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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Nuestros vecinos del norte

23 de marzo de 2017

Como es lógico Francia y España han tenido y tienen una larga historia conjunta llena de todo tipo de situaciones. Desde la mitad del siglo XX las relaciones han sido no solo pacíficas sino cada vez más intensas y fructíferas. Esta misma semana, ante el anuncio de la entrega de las armas por parte de ETA, el presidente Rajoy hacia una justa mención a Francia en el protagonismo de la victoria contra el terrorismo.

España ha apoyado recientemente a Francia en su despliegue de tropas en el sahel, somos ambos no solo miembros de la UE sino del euro, de la OTAN, tenemos una intensa y equilibrada relación económica, comercial y turística. Francia, en los últimos dos siglos, ha ido por delante en su desarrollo político, económico y social, en la integración europea; es la quinta economía del mundo y nosotros la decimosegunda, a precios de mercado. Pero en 2017 todo el mundo coincide en que Francia puede ser el problema de la UE, que su situación económica es de estancamiento crónico sin prácticamente incrementos de productividad, que su modelo político y económico tiene que cambiar, desde 2010 crece por debajo de Alemania y en 2016 ya menos que la media de la UE. Francia ha ido perdiendo potencial de crecimiento, como todos los países desarrollados, pero en su caso la falta de reformas estructurales es una constante, un conflicto interno desde la primera presidencia de Mitterand en 1980.

Despues de las intensas huelgas de principios de 1995, con Chirac de presidente y Juppe de primer ministro, los gobiernos han sido muy temerosos. La alternancia del poder entre socialistas y gaullistas no ha producido grandes avances, al revés a finales de los 90 y coincidiendo con el lanzamiento del euro, el gobierno socialista de Jospin aprobó el limite de 35 horas a la semana, que ningún gobierno francés ha sido capaz de remover hasta el actual gobierno también socialista, lo que ha supuesto las derrotas internas de Hollande y Vals como candidatos del partido socialista a las presidenciales de 2017. Esta falta de reformas ha venido acompañada, puede que inducida, con la perdida de protagonismo en la UE frente Alemania. El tan cacareado eje franco-alemán, que dominó la construcción europea hasta hace pocos años, es hoy cosa del pasado. No es ya la construcción europea cosa de dos, sino que esta dominada por una nueva política alemana pro europea pero con “Germany first”.

Las relaciones franco-alemanas impregnan la vida europea desde el último tercio del siglo XIX. Todos recordamos las grandes reticencias de Mitterand a la reunificación alemana (“cayo el muro de Berlin, un muerto: Mitterand”, decía un chiste de la época). No es descabellado deducir que una parte del desencanto europeo de la Francia de hoy tiene que ver con esa perdida de protagonismo. La grandeur de De Gaulle es como muchas cosas del general una acertadisima aproximación al ADN del país vecino. El proyecto euro ha dado a Francia, como a los demás, muchas cosas que no era capaz de conseguir por si misma, aunque sean cosas distintas según los países. Francia tiene hoy una moneda y una financiación estable. Además su margen para cambiar es muy amplio, no solo por el mercado laboral. Francia sigue teniendo un sector energético, de telecomunicaciones e industrial en manos del Estado , con un potencial de privatizaciones y desregulación muy considerable .

De Gaulle que conocía tan bien al paisaje y al paisanaje diseño una V República para la estabilidad. Francia ha sido estable desde los años 60. Primero con presidentes monarcas y desde finales de los 80 con cohabitaciones entre presidentes y gobiernos, para haber llegado a mandatos presidenciales de cinco en vez de ocho años a fin de evitar las cohabitaciones, al hacer coincidir prácticamente las elecciones

presidenciales y las legislativas  2017 parece que va a traer un nuevo cambio: el primer partido puede ser el Frente Nacional, euroescéptico y anti inmigración, aceptado ya normalmente en los debates televisivos con otros candidatos. Las apuestas son que una vez mas perderá en la segunda vuelta, pero con un 25% de posibilidades de llegar finalmente a la presidencia. Otra gran novedad es que no sera un candidato republicano (gaulista), ni socialista quien compita con Marine Le Penen la segunda vuelta,
sino un novel de centro izquierda sin partido. Puede pasar o no esto segundo, pero es casi seguro el paso de Le Pen a la votación definitiva, que podría dejar sin opción a la izquierda al tener que elegir entre Fillon o Marine, si Macron pierde en la primera vuelta.

En el supuesto de que el ganador al final en mayo no pertenezca a los partidos tradicionales la incognita de las elecciones legislativas en junio plantea nuevos escenarios para la V República. No ya una cohabitación izquierda-derecha como ha sucedido varias veces en los últimos años, sino una cohabitación entre antieuropeistas y proeuropeistas, si es Le Pen la presidenta. Los mercados están desde hace semanas inquietos no solo con Francia, pero desde luego con Francia. Una victoria del Frente Nacional introduce tantas incógnitas que la inversión internacional aumentara su actual reticencia con la zona euro salvo Alemania, tanto en renta fija como variable. No será de esperar entoces un apoyo desde un Washington sorprendente y poco pro UE. Ahí estará desde luego el BCE con “what ever it takes” , pero cogiéndole a tras pies en su política de normalización monetaria, anunciada hace tan poco y bien acogida por Alemania.

Para los vecinos del sur, nosotros, las consecuencias no son cómodas. El panorama no garantiza una Francia estable y mucho menos que recupere influencia con el eje franco-alemán, con el que tan bien nos ha ido, que tan bien hemos sabido manejar. Dos grandes países europeos, UK y Francia, están en crisis políticas que afectan a sus modelos económicos. UK ha elegido saltar hacia lo desconocido y a ver que pasa, casi por primera vez en su historia. Francia tiene una posibilidad de cambio y posible éxito: Macron y una cohabitación desde el centro izquierda con el centro derecha con un amplio mandato de reforma. Una sorpresa positiva que influencie a la Alemania de la próxima coalición, grande o pequeña, después de sus elecciones en otoño 2017.

La otra posibilidad Le Pen y una cohabitación con una derecha huérfana abre todas las apuestas probablemente durante meses. También cabe la recuperación de losrepublicanos con Fillon y un gobierno monocolor de derechas, que una elección más promete el cambio económico y social que ni Chirac ni Sarkozy produjeron. Para España, como para otros, está resultando difícil lidiar con la versión exclusivamente alemana de la UE, aunque con el actual panorama francés parece que eso es lo que habrá durante mucho tiempo.

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