«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Totó Riina, el capo mafioso sin límites

El capo de la mafia siciliana Totó Riina, en la cárcel | EFE

María Falcone dijo que nunca había perdonado el asesinato de su hermano, el juez antiMafia Giovanni Falcone, ordenado por Riina porque para un cristiano era esencial ver el arrepentimiento… y Riina ha muerto sin haberlo manifestado jamás.

El reciente fallecimiento de Salvatore Totó Riina nos trae el recuerdo una de las etapas más duras de la Historia reciente de Italia. En efecto, Riina no solo fue el capo mafioso más fuerte de la Mafia siciliana (conocida bajo el nombre de Cosa Nostra), sino también uno de los más sanguinarios que ésta haya conocido. Porque en los años setenta y, sobre todo, en los ochenta, sembró el sur de Italia de cadáveres, unas veces pertenecientes a otros clanes mafiosos, otras veces de representantes de la clase política italiana. Por citar alguna de sus ilustres víctimas, podemos recordar el nombre de Piersanti Mattarella, hermano del actual Presidente de la República italiana (Sergio Mattarella) y brutalmente tiroteado a comienzos del año 1980 cuando salía de misa.
Conocida es la influencia de la Mafia en Italia desde hace un siglo, aunque su virulencia se acentuó a partir del inicio de la decadencia del terrorismo de izquierdas y derechas que asoló Italia en los años setenta (célebres fueron las Brigadas Rojas, que en la primavera de 1978 secuestraron para finalmente asesinar a Aldo Moro, en ese momento Presidente de la Democracia Cristiana y uno de los mayores exponentes del ala izquierda de este partido), en aquella etapa que se conoce como gli anni di piombo (los años de plomo). Así, en los años ochenta Cosa Nostra fue ganando terreno en la isla de Sicilia ante la pasividad de la mayor parte de la clase política y solo se pudo poner coto a esta realidad cuando decidieron asumir un papel del máximo protagonismo dos jóvenes (ambos naturales de Palermo, capital de Sicilia) jueces anti-Mafia llamados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, todo ello con la inestimable colaboración de un mafioso “arrepentido” llamado Tomasso Buscetta, quien les dio toda la información clave sobre el funcionamiento de la Mafia en Sicilia. Ellos serían los que llevarían ante los tribunales a casi medio millar de mafiosos en la segunda mitad de los ochenta, en lo que se conoció como el “maxi-proceso” contra la Mafia italiana, y que acabó con casi un centenar de ellos entre rejas.

Buena nota

Riina tomó buena nota de estos dos valientes jueces y para el verano de 1992 ambos habían sido asesinados a manos de Cosa Nostra: Falcone, en mayo, y Borsellino, en julio, ambos en dos atentados perpetrados con el mayor grado de brutalidad posible. Esta situación de estrecho cerco contra la Justicia italiana llevó al gobierno entonces presidido por el socialista Giuliano Amato (junio de 1992-abril de 1993) a redoblar la presencia de las autoridades tanto policiales como militares italianas y, al final, éstas lograron dar el gran golpe de capturar a Riina en una céntrica calle de la propia Palermo. Riina acabaría siendo condenado a nada más y nada menos que 26 cadenas perpetuas como consecuencia de los más de cien asesinatos que pesaban sobre sus espaldas, por lo que ha pasado casi un cuarto de siglo en diferentes centros penitenciarios italianos.

Un descenso en la criminalidad a cambio de beneficios penitenciarios para los mafiosos encarcelados. ¿Hubo o no tratativa?

Lo cierto es que Riina se ha llevado a la tumba un buen número de secretos. El primero es saber si realmente, como dicen algunos, siguió siendo el “capo” de la Mafia italiana hasta el final desde el lugar que ocupaba en la cárcel de Parma, ya que, entre otras cosas, se tiene constancia de que siguió amenazando a magistrados y políticos como el actual Fiscal de Palermo, Antonio Di Matteo.
Otro secreto que Riina se ha llevado a la tumba es si realmente hubo o no la llamada tratativa (trato o acuerdo) entre el Estado italiano y la Mafia durante los años 1992-94. Según los que consideran que sí existió, parece que ser que las principales autoridades políticas acordaron con los jefes de la Mafia un descenso en su grado de criminalidad a cambio de beneficios penitenciarios para los mafiosos encarcelados: recordemos que en aquel momento la clase política se encontraba en mitad del huracán de Tangentopoli, aquel asunto de corrupción que acabó, entre otras cosas, con los principales partidos políticos del país (democracia cristiana, socialdemocracia, socialismo, liberalismo). Algo debe haber de cierto en todo esto, no solo porque descendió la actividad criminal de los mafiosos durante este tiempo, sino porque el mismísimo Giorgio Napolitano fue interrogado acerca de este turbio asunto a finales de 2014, cuando aún era Presidente de la República italiana (recordemos que en aquellos años 1992-94 había sido Presidente de la Cámara de Diputados y uno de los principales líderes de la izquierda italiana), aunque lo cierto es que Napolitano pudo retirarse de la vida política sin ninguna condena por lo sucedido en torno a esta supuesta negociación.
Finalmente, Riina ha dejado sin desvelar si la Cosa Nostra que él dirigió desde comienzos de los años setenta ha estado detrás de la proliferación de mafias en el conjunto del Estado italiano. Recordemos que la Mafia fue durante mucho tiempo un fenómeno fundamentalmente rural y centrado en tres puntos concretos: Cosa Nostra dominaba Sicilia; la N´Drangetta lo hacía en la vecina región de Calabria; y la Camorra en la ciudad de Nápoles. Lo cierto es que ahora la Mafia está más extendida que nunca, habiendo ampliado su área de influencia a la propia capital del Estado (la llamada Roma Mafia Capital) y apareciendo alguna nueva organización mafiosa que está superando en brutalidad y violencia a todas las mafias anteriormente vistas: hablamos de la Societta foggiana, que controla toda la región de Puglia y que ha obligado al Ejército italiano a desplegar sus tropas en algunas de las ciudades más importantes de esta pobre región meridional, como es el caso de Foggia.
Riina, a sus 87 años, se ha ido de este mundo dejando un reguero de sangre y violencia y sin el más mínimo signo de arrepentimiento. No resulta de extrañar que María Falcone, hermana del Juez anti-Mafia asesinado, haya dicho que no puede perdonar lo que hizo con su hermano por la sencilla razón de que para un cristiano, llegado el momento de conceder el perdón, necesita haber visto antes el arrepentimiento sincero de quien lo pide. Pero Riina no lo hizo en ningún momento, y ahora solo queda por saber quién ocupará su lugar en un mundo, el mafioso, que sigue siendo una de las mayores lacras de la vida italiana.
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