«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Te puede tocar a ti

26 de enero de 2017

Cuando Pablo Iglesias proponía “cazar fachas y pedía público perdón por no romperles la cara” en un campus universitario de verano en Segovia, sabía perfectamente que su discurso calaría hondo entre la feroz turba que lo sigue y proclama como líder espiritual del comunismo patrio del siglo XXI.

Las imágenes hablan solas, una chica indefensa recibe una brutal paliza de un grupo de cobardes pertenecientes a colectivos organizados de extrema izquierda. Los agresores conocían perfectamente que la chica se encontraba en ese preciso momento en solitario en el pub indicado. Fue una caza programada. La chavala, con una pulsera de España, era presa fácil para la jauría hambrienta que buscaba sangre una vez abierta la veda ideológica. En unos días, los detenidos pasarán al martirologio progre junto a los venerados delincuentes Alfón y Bódalo, ídolos de multitudes leninistas. 

Según los trolls morados, justificadores oficiales de las miserias de extrema izquierda en las RRSS, la chica había organizado y protagonizado con anterioridad tundas y persecuciones a inmigrantes y colectivos LGTB.

Aunque fuera cierto, tomar la justicia por la mano queda muy lejos del ideal de democracia de aquellos que pretenden defender los principios democráticos luchando contra los “nazis” del nuevo milenio. A diferencia de lo que ocurre en los regímenes idolatrados por los agresores de Murcia, en España, con luces y sombras, son los jueces quienes condenan y ordenan la ejecución de las penas a aquellos que son declarados culpables mediante sentencia firme.

No, no es un superhéroe aquel que disfruta pateando y golpeando a una mujer tumbada en el suelo a las puertas de un garito de moda. No, no es un ídolo de masas aquel que se jacta de haber atentado contra una mujer inerme en plena calle. No, no es un justiciero contemporáneo el que amenaza con arremeter contra todos aquellos que denuncian una salvaje agresión. 

Exculpar una brutal paliza a una chica puede desembocar en la justificación del terrible asesinato de Carlos Palomino en el Metro de Madrid a manos de un grupo neonazi en 2007.

Los grupos feministas han guardado silencio cómplice con la agresión. No es la primera vez que esto ocurre, ya sucedió con el ataque a Inma Sequí a manos de tres radicales de izquierdas en Cuenca y la misma postura adoptaron estos colectivos con la paliza que recibieron de un grupo de nacionalistas catalanes dos chicas en un stand de apoyo a la presencia de la Selección Española en Barcelona. 

Justificar la violencia, sea cual sea el extremismo radical del que proceda, es un juego muy peligroso. Un iluminado decidirá que eres una ficha más del tablero y un día te puede tocar a ti.

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