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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La defensa de España, al límite

27 de abril de 2016

Por Luis Feliú Ortega

Toda sociedad democrática aspira legítimamente a vivir y desarrollarse en paz, justicia, progreso y bienestar social y para eso necesita una estabilidad y una seguridad no sólo de su territorio sino también de sus ciudadanos, de sus instituciones y de sus intereses. Es lo que hoy se denomina Seguridad Nacional. Pero esta seguridad está sujeta a unos riesgos y amenazas de todo tipo que la comprometen y que pueden proceder, tanto del exterior como  del interior.

Es misión del Gobierno el mantenerla todo lo posible y para ello cuenta con una serie de medidas e instituciones que conforman la Defensa Nacional y que debe concebirse como  la “disposición, integración  y acción coordinada de todas las energías y fuerzas morales y materiales de la Nación ante cualquier forma de agresión” así lo decía la Ley O. 6/1980 que ignoro por qué fue luego suprimida. Estas medidas pueden resumirse en evitar los factores de riesgo, previsión de las amenazas, protección y resiliencia de las infraestructuras críticas y   disuasión, rechazo, y en su caso destrucción del causante de la agresión. Para ello se cuenta con una serie de órganos e instituciones públicos y privados que ejecuten las medidas necesarias, desde las más suaves como pueden ser las acciones políticas, diplomáticas, económicas y culturales, hasta las más duras como las acciones de inteligencia, policiales y llegado el caso, militares.

Porque aunque deben agotarse antes todos los medios no violentos, desgraciadamente demasiado frecuentemente hay que recurrir al uso de la fuerza para garantizar la defensa y para eso hay que disponer de una Fuerzas Armadas adecuadas con capacidades suficientes para disuadir y rechazar cualquier tipo de agresión.

Es muy corriente en la sociedad actual española que a  las Fuerzas Armadas se las considere sólo para hacer frente a ataques de fuerzas militares similares y más concretamente en la defensa del territorio. Hoy en día la amenaza más probable y más peligrosa es la que se conoce con el nombre de amenaza híbrida, es decir la que combina acciones de todo tipo: psicológicas, económicas, cibernéticas, terroristas, de insurgencia, de guerrillas e incluso de ataques convencionales. El yijadismo es un buen ejemplo y España es uno de sus objetivos.

Ya no se trata solamente, como antaño, de destruir el ejército enemigo que se nos opone, ni siquiera se trata solamente de mantener o conquistar un objetivo territorial; hay que vencer en el orden o dominio humano y para eso es preciso combinar las acciones militares con otras de tipo político.

Se necesitan pues unas Fuerzas Armadas que sean capaces ser proyectadas allí donde se encuentre la amenaza, de actuar en ese nuevo dominio y además muy flexibles para poder pasar en breve plazo de cometidos de protección o lucha contra pequeñas partidas a verdaderos combates contra elementos alarmados. Además, ahora hay que actuar frecuentemente entre y para la población civil. Si hay que ganarse sus mentes hay que actuar entre ellos. Si hay que proporcionar seguridad y estabilidad hay que estar presente allí donde se necesite. Si siempre el elemento decisivo fue el que estaba sobre el terreno, hoy lo es mucho más. Las fuerzas navales y aéreas, siguen siendo importantes pero el Ejército de Tierra es hoy más que nunca el componente fundamental y el único resolutivo.

El Ejército actual necesita una instrucción y un adiestramiento mucho más intenso y completo que el de hace sólo unas décadas; desde el  soldado hasta el oficial  pueden verse solos en situaciones difíciles y diversas y necesitan un equipo y un armamento cada vez más sofisticado. Todo ello necesita una financiación, no solo para la adquisición sino para el mantenimiento del mismo y para la instrucción y adiestramiento del personal.

Sin embargo este Ejército está sufriendo unas restricciones importantes tanto en el personal como en su equipamiento. Se retrasan programas importantes como el vehículo 8×8 para sustituir a los viejos y anticuados BMR, los necesarios helicópteros de ataque llegan con cuentagotas y lo que es peor, escasean los fondos para la necesaria instrucción y adiestramiento.

El Estado Mayor del Ejército ha elaborado un inteligente plan muy adecuado para lograr un eficiente uso de los recursos y hacer frente a las distintas situaciones. Se han producido sucesivas reorganizaciones tratando de reducir costes y aumentar su eficiencia. Así, se ha reducido toda la Fuerza a un cuartel general de alta disponibilidad, dos cuarteles generales de División y ocho brigadas polivalentes que contienen todas y cada una distintas unidades de combate y apoyo, se han tratado de externalizar y racionalizar servicios y misiones no exclusivas de la parte militar, utilizar simuladores para abaratar la instrucción, rotar el material para instrucción, manteniendo “invernado” al resto para minimizar el mantenimiento; se han reducido las maniobras, los cursos de presente y las comisiones de servicio, hasta tal punto de que no se puede reducir más sin que peligre la defensa ante las posibles amenazas identificadas, ni nuestra contribución a los compromisos contraídos con las organizaciones internacionales OTAN, UE y ONU. Aún así se tiene la impresión de que  nuestras autoridades y por supuesto la población, no son conscientes de los riesgos y amenazas a los que podemos enfrentarnos, no creen en la necesidad de estar preparados para el combate y la batalla y ganarlos y se preocupan más de las misiones de paz y seguridad cooperativa que no requieren las mismas capacidades.

Como consecuencia, no se siente la necesidad de un presupuesto mayor. Todo lo contrario, cuando hay que reducir, el primero que se quiere reducir es el de Defensa. No hace falta decir que de toda Europa, sólo Luxemburgo tiene un presupuesto más bajo, en relación con el PIB, que España.

Es suicida el pensar que llegado el caso ya lo tendríamos. Nuestra sociedad valora bien a las FAS porque actúan, como la UME, en protección civil y por su actuación en las actuales misiones  pero no por su papel en la Defensa Nacional. La Historia reciente de nuestra patria está llena de ejemplos de situaciones en las que llegado el caso se exigió al Ejército que se empleara sin la necesaria preparación y luego se le exigieron responsabilidades.

El problema es que un verdadero ejército no se improvisa y si no, que se lo digan a los EE.UU. cuando la Primera GM, e incluso cuando la Segunda y finalmente en Corea y Vietnam. En todos los casos tuvieron que rehacer el Ejército de Tierra y esto les llevó tiempo, dinero y sinsabores.

No  ha existido un verdadero y continuado esfuerzo  para difundir una verdadera y sincera cultura o mejor una conciencia de Defensa. Se trata siempre de obviar estos problemas, de procurar evitar el hablar de la necesidad de prever una Defensa que proteja de los riesgos y amenazas que realmente existen contra la Seguridad y mucho menos de que para ello sea necesario dotarse de unas Fuerzas Armadas eficaces. Querrían prescindir de las FAS o verlas convertidas a todas en una especie de Unidad Militar de Emergencias o en una Agencia Humanitaria o todo lo más en una superpolicía.  Desgraciadamente, la violencia no ha sido erradicada de nuestro mundo y mientras siga habiéndola será necesario que los Estados se doten de los elementos necesarios para evitar que con ella se amenace la Seguridad.

Hay que aceptar que la percepción de la Defensa Militar por parte de un amplio sector de la sociedad es que no es un gasto social porque es aparentemente  improductivo, no es hija del mercado y no es políticamente rentable.

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