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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

‘El País’ celebra la ‘huida secesionista’ del PSC

“Yo soy el presidente del Gobierno”. La última vez que escuché decir algo parecido a Mariano Rajoy fue en unas circunstancias mucho más dramáticas para España. Corrían aquellos turbios días de marzo de 2004 y en vísperas de unas elecciones generales y con cinco mil energúmenos rodeando la sede central del PP en la madrileña calle de Génova 13, el actual jefe del Ejecutivo tuvo que salir a las nueve de la noche, en una improvisada –y forzada rueda de prensa– para comenzar con aquellas palabras que, Alfredo Urdaci, años después en sus memorias, consideró un craso error: “Soy Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular”. Ocho años, por obra y gracia de aquella maldita masacre, le costó llegar a Moncloa. Felizmente hoy las aguas políticas corren algo más templadas, pero el desafío independentista sigue ahí, más vivo que nunca. Y Rajoy ha tenido que apelar, por segunda vez en su historia política reciente, a su auctoritas: “No voy a aceptar que nadie juegue con la soberanía nacional”, leemos en el diario La Razón.

 

La edición digital de El País amplifica las declaraciones de Pere Navarro, líder de la facción catalana del PSOE: “Hay quien trabaja más para sí mismo que para el PSC”, en clara alusión a los críticos de su partido, que siguen apostando por ese difuso concepto que se ha dado en llamar derecho a decidir. Navarro ha conseguido de momento ganar una batalla –puñetazo en la mesa de fin de semana y vuelta a las tesis federales de Ferraz para tranquilidad de Rubalcaba– pero no la guerra; los críticos, la facción más soberanista del PSC, los de apellido, los niños bien de las grandes familias catalanas –Raventós, Maragall– los que miran por encima del hombro, cuando no desprecian, abiertamente, al charnego –que dígase lo que se diga es quien le da los votos al PSC en Cataluña– esperan a Navarro en el Parlament. Veremos, dijo un ciego… El País celebra, como no puede ser de otra manera, que Rubalcaba aparque, al menos de momento, uno de los múltiples incendios que tiene a su alrededor.

 

La resaca del fin de semana nos deja los rescoldos, ya que de incendio en incendio vamos, de la resolución –¡por fin!– de la huelga de limpieza en la capital de España que ha tenido a los ciudadanos madrileños durante doce días chapoteando entre basura. Pide ahora la señora alcaldesa, Ana Botella, una ley de huelga… y tiene razón para hacerlo. El problema, o parte de él, lo ha tenido doña Ana en casa durante dos legislaturas porque ni José María Aznar, ni antes Felipe González, se atrevieron a regular este derecho fundamental, que recoge la Constitución, pero al que únicamente desarrolla un decreto de 1977 –preconstitucional por tanto– y que provoca huelgas salvajes como las no lejanas de los controladores aéreos, del Metro –también de Madrid– o esta última de los servicios de limpieza.

 

Incluye El País en sus páginas de opinión una columna… ¿lo han adivinado?… ¡incendiaria! de Josep Ramoneda en la que el veterano periodista catalán utiliza este conflicto laboral como metáfora de un país –a su entender– “desgobernado”: habla Ramoneda de “la imagen de un país sin proyecto compartido, que sobrevive como puede, con un distanciamiento creciente entre gobernantes y gobernados, como señalan las encuestas. Y la prensa extranjera saca punta de un paisaje urbano metáfora de la irresponsabilidad, que da pábulo a los tópicos que vienen del Norte”. Demoledor. Espero que ese país no sea el mío. Si lo he leído en El País puedo albergar alguna esperanza de que, efectivamente, no lo sea.

 

Eurico Campano

 

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