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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Un cura en las portadas y un crimen que estremece

Leíamos ayer muchas informaciones destacadas en las ediciones digitales de los medios de comunicación sobre un sacerdote. Acompañaba a esos titulares y entradillas la foto de un cura, identificado con facilidad gracias a su alzacuello. Y al buscar en los textos, por inercia, las palabras pederasta, pedófilo, abuso de menores, relación sexual o escándalo, no hallábamos ni rastro de ellas. Por una vez, algunas webs de información habían hecho hueco a un sacerdote que era noticia no por su pecado sino por su trabajo. El caso es que todas las páginas de información, también, por supuesto, las que acostumbran a ofrecer información religiosa, se hacían eco del nombramiento de José María Gil Tamayo como nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en sustitución de monseñor Martínez Camino, que había presentado su renuncia tras diez años en el cargo. Los adjetivos fueron cambiando con el paso de las horas y el cura renovador se convirtió en moderado para terminar en lo que es: un sacerdote y periodista con larga trayectoria profesional en los medios de comunicación, en la CEE y en la Santa Sede que hará de él un gran portavoz de los obispos españoles si decide no delegar esta responsabilidad. Punto.

Y aparte. Justo antes de la sentencia que condena a la farmacéutica alemana Grünenthal a indemnizar con 20.000 euros por cada punto porcentual de minusvalía reconocida a cada una de las víctimas de la Talidomida, la mayor parte de los portales de información general reproducían como noticia principal los pormenores del sumario sobre el asesinato de la niña Asunta. Después de que el juez instructor dictara un auto para el levantamiento del secreto de las actuaciones, los medios han sabido y publicado que los padres planificaron el asesinato, que fue Alfonso Basterra el que dio a su hija una dosis tóxica de Orfidal y que Rosario Porto la asfixió cuando se quedó dormida. Todo ello presuntamente y según se desprenden de la instrucción realizada por el juez José Antonio Vázquez. Al parecer, nadie más participó en el crimen. Quedarían todos los atados salvo una de las cinco W clásicas del periodismo: ¿por qué? (why?). El móvil, en términos policiales. Hay conjeturas, rumores, sospecha, pero falta la información, las pruebas. No tardarán en llegar.

Hasta entonces, leeremos numerosas crónicas sobre los dos años de legislatura que ya ha consumido Mariano Rajoy. Balances más o menos sesudos, más o menos sesgados, pero que pasarán sin dejar rastro. Sin embargo, en torno a este 20 de noviembre se han recordado otros aniversarios que han dejado más poso. Los quince años de la Estación Espacial Internacional (ISS) es uno, pero la web del ABC nos regalaba ayer fotos antiguas y textos reveladores de otro. Publicaba una fotogalería titulada “Primo de Rivera y Durruti: conmoción en ambos bandos” con una entradilla en la que los verbos lo dicen todo: “El mismo día al inicio de la Guerra Civil, el 20 de noviembre de 1936, era ejecutado en Alicante el fundador de la Falange y asesinado en Madrid el histórico líder anarquista”. En otros tiempos, al redactor o becario responsable le habría caído la bronca del siglo, pero ni siquiera la redacción del centenario diario es ya lo que era. 

Alejandra Ruiz-Hermosilla

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