«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

De cuando el periodista es la noticia, maldita noticia…

En la noche del lunes los adictos a Twitter, que en el fondo somos muchos menos de los que parece, nos vimos sorprendidos por la noticia de que un reportero del diario El Mundo, Javier Espinosa y el fotógrafo Ricardo García Vilanova habían sido secuestrados, a mediados de septiembre, por un grupo de rebeldes sirios afín a Al Qaeda. Ha llamado mucho la atención del respetable la tardanza de los familiares y de la propia dirección del medio para el que trabajan en comunicar el secuestro de nuestros colegas.

Y una vez comunicada la noticia, más ha sorprendido el hecho de que se hayan suministrado muy pocos datos, o prácticamente ninguno, acerca de la autoría del secuestro, de las circunstancias en las que se produjo, del móvil del mismo y, esto es lo más tremendo, de si Espinosa y Vilanova se encuentran aún con vida. Ya saben que en esta profesión nuestra somos algo especiales –como en muchas otras, suponemos– y tendemos a un cierto corporativismo, en éste caso más que justificado. Permítasenos decir que, precisamente éstas son las noticias de las que no se debe hablar ni poco ni mucho… nada hasta que no estén resueltas.

Así es como se hace en todos los países desarrollados, y así debe ser también en España. Recuérdese el secuestro de los dos cooperantes catalanes en Mauritania… y es que, uno de los perversos efectos que produce el estar hablando todos los días de personas secuestradas en países de alto riesgo es precisamente que suba el precio del rescate… o algo aún peor: que no vuelvan. Si la noticia ha tardado tres meses en ser conocida habrá una buena razón para ello. Esperemos que la de la liberación de nuestros colegas llegue pronto.

La Razón destaca en su portada que “la Abogacía del Estado y el Fiscal rechazan que la Infanta declare como imputada”.

Claro. La noticia sería lo contrario y, visto lo visto, aunque hay quien sostiene que finalmente el juez instructor José Castro se saldrá con la suya, o mucho nos equivocamos, o doña Cristina se ahorrará el doloroso trance de hacer el paseíllo ante decenas de flashes y periodistas apostados frente a la Audiencia de Palma. Qué más les gustaría a muchos que esa foto para volver a rugir con fuerza exigiendo la Tercera República, aunque más cabría decir un nuevo Frente Popular, que es lo que realmente ansían. Son los mismos que han convocado un nuevo aquelarre el próximo sábado frente al Congreso en el que sacarán de nuevo a pasear su infantil demagogia izquierdista, rancia y decimonónica, con la que pretenderán una vez más arrogarse la representatividad del pueblo –poco más de mil vienen siendo en las últimas convocatorias, muchos de ellos fichados por la Policía–. No pasará nada. Las Fuerzas de Seguridad del Estado ya les están esperando.

Terminaremos, qué remedio, haciendo alguna referencia al macrofuneral de Nelson Mandela que ha reunido en la capital sudafricana a todos los líderes del mundo mundial, presidente checo incluido –demonio de micrófonos abiertos–. Un funeral que nos ha dejado fotos para la historia, como la del cubano Raúl Castro estrechando la mano de Obama. Algún querido y malintencionado colega nos susurra al oído que, tal vez, Obama nunca se hubiera permitido esta foto si todavía estuviera en mitad de su primera legislatura, pendiente de una incierta reelección. Bien entrada ya la segunda, al afroamericano se le da una higa darle la mano a quién a él le dé la gana, faltaría más. Ya está a punto de alcanzar la gloria que los dioses reservan sólo a unos pocos elegidos: ser expresidente. No es el único que parecer desear tal estatus.

Eurico Campano

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