«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Un libro, una batalla, un paisaje y un amigo

1 de febrero de 2023

Escribo este artículo desde el siglo XIII. La Universidad de Navarra, mi alma mater, ha tenido a bien volverme a acoger. Voy a hablar de un tema apasionante: Chesterton arquetomasiano y Tomás protochestertónico. Entre la emoción temática y el temor reverencial, cuando me he ido a dar cuenta, me vencía el plazo de entrega de este artículo de La Gaceta y yo con estos siglos (de diferencia).

No tengo ni la menor idea de cuál habrá sido la penúltima barrabasada de Pedro Sánchez o sus ministros ni a quién habrán soltado de la cárcel o dado beneficios penitenciarios. Estaba a punto de sacar la bandera blanca y escribir al periódico avisando de que faltaría, por primera vez desde su fundación, a mi cita con los lectores de La Gaceta. Pero el siglo XIII también es el de los caballeros; y uno no debe rendirse así lo aspen.

Así que he recordado que de las últimas cosas que leí con verdadera fruición antes de partir de viaje (de placer) al siglo gótico fueron la gran reseña de Yesurún Moreno y alguna larga entrevista de Diego Fusaro a raíz de su último libro, El nuevo orden erótico. Elogio del amor y la familia (Viejo Topo, 2023).

El joven pensador italiano ha devenido muy reconfortante. Desde un irredento marxismo y con inamovibles bases hegelianas, si me perdonan el oxímoron, defiende a la familia como resistencia frente al poder disolutivo del capitalismo y de la postmodernidad. El amor que mueve el sol y las estrellas remueve las superestructuras. No hay que renunciar a una política social revolucionaria, pero en lo personal y afectivo se impone el conservadurismo moral.

Esto tiene varias capas superpuestas de interés. 1) La aventura intelectual y personal de Fusaro. 2) El acercamiento entre neoconservadores de la vieja escuela y revolucionarios de la novísima y entre posliberales y pospodemitas. 3) La ufanía de esa veta de panfilismo en la derecha que siempre ha recibido como un subidón de autoestima que un marxista patanegra les dé medio la razón en algo… Nada de esto deja de parecerme aprovechable, y divertido.

Novedoso, en cambio, no es. Santo Tomás de Aquino defendió lo mismo (cuidado con la usura, dijo, mientras nos ofrecía un delicado y firme sistema moral) y Chesterton ya ni digamos. Las conclusiones de Diego Fusaro coinciden en la práctica con las del distributismo de Chesterton casi punto por punto.

Lo cual es un alivio porque leer a Chesterton es una fiesta, mientras que Fusaro no se ha desprendido de la trabajosa jerga idealista. Ni quiere hacerlo. Suelta perlas como ésta: «Hegel, pues, es fundamental en términos de pensamiento dialéctico, que asume los entes en su devenir y sustrae así la realidad a la captación estática del intelecto abstracto que fija las cosas sustrayéndolas a la posibilidad de su devenir». 

Si este discurso le ha derivado en su devenir a defender al amor y a la familia, bienvenido sea. Enhorabuena. Yo le aplaudo las conclusiones, aunque el camino no hace falta que me lo cuente. Además de complicado, le deja, como es lógico, algunos resabios y prejuicios económicos, filosóficos y geopolíticos. 

Aquí sostenemos lo de Chesterton: «Un hombre puede convencerse de su filosofía mucho menos con cuatro libros que con un libro, una batalla, un paisaje y un viejo amigo». Ese viejo amigo, andando el tiempo, puede ser un joven filósofo hegeliano, por supuesto, y libraremos con él la batalla por el amor y por la familia que igual libraríamos solos, pero que preferimos librar en compañía.

¿Quiero decir que para ese viaje a Fusaro no le hacían falta alforjas? Qué va. Es el viaje de Fusaro y de sus compañeros de viaje y está llegando a casa (a la casa del amor fiel y de la familia unida). Maravilloso. Sólo añado que nosotros tenemos que estar muy seguros de lo que ya pensábamos (desde el siglo XIII y más allá) y de por qué lo hacemos, sin pedir prestados argumentos ni evoluciones que, vale, genial, pero que a nosotros no nos hicieron falta.  

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