'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Vergüenza ¿de quién?
Por Alejo Vidal-Quadras
8 de octubre de 2013

El Papa Francisco ha expresado su indignación ante la tragedia de Lampedusa utilizando una palabra muy dura, vergüenza. La muerte de trescientos hombres, mujeres y niños en el incendio y posterior volcado del barco que transportaba a quinientos emigrantes africanos ha sido una vergüenza, ha exclamado el Vicario de Cristo. La alcaldesa de la isla de destino del cargamento desesperado que ha acabado en el fondo del Mediterráneo ha solicitado ayuda al Gobierno italiano y a la Unión Europea porque está legítimamente harta de que su paradisíaco hogar sea un cementerio en el que ya no caben los cadáveres. El ministro del Interior de Italia ha llamado al Presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, para coordinar las acciones que tanto a nivel nacional como europeo se pueden emprender con el fin de que semejante horror no se vuelva a producir. A lo largo del último cuarto de siglo, 25000 buscadores de una vida mejor en Europa han fallecido ahogados en el Mare Nostrum, sin que esta pérdida de vidas humanas pueda ser atajada. No se puede sino estar de acuerdo con los sentimientos de dolor y repulsa del Sumo Pontífice, con las peticiones de ayuda de la alcaldesa de Lampedusa y con los gritos en el cielo de tantos políticos y organizaciones humanitarias frente a una catástrofe de tales dimensiones.

 

Ahora bien, en este coro airado que se ha alzado tras esta hecatombe marina, nadie ha señalado con dedo acusador a los traficantes de seres humanos que tratan a su mercancía como ganado prescindible y les someten a condiciones de viaje insoportables, ni a los sátrapas corruptos y sanguinarios de África que condenan a sus ciudadanos al hambre y al analfabetismo mientras acumulan obscenas fortunas en bancos suizos, ni a los gobernantes de los países ribereños desde los que parten las pateras, que apenas hacen nada para impedir el trasiego de futuras víctimas de las olas ni tampoco a los policías costeros que en Marruecos, Argelia, Libia, Túnez y Egipto sacan un buen rendimiento de hacer la vista gorda respecto a los desmanes de los que negocian con la miseria y la ignorancia. Si en la embarcación que se ha hundido en llamas a media milla de Lampedusa hubiera habido cien pasajeros en vez de quinientos, si esos cien hubieran sabido que encender una manta en una cubierta sucia de petróleo era un suicidio, si el patrón del paquebote lo hubiera mantenido en condiciones, si los que huían de la guerra, la sequía y la enfermedad hubieran disfrutado de instituciones eficaces y de responsables públicos honrados y competentes en su país, entonces no hubieran sido engullidos por las aguas. Por tanto, vergüenza sí, pero ¿de quién? 

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