«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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TRIBUNA | ANA CUARTERO |

25 de noviembre de 2023

La palabra dada

Manifestación en Colón. Europa Press

Vivimos en época de indicadores para todo, estos intentan mostrar tendencias y valores más o menos tangibles; confianza en la economía, variación de precios, salud, conocerán otros muchos ejemplos. Pues créanme que hoy, gracias a Pedro Sánchez, si hubiese un indicador que reflejase el valor de la palabra dada, mostraría que la de un español cotiza a la baja por duro que nos resulte decirlo, y escribirlo.

P.S. pasará, no tengan duda, a lo largo de nuestra larga historia esta nación ha superado momentos tan oscuros como este y siempre se ha repuesto, si cabe más fuerte. De lo que nadie nos va a librar es de la difícil tarea de recomponer todo lo roto en estos años, y lo que te rondaré morena, pues estoy convencida de que aún nos esperan cosas peores. No sé si a esta chusma les quedará sangre por helar o ultracongelar.

Cuando P.S. pase, pasará, habremos de reconstruir el «valor de la palabra de un español». Bochornoso el ridículo, dentro y fuera de nuestras fronteras, de toda una manada de políticos defendiendo lo contrario que decían hace pocas semanas sin rubor alguno. Dijo Alfonso Guerra esta semana que el PSOE sobrevivirá a esto, yo no lo tengo tan claro, no creo que haya colas para afiliarse estas últimas semanas. Si que veo algunos roedores abandonando el barco, siempre de manera silenciosa y cobarde. Sin el PSOE algo habremos ganado para el porvenir de España.

Mientras P.S. no pase, que pasará, es muy probable que los comportamientos en la «casta» dirigente tengan su reflejo en la sociedad, y hoy la palabra dada ya no tenga el mismo valor. Se romperán todo tipo de compromisos y contratos, llevándonos a una sociedad claramente peor. Todo será relativo y reinterpretable, nada absoluto: te dije que íbamos a renovar el contrato, pero mira, va a ser que no, por tu bien, claro; te dije que estaría listo mañana, pero no. Confío en que esto será minoritario. 

Los propios socios de P.S., que son malos pero no tontos, saben del poco valor de su palabra y lógicamente no se fían de alguien que un día promete respetar la Constitución por su conciencia y honor, sabiendo cuando lo decía que en absoluto esa era su intención. El «no se la juegue, créame» de Rufián, el «con nosotros no pruebe a tentar la suerte» de Nogueras o el «no derramemos el agua» de Esteban, y otros a los que nunca haré referencia, muestran lo poco que se fían de la palabra dada. Combatiré con todas mis fuerzas las políticas de todos estos enemigos de España, pero reconozco que no mienten, y al lado del otro eso ya es algo.

Cabe hacer un inciso sobre la «manada sin criterio», palmeros con escaño, cargo o programa mediático, obedientes y serviles hasta el infinito y más allá. Esos que ayer, tirando de argumentario, defendían blanco y hoy negro. Tal deshonor dejará una huella en su frente imposible de borrar. En la guerra nunca todo vale y el fin jamás justifica los medios. Recordando la Divina Comedia, «los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral se mantienen neutrales», estos que no son ni siquiera neutrales, peleles obedientes, creo que van a pasar un poco de calor.   

Pueden existir puntos de la Constitución que me gusten más o menos, pero el día que accedí a mi escaño de diputada en la Asamblea de Madrid juré respetar esta Ley y sólo se jura una vez. Si hubiera que cambiarla, sólo daría mi apoyo si se hiciera por el mecanismo que en ella se contempla, sin atajos. Romper ese juramento público, ante Dios, mi palabra dada, arruinaría mi vida por completo. Ese el mismo juramento, con el mismo testigo, que el de fidelidad al marido, a la familia, a la patria, a Dios todopoderoso. Todo aquel que se respeta a sí mismo, con mis convicciones o con otras igualmente respetables, de izquierdas o de muy izquierdas, valora la palabra dada como un gran tesoro personal a defender ante cualquier circunstancia.

Todo esto empezó a torcerse hace años, admitiendo ese tipo de fórmulas «por imperativo legal» o similar que nos han llevado a dónde estamos hoy. ¿Quién va a respetar a un país que no se respeta a sí mismo? Lección aprendida. Hay reglas absolutas, no relativas, fuera del debate político. Otras naciones del mundo avanzan comenzando por marcarse normas que obligan a todos. No con muros y señalamientos. Y efectivamente hace falta mucho consenso para cambiar «lo que somos» como nación, lo que ahora los cursis llaman el «modelo de convivencia que nos hemos dado». Qué pringoso. Siempre me ha parecido una obviedad, pero que decida la mitad más uno en oposición total a la mitad menos uno no es una buena manera de fomentar la convivencia. Desde hace unos días un buen número de españoles no deja de recordarle a P.S. que… ¡existimos!

Pero pasará, seguro que pasará, porque España está llena de gentes de bien, de palabra. Me decía mi hermano, el anterior a mí de nueve, que en esta vida hay que ser previsible. Tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo, y hasta tus enemigos han de tener claro cuáles serán los principios que guiarán tu forma de actuar. Así son nuestros abuelos, ese octogenario español, jubilado, que está en la plaza de su pueblo o en su barrio de Madrid… todos le conocen y saben cómo es. No hay sorpresas. Es gente previsible, de bien, de palabra.

Los españoles somos sacrificados, nobles y directos, de lenguaje claro, poco dados a la adulación y a la manipulación. Españoles que mantienen su palabra, no hace falta más, son los militares dispuestos al más alto sacrificio, médicos, carpinteros, funcionarios al servicio de su pueblo, profesores, gentes del campo y de la mar que, como dijo mi presidente, son esos que se alzarán como uno solo cuando vean amenazada su patria. De ahí viene el sudor frío que recorre muchos cuerpos estos días.

Españoles de frente alta, mirada clara, cristalina y sonrisa sincera, no carcajada «maligna»; españoles valientes y altruistas que mantienen la palabra dada por sus padres, por sus hijos, por su patria, por su fe. Entre estos me encontraréis. Noviembre nacional.


Ana María Cuartero Lorenzo es diputada de VOX en la Asamblea de Madrid

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