«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu

TRIBUNA | JOSEPH M. HUMIRE |

19 de junio de 2024

¿Está Venezuela preparándose para una guerra?

¿Está Venezuela preparándose para una guerra?
Mural de Hugo Chávez en Caracas. Europa Press

A principios de mayo, dos aviones de combate supersónicos norteamericanos sobrevolaron Georgetown, la capital de Guyana. La demostración de fuerza estadounidense no se limita a lanzar una advertencia al régimen socialista de Venezuela, que se ha implicado en una escalada militar con su pequeño vecino desde por lo menos septiembre de 2023, cuando Nicolás Maduro regresó de Beijing. El mensaje de enviar dos F/A-18 Super Hornets desde un portaaviones de propulsión nuclear que navega por el Mar Caribe también va dirigido a la República Islámica de Irán.

A primera vista, el conflicto entre Venezuela y Guyana se trata de una disputa fronteriza centenaria sobre un territorio denso llamado Esequibo, que constituye dos tercios de la masa terrestre de Guyana pero solo el 15 por ciento de su población. Sin embargo, el conflicto es mucho más que eso y tiene menos que ver con la frontera terrestre de Guyana y más con el dominio marítimo.

El pasado 4 de mayo, por primera vez, un buque de guerra iraní, un barco mercante reconvertido en un navío militar de la Armada del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGCN de sus siglas en inglés), llamado Shahid Mahdavi, cruzó el ecuador y se dirigió hacia el hemisferio sur. Su misión es secreta y el destino, desconocido. Hace tres años, otros dos buques de guerra de la marina convencional iraní siguieron una ruta similar cuando navegaban alrededor del Cabo de Buena Esperanza y cruzaron el Atlántico Sur con destino a Venezuela. En aquel momento, los buques de guerra cambiaron de rumbo y rodearon África Occidental camino de San Petersburgo.

No está claro si esta vez el Shahid Mahdavi cruzará el Atlántico, pero lo que sí está claro es que el armamento de la IRGCN ya ha llegado en grandes cantidades a Venezuela.

Mientras el buque de guerra del IRGCN navega por algún lugar del hemisferio sur, un buque de la armada venezolana, el patrullero PC-21 Guaiquerí fue visto el 8 de mayo navegando hacia las aguas territoriales de Guyana equipado con tecnología de sigilo y misiles antibuque cortesía de China e Irán. Este hecho ya se había producido al menos una vez en las últimas semanas, pero en esta ocasión el patrullero venezolano iba escoltado por pequeñas embarcaciones Peykaap-III de fabricación iraní, las lanchas de combate misilístico y ataque rápido más avanzadas del arsenal del IRGCN, que llegaron a Venezuela el año pasado.

Irán lleva más de una década equipando a Venezuela con armamento moderno que incluye drones de largo alcance, bombas inteligentes, misiles de crucero, cohetes y, por supuesto, buques de guerra. Estos sistemas de combate no están pensados para utilizare de forma militar convencional. Se emplean en asaltos anfibios asimétricos, como las tácticas utilizadas por los rebeldes hutíes frente a las costas de Yemen y en el Mar Rojo.

Los ataques de piratería de largo alcance de los hutíes, patrocinados por Irán, contra barcos mercantes y que interrumpieron la navegación comercial en el Mar Rojo es un modelo que los analistas militares latinoamericanos deben estudiar con mucha atención. El efecto de asfixiar la economía egipcia y aislar aún más a Israel, mientras se libra una guerra a tres bandas contra los hutíes, Hezbolá y Hamás, es un modus operandi que Irán quiere exportar, cruzando el Atlántico, hasta el Caribe. Y esta vez está dirigido contra Estados Unidos, con el conflicto cada vez más intenso entre Venezuela y Guyana como catalizador.

Gran parte del análisis del conflicto entre Venezuela y Guyana gira en torno a la región del Esequibo. A finales del siglo XIX, cuando Guyana era una colonia, el Reino Unido delimitó la densa jungla que existe entre Guyana y Venezuela y negoció esta delimitación con Venezuela a través de Estados Unidos. Venezuela se negó a aceptar estos hechos y argumentó que el laudo arbitral de París de 1899, que establecía el Esequibo como parte del territorio soberano de Guyana, se había realizado por la puerta de atrás y con maniobras poco claras. Décadas más tarde, Venezuela llevó el caso a la ONU, que medió en el Acuerdo de Ginebra de 1966, conocido como el «acuerdo para llegar a un acuerdo», por el que la resolución de la disputa fronteriza se aplazaba para un momento futuro.

Ese futuro llegó en 2020 cuando la Corte Internacional de Justicia asumió el caso del Esequibo e inició los procedimientos para arbitrar la disputa fronteriza. El régimen venezolano de Maduro no reconoce la autoridad de la CIJ y, en su lugar, celebró un referéndum nacional sobre el Esequibo el 3 de diciembre de 2023. Su objetivo era aprobar una nueva ley el pasado mes de marzo en la Asamblea Nacional controlada por el régimen que declara Guayana-Esequiba el vigésimo cuarto estado de Venezuela. Este es el casus belli de la guerra de Venezuela.

El asunto es relevante de por sí, pero lo que la máquina de propaganda del régimen de Maduro quiere hacer creer al mundo es que lo que está en juego en esta disputa es la recuperación de un territorio perdido y la reclamación de tierras soberanas. Ahora bien, Venezuela no tiene ni los medios ni la energía como para recuperar un territorio que ha sido gobernado por Guyana durante más de medio siglo. En realidad, el conflicto no atañe al Esequibo. Lo que está en juego es el Atlántico.

Incluso si Maduro «invadiera» el Esequibo con fuerzas terrestres, la Madre Naturaleza se encargaría de aniquilar a los militares venezolanos, mientras los guyaneses siguen haciendo crecer su PIB en más de un 30% anual al haber colocado en el mercado el mayor descubrimiento reciente de petróleo en alta mar de todo el mundo. Los 11.000 millones de barriles de crudo ligero descubiertos en 2015 son, efectivamente, el origen del reciente auge económico de Guyana.

Ahora bien, el auge podría convertirse en fracaso si Venezuela e Irán consiguen interrumpir la navegación comercial en el corredor marítimo que conecta el Atlántico con el Mar Caribe.

Si algo nos han enseñado Israel y Ucrania, es que los efectos económicos de segundo y tercer orden de esas guerras son justamente los que están cambiando el panorama geopolítico del mundo, en especial en el ámbito marítimo. En el caso de la guerra de Ucrania, la escalada de los precios de los alimentos debido a la interrupción de la cadena de suministro de trigo y fertilizantes producidos en Rusia y Ucrania es lo que ha hecho mella en las industrias agrícolas y en las economías africanas y latinoamericanas. En la guerra de Gaza, es el cierre de las rutas marítimas a través del Canal de Suez lo que ha ralentizado la ayuda humanitaria, presionando aún más a Israel y desviando el tráfico marítimo alrededor del Cabo de Buena Esperanza, hacia donde se dirige actualmente el buque de guerra del IRGCN.

El Atlántico Sur es un dominio marítimo que se encuentra sin duda entre los de mayor intensidad en cuanto a comercio ilícito, y entre los más débiles en seguridad marítima. Es conocido por las redes criminales y terroristas transatlánticas, especialmente Hezbolá, que opera desde Brasil hasta Guinea Bissau. Es una masa de agua privilegiada para que las potencias revisionistas y autoritarias de Irán, Rusia y China pongan a prueba su ambición de crear un nuevo cinturón de seguridad marítima multipolar.

Irán, Rusia y China llevan realizando desde 2018 media docena de maniobras navales conjuntas en el golfo de Omán y en el océano Índico. También aspiran a trasladar el escenario de estos simulacros al Océano Atlántico. Y Venezuela puede proporcionarles el pretexto para hacerlo.

El tercer país más pequeño de Sudamérica con el crecimiento del PIB más rápido del mundo está a punto de jugarse su supervivencia. Pero Guyana no es Ucrania y no dispone de medios militares para disuadir la agresión venezolana. Claro que, en realidad, esta guerra no tiene que ver con Guyana.

Irán, Rusia y China se han asegurado de que Venezuela, su representante, esté listo para iniciar la primera guerra interestatal en Iberoamérica desde 1941, cuando Ecuador y Perú libraron una guerra fronteriza que duró menos de un mes. A diferencia de aquella guerra, esta tiene menos que ver con el conflicto local y más con el contexto internacional de convertir la Competencia entre Grandes Potencias en Conflicto entre Grandes Potencias. Después de Ucrania, y en pleno conflicto de Gaza, ahora le toca a Venezuela ser la apoderada de guerra de terceros y trasladarla a las costas de una nación aliada de Estados Unidos.

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