La mayor comunidad de Hermanas Adoratrices de España se encontraba en Madrid, en la conocida como Casa General de las Adoratrices que se encontraba en la calle de la Princesa. El 18 de julio de 1936, el local principal de este centro fue ametrallado por milicianos comunistas y anarquistas, por lo que las hermanas decidieron abandonarla y distribuirse en casas de familiares y amigos. Aquellas que no encontraron alojamiento se quedaron varios días en la Casa General, hasta que la superiora de la comunidad, la Madre Diosdada Andía, alquiló en la primera semana de agosto un piso en el número 15 de la calle Costanilla de los Ángeles.
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Desde el primer momento, la hermana Manuela Arriola se hizo cargo de la gestión y administración de esta residencia camuflada. El refugio parecía seguro y a mediados de agosto empezaron a llegar al piso Adoratrices escapadas de varias poblaciones en las que sus conventos y comunidades habían sido atacadas y cerradas por milicianos de los partidos que apoyaban al Frente Popular. Así, hasta diez monjas llegaron desde Alcalá de Henares, Guadalajara o Almería. En total, fueron 23 las hermanas que ocupaban el piso.
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Sus condiciones de vida eran más que austeras. Sin muebles, usaban cajas de cartón a modo de camas y sillas y las provisiones que conseguían no eran suficientes para alimentar a un grupo tan numeroso, por lo que sus salidas a la calle fueron cada vez más frecuentes, exponiéndose a ser descubiertas por las patrullas milicianas que frecuentaban esa zona del centro de Madrid.
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Para poder tomar la comunión, consiguieron contactar con un sacerdote que, cada semana, les entregaba las formas consagradas suficientes para poder recibir el sacramento a diario. La encargada de custodiar la caja de madera que las contenía fue la hermana Rosaura López Brochier.
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El secreto de la estancia de las hermanas en el piso de Costanilla de los Ángeles duró poco y, en septiembre, era ya un secreto a voces que el inmueble estaba ocupado por monjas. Aun así, no recibieron apenas visitas desagradables hasta que el 9 de noviembre, durante una alarma antiaérea en la que bajaron a la calle para ponerse a resguardo, fueron descubiertas por un grupo de milicianos comunistas cuando salían del portal del edificio.
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Una vez terminada la alarma, las hermanas regresaron al piso, donde esperaban media docena de milicianos que las detuvieron inmediatamente para conducirlas a la checa de Fomento, incluida la hermana Lucía González García que se encontraba impedida. En ese centro, uno de los más brutales de las decenas de prisiones gestionadas por las milicias que había en Madrid, fueron torturadas y asesinadas. La mayoría de los cuerpos de las adoratrices fueron encontrados junto a la tapia del cementerio de La Almudena, donde reposan muchas de ellas. Otras fueron trasladadas a Vicálvaro y dos de ellas al Valle de los Caídos.
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Además de las 23 Adoratrices capturadas en la casa de Costanilla de los Ángeles, otras cuatro hermanas de la misma orden fueron asesinadas en Madrid durante la Guerra Civil tras ser identificadas y detenidas cuando se encontraban ocultas en residencias particulares. Junto a ellas fueron fusilados muchos de sus protectores.
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