Herodes y los Magos son los arquetipos entre los que basculan los poderes políticos en relación con la verdad, la justicia, el derecho natural, la moral pública y Dios.
El astro del Rey de los Judíos. Misteriosos estos magos (μάγοι) de oriente de los que nos habla san Mateo en su evangelio. Misterioso también el astro (ἀστὴρ) que seguían. Según estos magos, el astro que vieron en oriente y que siguieron hasta Jerusalén es el astro del nacido rey de los judíos. ¿De qué tipo de profecías, revelaciones o razonamientos se sirvieron estos personajes para ver en aquél astro un signo de un rey? Mateo no nos lo precisa. Pero lo que sí es claro es que la llegada a Jerusalén de los magos coincidió con una época de gran expectación mesiánica en Judea.
Belén, Ciudad-Profecía. Sorprendentemente, todavía hoy conservan los judíos observantes la profecía de Miqueas 5, 2, que anuncia que el Mesías nacería en Belén. Ellos no creen que Jesús sea ese Mesías esperado, aunque naciera en Belén. Pero Herodes, reyezuelo de los judíos (el verdadero ‘rey’ era el emperador de Roma), sí creyó en la profecía y en su cumplimiento en Jesús. También creyeron los magos, pero de un modo muy distinto. La concepción política del mesianismo que tenía Herodes, y su ambición desmedida de poder, le llevaron a ordenar la matanza de primogénitos. Los magos, en actitud humilde, querían rendir reverencia al niño rey, al cual parece que atribuían cierta sacralidad, basados en anuncios y signos que creían divinos.
Rindieron profunda reverencia al niñito. Hasta tres veces se habla en este pasaje de Mateo de la actitud de reverencia (προσκυνέω) ante el niño Jesús. Los magos habían viajado desde oriente precisamente para reverenciar al niñito, y cuando lo encontraron, se postraron en tierra para hacerlo, ofreciéndole grandiosos y simbólicos regalos. También Herodes dijo que tenía la intención de rendirle reverencia, pero su propósito era diametralmente el contrario: matarlo. Desde pequeño se cumple en Jesús, pues, la profecía de Simeón, que le auguraba ser signo de contradicción.
En nuestro tiempo se habla mucho de neutralidad política en cuestiones morales y religiosas. Tengo mis serias dudas de que tal neutralidad sea posible de manera absoluta en la vida política. En la práctica encontramos gobernantes que se inclinan bien a favorecer el catolicismo y sus valores, o bien a perseguirlos. Porque la fe y la moral católica es clara y precisa en los aspectos fundamentales de la vida personal y social. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en testimonio de ello. Obviamente, no sólo existen el “blanco” y el “negro”, sino también la “escala de grises”, puesto que hay mandatarios que favorecen ciertos valores cristianos y denostan otros. Pero ¿neutralidad? ¿Puede ser neutral la actitud de un gobierno con la jerarquía católica, con las escuelas de impronta cristiana, con la presencia de crucifijos en lugares públicos, con el concepto de familia, con el terrorismo, con la pobreza, con la droga o con la vida del niño no nacido?