'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Las lágrimas de Rajoy
Las lágrimas de Rajoy
Por Rosa Cuervas-Mons
6 de junio de 2018

Dejó dicho Santo Tomás aquello de «justicia sin misericordia es crueldad». Pero añadió después que «misericordia sin justicia genera disolución». Y no queremos contribuir aún más a la evidente disolución de la política española.

A mí, lo confieso, me pueden las lágrimas. Me conmueve y me enternece ver a un hombre emocionarse en público, intentar reprimir el llanto. Me conmueve tanto que tengo que hacer esfuerzos para no dejar que me conmueva hasta el punto del engaño. Porque a veces las lágrimas, las emociones, sólo sirven para engañar.
Sobrepongámonos a las lágrimas de Rajoy y analicemos, por tanto, su marcha desde un punto de vista estrictamente político:
Histórico discurso de Mariano Rajoy. Histórico no por bueno, que no lo fue demasiado, sino porque es el discurso del primer presidente censurado y porque es el discurso que marca un punto de inflexión (aún es pronto para saber si bueno o malo) en la historia del Partido Popular.
Dejó dicho Santo Tomás aquello de «justicia sin misericordia es crueldad». Pero añadió después que «misericordia sin justicia genera disolución». Y no queremos contribuir aún más a la evidente disolución de la política española. Mariano Rajoy no fue fiel a la verdad este martes, como no ha sido fiel a la verdad en muchas ocasiones anteriores. Si lo hace malintencionadamente -si miente- o sólo por ignorancia -si se engaña- sólo lo sabe él, pero lo cierto es que su discurso está tan alejado de la realidad como Pablo Iglesias de la austeridad. Es decir, mucho.
Mariano Rajoy afirmó ayer que los españoles no han censurado al Partido Popular: curiosa forma de entender unos resultados electorales perfecta y constantemente menguantes. Mariano Rajoy aseguró haberse enfrentado a una situación complicada: «la declaración de independencia de Cataluña»… Lejos quedan esos días en los que el Gobierno, el Gobierno de Rajoy, se afanaba en explicar que no había habido declaración de independencia en Cataluña. Ni eso, ni referéndum, ni nada de nada.
Mariano Rajoy aseguró que su Gobierno había «impedido que Puigdemont fuera de nuevo presidente de Cataluña». Y lo dice sin sonrojarse, obviando que su ministro portavoz, el señor Méndez de Vigo, afirmó que sería «muy del agrado del Gobierno que Puigdemont se presentara a las elecciones». Y así, una tras otra. Ni un segundo, ni uno, para la autocrítica. Ni un mea culpa, ni una petición de perdón a los millones de votantes que depositaron en la urna una papeleta para que, desde La Moncloa, el Partido Popular derogara la ley del aborto; denunciara la parcialidad de la ley de Memoria Histórica; defendiera la unidad de España sin concesiones al separatismo… para que hiciera, en fin, lo que Mariano Rajoy había dicho que iban a hacer.
Ante la ceguera de Mariano Rajoy político, sólo un consuelo: que se va. Ante la emoción de Mariano Rajoy hombre, una humana comprensión.
Y ante el panorama que nos deja por haberse marchado con cuatro días de retraso -si lo hubiera hecho el pasado viernes no tendríamos hoy a Sánchez en La Moncloa-, algo de enfado y mucho trabajo por delante. Toca mirar hacia el futuro. Vamos a ello.
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