La Mezquita del Toreo rozó el lleno en el regreso de los toros a Melilla. En los corrales de la plaza aguardaban tres toros de La Palmosilla y tres ejemplares de Álvaro Núñez que cruzaron el Estrecho de Gibraltar en barco para ser lidiados por Alejandro Talavante, Emilio de Justo y Gonzalo Caballero. El himno de España abrochó el paseíllo entre los aplausos y la emoción del respetable.
Talavante descorchó el cartel y se gustó en el quite por chicuelinas que sirvió como carta de presentación. Tras brindar su faena al público, arrancó su actuación con la muleta de rodillas, llegando a componer incluso una ceñida arrucina que le valió para erguirse y recetar a su oponente un pase del desprecio, un cambio de mano y uno de pecho mirando al tendido. Basó después la faena en la mano izquierda, con naturales y molinetes muy ligados. El toro repetía, vivaz y animoso en los engaños, de modo que Talavante exprimió sus embestidas con la zurda y supo medir la duración de su actuación, evitando dilatarse innecesariamente. Cerró con un cambiado por la espalda, tres molinetes y un expresivo pase de pecho. La fulminante estocada pasaportó al burel. Cortó las dos orejas y recibió las vítores del público mientras compartía un abrazo con su apoderado Simón Casas.
De Justo también apostó por las chicuelinas a la hora de hacerle un quite al segundo ejemplar, perteneciente al hierro de Álvaro Núñez, pero el animal se quedó más parado e impidió un mayor lucimiento del matador. Tras brindar por los afectados por las lluvias que han golpeado con enorme dureza al Suroeste de Madrid y a la provincia de Toledo, De Justo tuvo que desplegar toda su capacidad y su inteligencia para arrancarle algunos muletazos a un ejemplar que nunca llegó a entregarse y que apenas regaló medias embestidas a un torero que no dudó en cruzarse. La persistencia y el empeño del matador, así como la visibilidad de la serie por bernardinas y la efectividad de la estocada valieron una oreja.
Gonzalo Caballero se disponía a pisar la arena de la Mezquita del Toreo cuando el tercero, también de Álvaro Núñez, destrozó las tablas superiores de un burladero. El comportamiento del astado en todo el primer tercio fue ciertamente desconcertante y la cuadrilla del espada madrileño tuvo que esmerarse sobremanera para poner orden en el caos. Brindó Caballero al público para después arrancar la faena quieto como una estatua, con dos pases por alto que acompañó con doblones y uno de pecho. Con el toro en los mismos medios del enorme ruedo del coso africano, el torero compuso una faena muy templada, extrayendo el recorrido de la embestida y puliendo los defectos del burel. Gustaron las dosantinas con las que cerró su actuación, hasta el punto de que el público estaba ya de pie cuando fue a coger la espada. Entró a matar con mucha verdad, pero recibió un pitonazo en el muslo derecho que le destrozó la taleguilla. El animal acabó doblando pero el mal uso de los aceros le dejó sin las dos orejas que sin duda habría recibido, pese a lo cual los aficionados melillenses le brindaron una cariñosa ovación.
Tras la merienda, Talavante se midió con uno de Álvaro Núñez. La primera serie fue prometedora, con bellos ayudados seguidos de una trincherilla y uno de pecho. Aunque el extremeño quiso torear al natural con su prodigiosa mano izquierda, el toro se fue cerrando en tablas. Con el animal más apagado y venido a menos, el también ganadero de bravo cuajó una serie en redondo, se fue a por la espada, arriesgó con unas manoletinas y entró a matar dos veces antes de dejar una media estocada. Ovación y palmas para el torero.
Saltó al ruedo el quinto de la tarde, de La Palmosilla, que permitió Emilio de Justo construir una faena maciza basada en su capacidad de mando. La autoridad del matador ante el animal ayudó a mejorar su condición, alargando sus embestidas y permitiendo un trasteo tan meritorio como lucido. La estocada tardó en hacer efecto, pero una vez lo hizo se desató una petición de oreja que fue atendida por el palco mientras el público reclamaba incluso un segundo trofeo.
Caballero recibió por delantales al sexto, arrancando así los primeros aplausos de la última actuación de la tarde. El de La Palmosilla tuvo movilidad y pareció herir al banderillero, David Jiménez, que sufrió un duro pisotón en la tibia y fue atendido en la enfermería a lo largo de la lidia del cierraplaza. Reconfigurada la cuadrilla, Caballero tiró la moneda al aire y confió en la movilidad y la buena condición que parecía tener el animal. Recibió sus embestidas desde la distancia más larga, componiendo un arranque de faena por estatuarios. Ya en los medios, se descalzó y volvió a apostar por darle espacio y tiempo a la franca y animosa embestida del ejemplar, al que se dejó venir muy largo y toreó encajado y muy de verdad. La intensidad del trasteo fue a más y Caballero remató su comparecencia en Melilla con un trasteo al natural y un largo pase de pecho que sirvieron como preludio para unas manoletinas. Hundió la toledana en todo lo alto y cortó dos orejas.