La segunda entrega que Federico Jiménez Losantos dedica a VOX (La guerra de Vox contra los medios liberales. Hacia un socialismo nacional (II)) abunda en los argumentos de la primera, si bien, en este caso, el término «socialismo» orbita sobre un escrito que viene a ser una defensa de un particular liberalismo, el que, al parecer, caracterizaría al turolense y a su medio de comunicación. Un medio del que han salido numerosos colaboradores sin que desde las filas de VOX se haya hecho objeción alguna ni se haya pronunciado la palabra «purga», tan común en el vocabulario del autor de Memoria del comunismo. Libertad Digital, como tantas otras organizaciones, empresariales o políticas, debe ajustar su plantilla en función de diversos criterios. Doctores tiene ese medio que podrían explicar, a quien le interesare, las razones de las salidas de diferentes profesionales a lo largo de su existencia.
Como es sabido, históricamente, muchos de los llamados medios de comunicación surgieron al calor de partidos políticos. Bajo cabeceras más o menos disimuladas, se daba cauce a muy particulares discursos. Sirva como ejemplo el diario El Liberal, que servía a intereses perfectamente previsibles. Pese a la existencia de organizaciones que pretenden separar la información de la propaganda, aquella realidad se mantiene, y la voz de los medios sigue modulada por vías publicitarias, institucionales o no. Como consecuencia del poder que otorgan los micrófonos, no faltan periodistas que se arrogan un poder excesivo sustentado en la supuesta necesidad de agradecimiento («la ruptura de Abascal con el Grupo Libertad Digital, el que más le ayudó en los que creímos sus peores momentos») que algunos partidos debieran tributarles.
Este es, sin lugar a dudas, el caso de Federico Jiménez Losantos, que en su reciente artículo de opinión regresa a alguna de sus conocidas monomanías, ideológicas y personales. El pasado domingo, volvió a arremeter contra Jorge Buxadé, habitual blanco de unas invectivas que no han estado presididas por la elegancia sino por una enorme carga de zafiedad que la fórmula crítica ad hominem no puede disculpar. Nos consta que Buxadé es capaz de soportar la catarata de descalificaciones del mismo modo que lo hicieron los, en su día, llamados Aristogatos. Unos Aristogatos que, al igual que le ocurrió a Moreno Bonilla, en su día Moreno Nocilla, perdieron el apodo cuando FJL decidió que estos encajaban más con su modelo de liberalismo.
Sin embargo, como ocurre con otros términos clásicos, liberalismo se dice de muy diversas maneras, y lo mismo ocurre con socialismo. En su artículo, FJL se duele de la merma de liberalismo que habría sufrido VOX, señalando a Buxadé como culpable de ella pues, al parecer, en su figura se concentran las esencias del que llama «Vox-Dei» y unos resabios falangistas que conducirían a «la estatolatría, socialismo con agua bendita, nostalgia sindicalista del corporativismo medieval, entre Girón de Velasco y Arrese». La comparación reproducida establece una analogía tan falsa como la que liga a VOX con el que llama socialismo nacional. Cargadas de mala fe, las comparaciones de Losantos se alinean de este modo con el resto del espectro mediático, demonizador del único partido que puede llamarse nacional. Firme en un credo liberal que cree claro y distinto, FJL aparenta moverse con seguridad dentro de lo que Gustavo Bueno, que en su día reseñó elogiosamente su Lo que queda de España, calificó como un verdadero embrollo.
No cabe más disparatado sofisma que calificar a VOX como derecha socialista y de ahí extraer gratuitamente la idea de que VOX no respeta la propiedad privada. Descuide usted, señor Losantos, nadie de VOX le va a impedir seguir al frente de su empresa. Ni a usted ni a nadie. Permítanos, no obstante, pensar que no es correcto el uso de fondos públicos para reflotar empresas privadas. Seguramente, en lo tocante a las subvenciones públicas, a don Federico se le apacigua su furor liberal.
Finaliza su artículo Jiménez Losantos quejándose del «bochornoso espectáculo» ofrecido por lo que llama «la derecha», incurriendo de nuevo en un error, pues en España no hay, ni puede haber —pasa salir de esa ceguedad le recomendamos que lea El mito de la derecha de Gustavo Bueno— una derecha. Muchas son las derechas que operan en España, a menudo enfrentadas entre sí, por cuestiones como su mayor o menor carga de «liberalismo». Frente al siempre acomplejado Partido Popular, feijooiano, se situaría el sectario VOX, máquina de triturar liberales. Don Federico, que se volcó con el primero de ellos durante la campaña electoral marcada por la murga del voto útil que se mostró tan inútil, esconde una carta en la manga: la alternativa a las derechas bochornosas. Una alternativa que estaría radicada en Madrid, lugar donde FJL tiene el mando y patrocinio que no hallará en VOX.