Tucker Carlson deja la Fox y con ello cambia todo. No hay ya en el panorama mediático tradicional de radio, prensa y televisión una sola voz libre. No queda nadie. Ha desaparecido con él la última persona capaz de decir algunas cosas, no todas las cosas, algunas. Las que hay que decir. Por ejemplo, la verdad sobre Ucrania. Y no solo decirlas, sino decirlas cuando toca.
Hablamos de Estados Unidos, por supuesto, el Imperio al que pertenecemos y del que abrevamos. Aquí no hay ni un Tucker ni medio. Cuarenta años de franquismo y cuarenta de consenso han desertizado las cabezas y se ha visto en la exhumación de José Antonio. España es un desierto de ignorancia asfaltado de olvido y sólo se permiten ciertas figuras que hacen de «caganer» en el Belén: el conservador escapista, el carca preconciliar o el exprogre profesional que está siempre dejando la secta sin dejarla del todo y ha descubierto los «peligros» del engendro woke. Estas figuras son la rareza, el complemento, la nota de color y no incordian como sí hacía Tucker Carlson, que ahora tendrá que hacer lo que todo el mundo, se sea un titán o un plumilla insignificante: «montarse algo en Internet». El puto podcast.
Pero en Internet ya no es lo mismo. De los medios tradicionales importaba la jerarquización de la idea, el prestigio y la propia idea de selección. Eran limitadas las voces que entraban en un diario o en un programa de televisión. Internet es una pajarería y todo acaba en una entropía o en la hipnosis babeante de TikTok.
Tucker es el más libre y esto no es un juicio moral. Era el más libre por ser capaz de acercarse a la verdad al hablar de las guerras americanas, del 6 de enero, del complot contra Trump o de los tinglados de las farmacéuticas (lean el discurso de Robert Kennedy en ‘Ideas’). Y lo hacía en la Fox, ya toda para los RINOS, los «republicans in name only», igual que en España todo el «mainstream» queda para el centroderecha del consenso debido y los tonos pastel.
En su último programa, Tucker se despidió hasta el lunes, pero el lunes no volvió. Entre medias, Ocasio Cortez, modelo a seguir por Yolanda Díaz, pidió la censura para él. Nos hemos acostumbrado a cosas así del país de la libertad.
Las ideas políticas de Tucker son sólidas, muy dignas de tener en cuenta, tanto que desde hace años se rumorea su posible entrada en política, pero esas ideas se pueden encontrar en otras personas. Lo que no tiene nadie es, primero, el corpus completo de todas ellas, su articulación y orientación, y la capacidad de acompañarlas con el poder de la verdad, una verdad amplificada, audible, insoslayable. Esa verdad por la que echan, relegan, retiran el saludo o por la que alguien se queda solo… Aunque Tucker no estaba solo, su éxito era abrumador y por eso era especial e insustituible. Desde la derrota electoral de Trump, Tucker Carson ha sido la voz del sentido común cuando todo el mundo lo perdía. Por ello es el periodista más importante del mundo. Que el periodista más importante del mundo «se tenga que montar algo» habla de cómo está el panorama.