los intentos totalitarios de manipulación del hombre existe una verdad y esa verdad es la que nos hará libres nuevamente. Para Debord «en el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso» y ese momento verdadero puede ser clave en la propia evolución de la humanidad.