«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Calladitos estaríais más guapos…

Continúan las reacciones propias y ajenas de los cinco toreros que se niegan a actuar en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla.

Lo que más irrita a los aficionados que contemplan atónitos el enredo que han desatado cinco figuras del toreo, unidos férreamente para intentar que los empresarios de la plaza de la Real Maestranza de Sevilla sean destituidos, poniendo como pretexto que uno de ellos, Eduardo Canorea, les ofendió en unas declaraciones, es que lo hayan hecho en un momento tan inoportuno porque no solo atentan al buen sentido dada la precaria situación que padece la Fiesta, también y sobre todo porque también atenta muy gravemente al pudor ante una sociedad que está pasando las mayores apreturas económicas de toda su vida, mientras ellos gozan de una situación sobrada de lujos. Muy bien ganados, por supuesto, pero envidiables desde cualquier punto de vista y, no digamos, la que disfrutan los ya instalados en la cima: millonarios, terratenientes, ganaderos, dueños de varias casas, con sobrado servicio doméstico, coches de alta gama, chóferes, ayudantes, psicólogos, quiromasajistas y todo esto sin olvidad el sinfín de acérrimos que les adoran y se contentan con darles la mano alguna vez.

Por la edad que tengo y por todo lo que he vivido cerca de casi todas las grandes figuras del toreo con las que he tenido amistad y mutua confianza a lo largo de mi vida, confieso que nunca he visto una situación como la que estos cinco toreros han planteado. Quizá algunos se mostraron ofendidos aislada y privadamente, pero nunca echando cuartos al pregonero.

Desde los tiempos Manolete, justo siendo yo entonces un niño apenas consciente de lo que veían mis ojos, a la más reciente actualidad, jamás leí ni escuché nada parecido a los muchos que traté de cerca. Ni desde luego nunca como los que se han destapado firmando una solidaria carta, dando a entender que, cada cual por separado, no se habría atrevido a firmar nada.

Ni Luis Miguel Dominguín, ni Antonio Ordóñez, ni Julio Aparicio, ni El Litri, ni Paco Camino, ni El Viti, ni Diego Puerta, ni Ángel Teruel, ni Palomo Linares, ni Paquirri, ni Capea, ni Dámaso, ni Manzanares padre, ni Espartaco, ni Paco Ojeda, ni Ponce por nombrar a los más importantes de las penúltimas épocas jamás se juramentaron en comandita para ir contra ningún empresario y mira que vivieron conflictos incontables en sus relaciones contractuales. Solamente El Cordobés actuó contra todos los grandes empresarios en compañía de Palomo aunque haciendo de empresarios de ellos mismos en aquella “guerrilla” que duró una sola temporada. Sin embargo, lo que delata el caso actual es que, por debajo de esa comunión de ofendidos, cada uno debe llevar su alma en su particular armario.

Tras el largo silencio que han mantenido después de enviar la carta de marras a La Maestranza y como la Real Institución no les ha hecho el menor de los casos – es increíble que imaginaran que responderían a lo que, al fin y al cabo, era un chantaje – Morante y El Juli, principales sugeridores o convencedores de la afrenta, han anunciado que presentarán sus respectivas campañas – no sé si ya completamente cerrada, lo que sería incomprensible – del 2014 en sendos actos, ciertamente rimbombantes. Ya sabremos lo que dirán sobre el lío, si es que lo dicen.

Morante venía arrastrando una mala relación con los Canorea desde hace muchos años cuando dejó plantada a la exclusiva que firmó con don Diodoro (q. e. p. d.) y ahora también con su hijo Eduardo aunque, últimamente, en una posición más valiente desde que le apoderan los mexicanos de la multimillonaria y allá poderosa familia Balleres, actuando como representante delegado el ex-matador de toros sevillano, Antonio Barrera quien, crecido por llevar al de la Puebla, está actuando como suelen los que nunca pasaron de modestos espadas y llegan a ser apoderados de una gran figura. Como patanes en una cacharrería, tanto en los despachos como en el campo. Lo penúltimo fue cuando, viendo una corrida de Cuvillo en el campo para Morante en La Maestranza con Eduardo Canorea allí delante, Barrera empezó a rechazar varios toros de los elegidos: “ese no, ese tampoco, aquel todavía menos, este de ninguna manera, el 47 puede que sí… Soy el apoderado de una figura y por eso puedo elegir….” Hasta que el empresario se hartó y dijo que el que mandaba allí era él, porque era quien compraba la corrida. Prontito se hubiera atrevido Barrera ni nadie a hacer lo mismo en las barbas de Manolo Chopera… ¿verdad? Total, que de aquellos polvos llegaron los lodos.

El Juli por su parte, lo más seguro es que no quería torear este año en Sevilla a sabiendas de que, si hubiera accedido, tendría que haber matado la corrida de Miura que el año pasado no pudo matar como consecuencia de la grave cornada que sufrió. Por lo visto, le bastó con anunciarse una vez. Pero es que también parece lógico pensar que tampoco le convenía actuar delante de los “sabios” aficionados sevillanos por temer que vieran cómo anda después de aquella desgraciada tarde. Peor, con más ventajas y más crispado y esforzado que nunca… Que se lo censuren en Madrid no debe importarle a El Juli tanto porque en Las Ventas ya se sabe que siempre están en contra de la figuras hagan lo que hagan. Pero en Sevilla es otra cosa. Sevilla suele decir “no” en silencio y con peligrosa retranca: “Si éste no es aquél, mejor será callar de espaldas….”

José María Manzanares, tras anunciar que ha nombrado a la agencia Globomedia para que se haga cargo de su imagen y de su comunicación, ha publicado una carta infumable por quejica e infantiloide aún a sabiendas de que él venía siendo bien tratado por los Canorea y con sobradas razones. Porque, vamos a ver: ¿quien ha hecho algo mejor que lo conseguido por Manzanares en Sevilla en los últimos diez años? Nadie. Entonces, ¿cómo entender esa solidaridad de la que alardea Josemari con sus otros colegas? Habrá más razones detrás de todo. Pero mucho cuidado porque cuando Manzanares vuelva si es que vuelve a “su” Maestranza ya no será tan “suya”. Le esperarán midiéndole como a casi todos los demás, con esa despectiva aunque elegante manera que esta plaza suele medir a los toreros. Resulta inaudito que Manzanares haya despilfarrado de un simple plumazo el capital emotivo que le unía a Sevilla para siempre con una cartita que, si fuera lo primero que le han aconsejado los de Globomedia, ya puede ir despidiéndoles por tan incalificable patinazo.

Miguel Ángel Perera ha sido el último en hablar con otro comunicado en el que ofrece las muchas razones de su particular enfado con una sinceridad que le honra – es el que tiene más motivos para estar molesto – aunque debería haberlo dicho antes y en solitario. No se atrevió… y con eso está dicho todo.

Y queda por saber lo que piensa Talavante que, por el momento, está calladito. Tan calladito como deberían haber estado los otros cuatro. Y es que calladitos estaríais todos más guapos, que es con lo que antiguamente respondían los mayores a las impertinencias de los jóvenes. Esta guerra no solo carece de sentido. Esta inútil guerra os ha quitado categoría, queridos amigos. Poca estima debéis tener sobre vosotros mismos si para defender vuestros particulares intereses tenéis que agruparos y, ojalá sea mentira, hasta habéis convenido que quien abandonase en marcha tendría que pagar una multa más que abundante de Euros. Habéis metido la pata hasta el corvejón.

Termino con una larga y doble anécdota que viví en directo en las navidades de 1964 la primera y en la misma época de 1965 la segunda. El pleno 64, Antonio Ordóñez ya tenía decidido reaparecer tras su primer adiós en Lima don años antes. Le picaba el famoso “kilo” que cobraba El Cordobés por corrida y se lanzó a la piscina. Por aquellos días sin más compromisos firmados que la tarde del Domingo de Resurrección en Málaga – era co-empresario de La Malagueta junto a Manuel Alemán – la del día siguiente Lunes de Pascua en Arles, otra para la feria de Jerez y la reaparición en Las Ventas el último día de la feria de San Isidro, 30 de mayo, por puro capricho de actuar una sola tarde con toros de Pablo Romero después de que actuaran las demás figuras y entonces había muchas. Compromiso ciertamente arriesgado que, por cierto, Ordóñez solventó triunfalmente y ganando todos los premios instituidos.
Ni una corrida más tenía comprometida el rondeño porque la mayoría de las empresas prefirieron esperar a ver en qué plan y cómo volvería a los ruedos. Salvo Diodoro Canorea que, siempre tenido por romántico, aquella mañana navideña cogió su coche y se plantó en la finca Valcargado que era la dehesa de bravo que poseía Ordóñez muy cerca de Medina Sidonia y pegada a la que Paquirri compró con el tiempo llamada Cantora. La ahora famosísima Cantora que habita Isabel Pantoja.

Canorea pretendía contratar a Ordóñez para su feria de Sevilla y llegó con un regalo para el maestro, una botella de oloroso Alfonso a sabiendas de lo mucho que le gustaba al maestro ese vino. Tras los saludos, Antonio y Diodoro se encerraron solos en el comedor del cortijo y, al poco rato, vimos al empresario cómo abandonaba la casa escopetado y con la botella de Alfonso en la mano… La reunión duró muy poco, hasta que Diodoro se negó radicalmente a pagar a Ordóñez el “kilo” de El Cordobés que pretendía ganar. Ahí terminó el desacuerdo.

Antonio solo lo comentó con los pocos que estábamos en Valcargado, la familia y no más de tres personas, yo incluido, sin darle la menor importancia y, a los pocos meses, volvió a los ruedos pletórico, enorme, bastante mejor que cuando se fue. Dispuesto a dar guerra y vaya si la dio.
Llegadas las siguientes navidades, Canorea volvió a Valcargado con la misma botella y dispuesto a pagar a Ordóñez lo que quería. Pero Antonio le mandó a hacer gárgaras. “De modo que ahora, sí, Diodoro. Pues mira lo que te voy a decir: el año que viene el que no quiero ir a Sevilla soy yo”. Tras el “castigo”, reapareció en La Maestranza un año después, en la feria de 1967. Y en dos tardes, una junto a El Litri y a Curro Romero con toros de Benítez Cubero – Antonio cuajó un faenón bajo un diluvio – y otra con toros de Urquijo alternando con Diego Puerta y José Fuentes. Salió por la Puerta del Príncipe y se llevó todos los trofeos de la feria. Triunfador, faena, capote y estocada.

Nadie, ni Ordóñez ni Canorea, dijeron nada a la prensa en 1964, ni en 1965, ni en 1966 y ni en 1967. Y, aun menos, hicieron declaraciones. Y por supuesto que ni se le pasó por la cabeza al rondeño buscar compañía de nadie para hacer prensión alguna. En qué cabeza cabía semejante despropósito. Así sucedían y se arreglaban los problemas entonces.

 

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