«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

Vil canallesca

24 de mayo de 2024

Lo controlan todo y encima cultivan la pose de ser la contracultura, el enfant terrible del sistema y a veces hasta se creen lo del cuarto poder, aunque vayan de gorra a los toros invitados por el secretario general del partido que cubren con impecable deontología periodística. Por si no fuera suficiente el coraje de estos Robert Capa de la moqueta, la vanguardia del gremio reparte los carnés de periodista y firma manifiestos en la televisión pública cuando detecta a quienes no pasan por el aro («pseudoperiodistas») del Gobierno que más gasta en publicidad institucional, el escudo social que amamanta a Intxaurrondos y Broncanos.

Para compensar tal desequilibrio han colocado a la exministra socialista Cristina Garmendia como flamante presidenta de Mediaset, que no están los tiempos para ir difundiendo bulos. Cautiva y controlada Atresmedia, la otra pata del duopolio televisivo es también un tentáculo al servicio del marido de doña Begoña. El fango, por tanto, es el estrechísimo margen extramuros de los canales oficialistas: las redes sociales y algunos digitales molestos.

La brecha entre ambos mundos es enorme y se percibe con absoluta claridad cada vez que Patxi López censura a un periodista en las ruedas de prensa del Congreso. Cada martes el portavoz socialista ignora las preguntas de Vito Quiles, Javier Negre, Bertrand Ndongo o Josué Cárdenas. Ellos levantan la mano, formulan su pregunta y López mira al infinito. El silencio es de Jueves Santo. Los compañeros de profesión agachan la cabeza como si la censura no fuera con ellos —eso creen— hasta que a alguno se le ocurre preguntar algo a Patxi para tapar el agujero. Ningún periodista de raza se pone en pie o protesta, los medios no publican nada, no hay sentadas ni manifiestos.

La escena pasa desapercibida… si no fuera por las redes sociales. Ahí, en el fango, el vídeo alcanza el millón de reproducciones. Lo que no interesa a los medios oficialistas tiene en las redes los espectadores que ya quisieran tantas estrellas del micrófono. Este curioso fenómeno suscita silencios ante la censura pública y aplausos en privado en cuanto se alejan del rebaño.

Claro que ocurren más cosas. A Ndongo, negro subsahariano salvo que cualquier día se autoperciba mujer racializada, tampoco le contestan, por lo que es evidente que entre su condición de negro o la de facha pesa la segunda. La izquierda tiene claro por quién tomar partido cuando colisionan sus intereses, como demostró tras las violaciones masivas perpetradas por refugiados sirios en la nochevieja de 2015 en la ciudad alemana de Colonia. Entonces, entre la mujer violada y el inmigrante violador, la izquierda optó por el segundo. Tal razonamiento, por supuesto, deja claro que Ndongo sería elevado a los altares de un Black Lives Matter cañí si militara en las filas de Nacho Escolar. Los telediarios declararían la alerta racista como hicieron en aquella ridícula campaña de alerta machista de los colegios mayores.

Si el maltrato a Quiles, Ndongo o Josué en sede parlamentaria se pasa por alto, la cosa cambia cuando los aludidos son Ferreras, Susana Griso, Pablo Motos y Ana Rosa. Hace unos días Belarra les llamó corruptos y pidió atarles en corto. Entonces la FAPE y la APM se ponen estupendas y difunden un comunicado en el que expresan su «frontal oposición a los señalamientos e insultos contra periodistas».

Ante ello, sólo cabe reír y más cuando Patxi López, al que Quiles hizo bien en recordar el sueldo de seis cifras que le pagamos todos los españoles, no le contestó porque no le otorga la categoría de medio de comunicación. Conviene recordarlo: cuando el poder recurre a la censura contra el enemigo sabe que su derrota es cuestión de tiempo.

.
Fondo newsletter