«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las violaciones en masa cometidas por el Ejército Rojo

El jefe de propaganda del ejército soviético lo tenía claro y así se lo trasmitió a las tropas comunistas que, tras romper el frente oriental, entraron en Alemania: «¡Maten! ¡Maten!. En la raza alemana no hay más que mal, ¡ni uno entre los vivos, ni uno entre los aun no nacidos, nada más que mal! Sigan los preceptos del camarada Stalin. Aniquilen a la bestia fascista de una vez por todas en su guarida. ¡Usen la fuerza y rompan el orgullo racial de esas mujeres alemanas! ¡Tómenlas como su botín de guerra! A medida que avancen, maten, nobles soldados del ejército rojo.»

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La consecuencia: dos millones de mujeres alemanas violadas, de las que casi un cuarto de millón asesinadas durante o después de la violación. Una conducta inducida por los mandos que trasmitieron a la tropa “su derecho” a tomar a las mujeres alemanas como parte del botín de guerra.

Las denuncias de violaciones en Alemania fueron sistemáticamente silenciadas y ocultadas tras la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al cabo, los soviéticos habían sido ganadores del conflicto y Estados Unidos, Inglaterra y Francia no estaban dispuestos, tampoco tenían fuerza para ellos como se demostró poco después, a enfrentarse contra Stalin y sus socios. Un libro publicado en 2005 por el historiador británico Antony Beevor “Berlín, la caída: 1945” demostró documentalmente la masacre cometida por el Ejército Rojo a medida que ocupaba territorio alemán.

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En la zona oriental, todavía durante la guerra, fueron violadas casi 1,4 millones de mujeres de todas las edades, desde niñas a ancianas. La orgía continuó con la toma de Berlín, donde más se cometieron más de 100.000 violaciones. Como si no hubieran tenido suficiente, en la zona controlada por la URSS, continuaron con esta práctica llegando a cometer otro medio millón de abusos.

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Las descripciones que Beevor recoge en su libro son espeluznantes: violaciones múltiples, niñas, ancianas,… El sadismo estuvo presente en todos los casos, pero especialmente en aquellos en los que, como la esposa del ex canciller Helmut Kohl, las hijas eran violadas delante de sus madres. O aquellas en las que los abusos sexuales iban acompañados de torturas que terminaban con la muerte de las víctimas.

La documentación oficial consultada por el historiador no deja lugar a la duda sobre los brutales hechos. En ellos, los más crueles resultaron ser los soldados mongoles que llegaron a crucificar vivas a mujeres que previamente habían violado y se llegaron a encontrar algunas que habían sido ahorcadas con sus propios intestinos tras haberles abierto el estómago.

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Infinidad de casos que no se restringieron a la entrada de los soviéticos en Alemania. Sucesos similares, aunque en menor número, se vivieron durante la toma soviética de Hungría, donde se han documentado 55.000 violaciones.

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