«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Toreo de salón

27 de septiembre de 2023

El discurso de investidura de Alberto Núñez Feijoo estuvo valiente, bien plantado, con hondura institucional, tono sosegado y elegancia. Muchas de sus propuestas (el pacto del agua, embridar a los nacionalismos que no representan más del 5,5% del electorado español, reseparar los poderes, reactivar la economía) son justas y necesarias. Su crítica al estado actual del PSOE y a su deriva personalista y populista se quedó incluso corta. Con los nacionalismos, tras algún guiño autonomista, estuvo contundente. Se le aplaude.

El problema de fondo, sin embargo, ha sido que Núñez Feijoo estaba toreando de salón. Se sabía que era una investidura desnuda, como el traje del emperador del cuento, y eso hacía que la emoción transmitida fuese necesariamente de baja intensidad. Hay que saber torear también de salón y conocer las suertes y Feijoo lo ha hecho muy bien, sabe lo que es un pase de pecho y una buena tanda de naturales. Con la mano izquierda miró al tendido socialista, demostrando una vez sus consabidas querencias socialdemócratas, y con la derecha hizo propuestas serias de salud institucional y nacional. Puso sus banderillas regeneracionistas para alivio de los ex de Ciudadanos. Pero nos queda por ver hasta qué punto está dispuesto a hacer esa misma faena redonda ante el morlaco de la realidad. A veces daba la impresión de que no sería lo mismo.

Pedro Sánchez, maquiavélico de manual, vio clara la situación, y en vez de salir él, corniveleto, negro zaino, burriciego, lo que hubiese dado a la tarde otro trapío y una sensación de peligro, mandó a Puente, que es como mandar a un carretón de torear pequeño. A Feijoo no lo podía desactivar en el campo del debate político ni de la técnica jurídica ni con los méritos de su gestión. Si su única alternativa para las generales era que el PP y Vox se peleasen, como hicieron ejemplarmente Borja Sémper y María Guardiola, y ahora su mejor opción para el debate era incrementar la sensación de farsa de la investidura de Alberto Núñez Feijoo. Sánchez fomentó la imagen del toreo del salón todo cuanto pudo. Se sabe todos los trucos.

Así quedaba en evidencia no sólo que los votos de Feijoo no daban nisumando los de Vox, sino que no ha sido capaz de conseguir ni un voto más. Creo que Núñez Feijoo debería haber hecho algún guiño más a Vox para sugerir la imagen al menos de que sí había conseguido él esos votos. Como no lo hizo, y lanzó incluso otra vez el discurso del voto útil contra los de Abascal, a los que reprochó su existencia, la imagen de líder con dificultades para sumar votos quedó patente. Todo el mundo sabe que los votos de Vox los tiene por el patriotismo de Abascal y nada más.

Por suerte para Feijoo quedaron también en el aire su solvencia y un programa de gobierno que tiene la virtud de unificar anhelos y necesidades de muchísimos españoles. No fue del todo un programa de gobierno, lastrado por la imposibilidad aritmética que pesaba en el ambiente, pero fue más que un discurso de la oposición y mucho más que un mitin electoral. Podría ser un borrador para un entendimiento amplio de españoles de varias sensibilidades. Todo eso depende de la firme voluntad de superar los egoísmos y las ansias partidistas y de enfrentarse, cuando toque y allí donde se pueda (numerosos ayuntamientos y bastantes autonomías) a la realidad verdadera. Eso sí helaría las risitas de Pedro Sánchez.

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