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una fundación financiada por el Dr. Antony Fauci estuvo implicada en su elaboración

Estados Unidos financió la creación del ‘coronavirus quimera’ en Wuhan

Trabajadores en un laboratorio de China. Europa Press

El Dr. Antony Fauci, máxima autoridad contra la pandemia en Estados Unidos, mintió en su debate contra el senador republicano Rand Paul cuando este le acusó de financiar investigaciones de ganancia de función en coronavirus en el laboratorio chino de Wuhan. Fauci le llamó mentiroso en ese momento, y la cosa quedó en tablas en ese momento.

Hasta ahora. El diario online The Intercept ha apelado a la Ley de Libertad de Información (FOIA, de sus siglas en inglés) contra el Instituto Nacional de Salud (NIH), gracias a lo cual ahora tenemos confirmación oficial de que EcoHealth Alliance, una fundación neoyorquina dirigida por Peter Daszak y financiada por Fauci, estuvo activamente implicada en investigación de ganancia de función para elaborar coronavirus quiméricos basados en SARS, que podían infectar células humanas.

Para entender lo que está pasando y lo que quiere decir todo esto, permítanme un somero resumen. Estamos hablando de armas biológicas, absolutamente prohibidas por lo que nadie que trate con ellas las llama ‘armas biológicas’. Eso de ‘ganancia de función’ consiste, lisa y llanamente, en coger un virus y ampliar artificialmente su potencia de contagio.

Eso empezó a hacerse en territorio norteamericano hasta que se prohibió, por razones perfectamente comprensibles, la investigación de ganancia de función, por aquello de que es difícil explicar con palabras sencillas qué utilidad tiene fabricar supervirus contagiosísimos si no es para su uso como arma.

Así que Fauci se llevó sus investigaciones a China, más permisiva con este tipo de engendros, concretamente al laboratorio de Wuhan, especializado precisamente en coronavirus. Lo demás es historia, una historia que ha puesto patas arriba a todo el planeta en todos los aspectos: económico, político, social…

Del laboratorio en cuestión se escapó -casual o premeditadamente- el monstruito nacido de la estrecha colaboración entre Fauci y los chinos, la OMS decretó la pandemia, y Fauci salvó el cuello, de momento, siendo nombrado responsable de la lucha contra la enfermedad, lo que no deja de ser profundamente irónico. Desde su puesto y con la inestimable y lacayuna prensa convencional, consiguió que se desechase como ridícula la explicación que se le ocurría a cualquiera con dos dedos de frente: que si la pandemia de coronavirus se había originado en una ciudad con un laboratorio especializado en coronavirus, las probabilidades de que hubiera escapado de ese mismo laboratorio eran abrumadoras.

Tan abrumadoras, de hecho, que aunque Fauci se mantuvo firme en la defensa de la Fábula del Pangolín y el Murciélago mientras daba bandazos en todo lo demás -mascarillas no, mascarillas sí; confinamiento no, confinamiento sí: ya conocen la rutina-, la verdad empezó a salir a la luz y acabó haciéndose evidente, de modo que hasta el propio doctor tuvo que reconocer que bueno, que quizá, que podría ser.

Pero a lo que se ha llegado ahora con la información oficial arrancada por The Intercept es a conocer la participación del propio Fauci en la creación del monstruo, algo sobre lo que mintió con toda la boca ante el Congreso. Si uno de los principales responsables de millones de muertes, hospitalizaciones, cierres de empresas, suicidios, pérdida de un año escolar, ruina económica, recorte de libertades y demás a escala mundial no paga por ello, lo mínimo es que no siga dirigiendo la lucha contra su propia criatura.

Pero uno ya no puede esperar ni lo más evidente en estos tiempos. Hace poco, la portavoz de la Casa Blanca, la inefable Jen Psaki, preguntada por la posibilidad de cese de Fauci, no solo lo negó, sino que añadió que no veía razón para cesarle jamás. Veremos ahora.

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