«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Julio Ariza. Empresario. Su campo de emprendimiento, inversión y trabajo han sido los medios de comunicación, en donde comenzó con la renovación de Radio Intereconomía en 1996. Posteriormente fue ampliando el grupo Intereconomía con una televisión y una cabecera de prensa, La Gaceta, que evolucionaron hasta ser medios digitales. Actualmente, Julio Ariza lidera Intereconomía TV, que ha pasado a denominarse El Toro TV, y como autor de Rebelión en la Granja
Julio Ariza. Empresario. Su campo de emprendimiento, inversión y trabajo han sido los medios de comunicación, en donde comenzó con la renovación de Radio Intereconomía en 1996. Posteriormente fue ampliando el grupo Intereconomía con una televisión y una cabecera de prensa, La Gaceta, que evolucionaron hasta ser medios digitales. Actualmente, Julio Ariza lidera Intereconomía TV, que ha pasado a denominarse El Toro TV, y como autor de Rebelión en la Granja

Derecho a dividir, derecho a matar

12 de octubre de 2014

Cada mujer es libre para decidir sobre su propio cuerpo gritaban las feministas de los años setenta espoleadas por las consignas engendradas en las logias francesas coordinadas por Pierre Simón. Era el «derecho a decidir», el inapelable y profundamente cristiano derecho a decidir. La sublime exaltación del libre albedrío humano.

En realidad todo era una gran falacia. No había ningún derecho a decidir, lo que se defendía con tanto ardor era el derecho a matar. A matar a los todavía no nacidos en el vientre de sus madres.
El derecho a decidir es hoy un eslogan. Para los nacionalistas catalanes, por ejemplo, es el nombre asignado al «derecho a dividir». La utilización de lo irrenunciable, de lo sublime, de lo radical e indubitablemente humano que es la libertad como una burda excusa para la promoción de lo peor.

Hemos permitido que la semántica se apodere de nuestro discernimiento y lo ciegue. El derecho a matar o a dividir o a enfrentar a los hombres constituye, por arte de cambiar las palabras, los objetivos loabilísimos de unas masas ofuscadas y confundidas.

Y todo esto con el maravilloso envoltorio de lo «sostenible». ¡Como si una sociedad que aborta a sus hijos o un país que se divide y se trocea fueran proyectables en el tiempo! ¡Como si mi derecho a decidir no tuviera que confrontarse inevitable y justamente con el derecho a decidir del «otro»!

Creen o, dicen creer, que su»derecho a decidir» es un absoluto. El bien común, la unidad, la legalidad, no son ni comparsas en la gran fiesta de su liberación.

Y ahora se suman los del derecho a decidir su sexualidad. Los del derecho a decidir como van a «educar» a «nuestros» hijos. Están convirtiendo en un párvulo al inocente Voltaire, la tolerancia es unidireccional hacia y para sus ideas claro. Los demás ¡ajo y agua!

No nos lo dirán nunca, pero ya sólo se trata de su derecho a decidir…sobre nosotros. Mal vamos.

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