El nacionalismo en el País Vasco vive un proceso de crecimiento y las fuerzas abertzales se ven en condiciones de exigir a Mariano Rajoy uno de sus grandes anhelos: expulsar a las Fuerzas de Seguridad del Estado de la región. Tras décadas de violencia de ETA, el PNV se apunta a las tesis de Bildu y presiona al PP bajo el argumento de que vivimos una próspera época de paz.
Los agentes no han tardado en dar su respuesta: «Seguiremos en el País Vasco». Una réplica contundente de aquellos que pusieron su pecho y su nuca para defender los intereses de la ciudadanía por encima de la violencia inhumana de un grupo terrorista y la connivencia de muchos que, durante los años más duros, guardaron un conveniente silencio cuando eran otros los que sufrían el acoso y la persecución de ETA.
Guardias civiles y policías, a los abertzales: 'Seguiremos en el País Vasco'
En realidad, el mensaje de los agentes debería ser que “nunca nos hemos ido”. Incluso en los días más oscuros, la Guardia Civil y la Policía Nacional resistieron como los soldados españoles en el sitio de Baler. En 1899, cuando el Imperio vivía sus últimos días y parecía que no quedaba nada por lo que luchar, el teniente Saturnino Martín Cerezo y sus compañeros marcharon de la iglesia que habían guardado de las fuerzas filipinas después de 337 días de heroica resistencia. Salieron con honor del templo, desfilando con marcialidad de cuatro en fondo, orgullosos y recibiendo los honores de las tropas zagalas.
El honor en la España del siglo XXI es cosa de pocos, pero las Fuerzas de Seguridad del Estado se han convertido en guardianes del principio que forjó el comienzo del Imperio en cuyos dominios el sol no se ponía jamás hace algo más de 500 años. La sociedad española nunca olvidará el sacrificio de aquellos que dieron su vida en España por defender un concepto tan desgastado en estos días como la libertad.
506 agentes murieron para que generaciones completas de vascos (y españoles) no tuvieran que mirar debajo de su coche cada mañana buscando un artefacto explosivo antes de llevar a sus hijos al colegio. En el País Vasco no existió ninguna guerra: sólo una banda de cobardes asesinos que nunca tuvieron el valor de hacer frente a sus enemigos y que hicieron del tiro en la nuca su seña de identidad.
«Deberíamos defender nuestra isla, sea cual sea el coste, debemos luchar en las playas, debemos luchar en los campos de aterrizaje, debemos luchar en las colinas, nunca nos debemos rendir», afirmó Winston Churchill en una de sus intervenciones radiofónicas durante los bombardeos nazis a las islas británicas. Precisamente fue lo que hicieron las Fuerzas de Seguridad en el País Vasco. Defender nuestra identidad histórica y acabar con aquellos que querían liquidarla.
El precio a pagar fue muy elevado y no podemos tolerar que la cobardía de los políticos propicie la construcción de un relato alternativo. El ejemplo de Colombia y el llamado ‘proceso de paz’ con los narcoterroristas de las FARC debería servirnos de lección. De no ser así, siempre estaremos aquí para recordarle al político de turno lo que durante más de 30 años ocurrió en una región al norte de España.