'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Roca Rey reconquista Sevilla 
Roca Rey reconquista Sevilla 
Roca Rey. Pagés
Por La Economía del Toro
21 de abril de 2024

Triunfo importante el que cosechó el peruano Andrés Roca Rey este sábado en la Real Maestranza de Caballería. Cortó dos orejas a su primer toro, de la ganadería de Victoriano del Río, y logró un apéndice más en su segunda actuación, de nuevo con un ejemplar de la divisa madrileña. Abrió la Puerta del Príncipe y reafirmó su poder de atracción con un nuevo cartel de «no hay billetes», arropado por dos toreros de arte como Juan Ortega y Pablo Aguado.

Tras un largo saludo capotero por verónicas, Roca dio la orden de cuidar al toro en los tercios de varas y banderillas, consciente de que necesitaba salvaguardar su poder para aprovechar las excelentes cualidades que luego se confirmaron en la muleta. Tras un inicio explosivo, con varios pases pendulares de rodillas, un molinete y un monumental pase de pecho, el peruano se puso en pie y cuajó al animal por ambos pitones, dibujando larguísimos naturales y rematando la actuación con una fulminante estocada. El público, que empezó más frío, acabó entregado. Dos trofeos.

En el segundo comenzó su actuación por estatuarios y luego aprovechó el buen aire del burel para componer la primera parte de una faena que fue a más gracias a la perseverancia de Roca, que sometió al animal y lo metió en la canasta ante el alboroto de un respetable enardecido ante el incontestable dominio y el impactante sometimiento que impuso la máxima figura del toreo en las últimas tandas. Entró a matar o morir y la media estocada le valió una oreja más y permitió a Roca salir en volandas hacia el Guadalquivir, anotándose así otra Puerta del Príncipe y agrandando más aún su figura.

No pudo repetir Juan Ortega su excelente actuación del pasado lunes de farolillos. Quien sí pudo lucirse fue Pablo Aguado, que toreó bajo una inesperada lluvia. Tampoco ayudaba el viento, pero el sevillano no se amilanó. Sonaba el precioso pasodoble dedicado a Eduardo Dávila Miura y el matador, vestido de plata y negro pero con el chaleco bordado en oro, acarició las embestidas del animal, que se entregaba a cuentagotas y acabó cerrado en tablas. Aguado hizo todo con suavidad y torería, aprovechando de una a una las dormidas acometidas del animal y logrando un trofeo como premio a una actuación repleta de exquisiteces. 

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