Como ayer todo era nuevo, como lo inimaginable sucedió, me sentĆ mĆ”s libre para pensar en reacciones fabulosas…
Uno de mis primeros recuerdos de la infancia es el de mi familia atónita, preocupada y recogida en torno al viejo televisor blanco y negro delĀ officeĀ de casa de mis abuelos. Le habĆan dado un tiro al Santo Padre. Para ellos, la idea de que un papa pudiese morir de ese modo, y ademĆ”s siendo el sucesor de otro que habĆa fallecido repentinamente apenas un mes despuĆ©s de su elección, era completamente desconcertante. Aunque yo era sólo un crĆo y lógicamente no terminaba de comprender la trascendencia de aquellos acontecimientos, percibĆa el ambiente de preocupación y rezaba con miedo por el papa convaleciente. Otra remembranza: mi madre, que con mano amorosa me despertaba diciĆ©ndome, supongo que a los dos o tres dĆas de aquello, ātranquilo, que no se va a morirā.
Ā
Ā Ā Hasta ahora, aquellos recuerdos habĆan permanecido almacenados y tapados, ocultos por muchos estratos de emociones y amores al Santo Padre. Ha tenido que hacerlos despertar elĀ shockĀ de ayer por la maƱana, porque confieso que en el pozo de tristeza e incredulidad en que quedĆ© sumido, volvĆan a estar los miedos de aquel niƱo. De un modo misterioso, un dimisionario Benedicto XVI me trajo a la memoria a un Juan Pablo II que herido se desangraba, y el topo Paoletto al criminal Ali AÄca. Con el tiempo, entendimos por quĆ© todo aquello sucedió precisamente un 13 de mayo, dĆa de la Virgen de FĆ”tima, no me cabe duda de que tambiĆ©n con el tiempo entenderemos por quĆ© esta noticia nos la trajo ayer la Virgen de Lourdes, patrona de los enfermos.
Ā
Ā Ā Como ayer todo era nuevo, como lo inimaginable sucedió, me sentĆ mĆ”s libre para pensar en reacciones fabulosas y con absoluta ingenuidad creĆ verosĆmil que al rato se hubiesen agolpado los cardenales a la puerta del apartamento pontificio y que, de rodillas, le prometerĆan que para ellos no habĆa mĆ”s papa que el Papa, e incluso que le hubiesen hecho simbólica donación de sus piernas y brazos aĆŗn en cierta forma, para que fuesen sustitutos eficaces de los viejos miembros, doloridos y enfermos, del apóstol Pedro. Pero no pasó nada. Cabe esperar -pues me niego a renunciar a mi ingenuidad y a mundos mejor imaginados- que el mariscal del Cónclave se vea obligado a acudir al Monasterio de Mater Ecclesiae a informar al viejo cardenal Ratzinger de que en todas las papeletas estaba escrito el mismo nombre.
Ā
Ā Ā Ya ve el querido lector que frente a tanto vaticanista experto imaginando ocultĆsimas razones, este Pomar ha preferido empadronarse en la Arcadia. Acaso como refugio de ensueƱo contra remordimientos, y es que dijo Nuestro SeƱor āSi no os volvĆ©is como los niƱos, no entrarĆ©is en el reino de los cielos.ā ĀæCómo no sentir algo de desasosiego por no haber rezado para sostener a Pedro con la intensidad que lo hizo hace tantos aƱos aquel niƱo que fui? Que sea la mano amorosa de Nuestra Madre la que nos tranquilice al despertar.
Ā