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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

'Catalonia es un fake', por Kiko Méndez-Monasterio

Cartas sobre un fondo de esteladas catalanas | FLICKR CC

Esta revolución naif y posmoderna sólo adquirirá un rasgo interesante si se torna becqueriana: cartas desde la celda.

Inmersos en la fase epistolar de esta revolución naif y posmoderna, cualquiera concluye que sólo adquirirá un rasgo interesante si se torna becqueriana, o sea, convertida por fin en cartas desde la celda. Pero está tan ausente lo lírico como lo épico en el coso catalán, diseñado como espectáculo abstracto, donde a las palabras se les extirpa el significado para lanzarlas retorcidas a la jauría de las redes sociales o las tertulias. Los políticos que los partidos nos han dado (como penitencia no sé de qué) ignoran que cuando inutilizamos el abecedario solemos optar por formas más contundentes de comunicación. No es extraño, porque en realidad ellos lo ignoran todo.
Como fenómeno mediático, “Catalonia” es un reality que sigue las estructuras más reconocibles de la telebasura; como político, adopta formas revolucionarias -legalidad paralela, excitación de las turbas, propaganda de guerra-; y como cultural probablemente obedece a los cambios profundos que la posmodernidad tecnológica ha impreso, donde las transformaciones sociales se producen y se contabilizan en tiempo real a través de ese artefacto que aún llamamos teléfono.
Al proceso de las narices le ha hecho más daño Jaume Vives desde el balcón -ese hirsuto catalán que parece escapado de un cuadro de Ferrer Dalmau- que el conjunto de editoriales y discursos pronunciados hasta la fecha. Porque además siempre hay otra fecha, y luego suspensión, y luego otro plazo, en un constante cebo para el rebaño de la audiencia. Alguien escribía que Jaume Vives ha convertido a Manolo Escobar en canción protesta. Sí, eso y más. Su respuesta ha ocupado el espacio que ha dejado en Barcelona la deserción del gobierno, que sigue atrincherado en el palacio de la delegación, mientras los policías y los guardias que lo custodian duermen en lo más parecido a penitenciarías flotantes. A ellos, guardias, policías y jaumes, sólo les queda el discurso olvidado del rey, el aplauso espontáneo que todavía resuena en las redes, y la bandera ondeando en las fachadas. Pudiera parecer que es poco, pero hasta el momento es el único fenómeno que no estaba en el guión, lo único auténtico, y probablemente también lo único capaz de aportar la épica necesaria para superar este mediterráneo de falsedades que ha convertido Cataluña en un fake.
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