El año no es una simple convención del lenguaje puesto que se trata de una realidad solar, dado que es el espacio de tiempo consumido por la tierra en dar una vuelta completa alrededor del sol. En ese circular elíptico, se diferencian cuatro momentos capitales conocidos como los solsticios y los equinoccios, en los que se refleja la “lucha” entre la luz y las tiemblas.
El solsticio de invierno, que es el que acabamos de celebrar, se sitúa según las épocas entre el 22 y el 25 de Diciembre. Se caracteriza porque en esas fechas se producen dos hechos de relevancia: el primero consiste en que disponemos de la mayor cantidad de noche—tiniebla, ausencia de luz— de todo el año. Se produce la gran victoria de la noche. Pero en ese mismo instante la luz se rebela frente a ese dominio y comienza un camino, un sendero cósmico en el que mes a mes, día a día y hora a hora, la luz va ganado terreno, provocando la retirada de la noche. Precisamente por ello es una fecha en la que son muy numerosas las celebraciones a lo largo de todo el planeta. Los cristianos tenemos la Natividad. Pero, como digo, en muchas parte del mundo se celebran festejos en honor de esa rebelión de la luz, como sucede, por ejemplo, en los países nórdicos con la fiesta de Santa Lucía, y en todas estas efemérides subyace la vieja y ancestral idea del Sol Invictus.
En ese recorrido llegamos al equinoccio de primavera, que suele coincidir con los últimos días del mes de Marzo y también, en ocasiones, con la celebración cristiana de la Semana Santa. En ese instante la luz ha conseguido alcanzar idéntica duración que la noche. Y comienza su ascenso estelar hasta el 22 de Junio, solsticio de verano, en donde disponemos en este hemisferio de la mayor cantidad de luz de día. Es el esplendor de la luz y el fracaso de la tiniebla. Pero nuevamente, a partir de ese instante la tiniebla se rebela frente a la Luz y consigue empatar en el equinoccio de otoño, allá por el 23 de Septiembre, y camina triunfal hasta el esplendor del 22 de Diciembre. Y de nuevo el ciclo recomienza. Una y otra vez. En el devenir cósmico. Y en ese ciclo se desarrollan nuestras vidas, y mas exactamente La Vida.
Ha transcurrido un día del nuevo año, precisamente el primero, y teóricamente hemos ganado un espacio de luz. En la dinámica bien/mal, o luz/oscuridad, en ese caminar hacia la luz desde la tiniebla, ¿qué podemos esperar del año 2015? ¿Acaso creemos que reinará la luz desde ahora hasta el solsticio de verano? De no ser así, ¿que sentido tienen todas estas celebraciones? ¿Solo un simbolismo de corte solar/lunar para recordarnos que en esta vida, en nuestra manifestación, los dos principios, el Bien y el Mal, se encuentran no sólo en lucha permanente, sino en constante —e inevitable— alternancia del uno y del otro?
Vamos a ser mas claros: ¿quién o qué representa la luz/bien y qué o quién la tiniebla/oscuridad en nuestro panorama político, social, económico y espiritual? Unos dirán, y no les falta razón, que depende de cada uno, de sus posiciones mentales, emocionales, políticas, de sus intereses, en fin de la orteguiana circunstancia. En todo caso no veo un triunfo claro de la luz en el próximo 2015, al menos de lo que yo considero luz frente a tinieblas. Veo, esto sí, una mejora de la vida económica, un mayor crecimiento, un mejor nivel de actividad, de mayor cantidad de mercado y de mercadeo, de mayores beneficios para la banca y las grandes empresas, de mejoría en ciertas pymes, de tímidos aumentos de salarios, de menor terror frente al desempleo, de algún atisbo de mejor esperanza par los jóvenes….Podría seguir, pero no hace falta. Todo eso lo veo. Y no porque lo diga la propaganda del gobierno, sino porque lo percibo, con independencia de que esos movimientos económicos tardan en llegar,mejor dicho, en traducirse en consecuencias relevantes en la vida de las personas normales y corrientes. No oculto que al tiempo veo incertidumbres de calado en el proyecto europeo y en el mundo financiero internacional, pero esto de momento lo dejo al lado.
Pero, ¿y la calidad de nuestra vida? No me refiero ni a consumir mas ni a ganar algo mas. Me concentro en la calidad de nuestra existencia como seres humanos. ¿Tendremos luz para que los parámetros que convierten a un sociedad en algo verdaderamente humano se instalen entre nosotros? ¿Tendremos luz para recuperar muchos de los valores sacrificados en el altar de un abusivo capitalismo financiero? ¿Tendremos luz para darnos cuenta que de un Sistema que ha producido semejante desastre es un Sistema fracasado y que es urgente pensar en verdaderas alternativas y no en sueños derivados de postulados fracasados con rotundidad en la historia y que causaron terribles genocidios humanos? ¿Tendremos luz para reflexionar sobre la paranoia de predicar la unidad en el plano europeo y, al tiempo, la rebelión secesionista en el plazo nacional? ¿Tendremos luz para darnos cuenta de que no se puede seguir marginado a una sociedad civil que intenta asumir al menos parcialmente su propio destino? ¿Tendremos luz para percatarnos que el modelo de clase política, cerrada, endogámica no tiene posibilidades de futuro salvo caer en una suerte de totalitarismo descarnado? ¿Tendremos luz para percatarnos de que el individuo-en sociedad, pero el individuo, no el número, deben ser los rectores de toda actividad política? ¿Tendremos el valor de querer vivir en una libertad ordenada y no renunciar a ello en los altares de un entreguismo deprimente?¿Tendremos luz para asumir que el modelo de los partidos políticos, que fue importante en otros momentos de nuestra historia, es un instrumento desfasado por la realidad de los tiempos y por la experiencia de su peores realidades? También podría seguir, pero no es necesario, porque también este aspecto de tinieblas lo veo.
Ojalá que en 2015 ese ciclo cósmico se traduzca verdaderamente en un triunfo de la luz. Por eso cuando me preguntaron mi deseo para 2015, al lado de la prioritaria salud, situé la recuperación del hombre, la devolución de la cordura, que pasa por seguir preguntándonos con honestidad quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, y tratar de que nuestra conducta se acomode a las respuestas sinceras. En el fondo todo consiste en tratar de desterrar la ignorancia en la que sitúan al ser humano ciertas doctrinas que le obligan a renunciar a un mínimo sentido de trascendencia
