«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La décima de Rafael Nadal

Cuando Rafael Nadal apretó el puño a mitad del primer set y empezó a desplegar su arsenal de derechazos comprendimos que ya se trazaba el cuadro más bello de la historia del tenis: el décimo Roland Garros. El partido comenzó con los dos rivales  tanteándose, midiéndose. Un Nadal lejos de la línea de fondo, tenso. Falta de timing, según explican los expertos.  Fue un suspiro. Su muñeca empezó a hacer esos efectos tan genuinos y Wawrinka comenzó a diluirse. Ayer volvimos a reconocer al Rafael gladiador, aquel de los pantalones ‘pirata’ aunque ya sin ese pelazo a lo último mohicano (pronto volveremos a verle con camisetas sin mangas). El manacorí ha jugado uno de sus mejores torneos, dos semanas redondas. Al otro lado, Wawrinka intentaba sacudirse cada golpe como el que intenta zafarse de un batallón de avispas. Y eso que la tierra es su mejor baza y algo sabemos por Murcia, que lo tuvimos pasando una temporada entrenando por aquí cuando tan sólo tenía 17 años, como me comentaba mi compañero de batallas periodísticas (y sin embargo amigo)  Alberto R Siles, de Mediáticos. Cuando comenzó el tercer set y vimos cómo bombardeaba al suizo a cada lado de la pista supimos que la décima copa iba encarrilada. Cada volea, cada revés, explica Nicolás Almagro, es como tener un gigante de ocho metros delante.

Y es que Nadal no parece humano, aunque un día nos aclarara, “no soy un robot”. Casi lo  imaginé, al término del encuentro, rasgándose la camiseta como el increíble Hulk o partiéndola a lo Camarón. Pero volvió a hacer justo lo que nos engancha de él, tirar de humildad. Se rebozó en la arena y las primeras lágrimas comenzaron a aparecer. Y las nuestras. Llorábamos con él, con la mirada fija en la bandera y con el himno sonando de fondo. Más cuando, esa mañana, otro deportista español (‘manque’ le pese), Guardiola, renegaba de España. Qué pena. Chapeau por los franceses. Sabemos que ver a Rafael Nadal ganar otra vez Roland Garros es para ellos como un ardor de estómago y homenajearon al español. Sólo podemos agradecerle que no se rindiera en aquellas horas bajas. Que haya vuelto con el apetito insaciable de siempre y con una resistencia mental y física a prueba de bomba: “El rival soy yo mismo. Mi mente.” Desde la grada, escuchamos ese “cómo no te voy a querer…si ganaste Roland Garros por décima vez” como le cantan a su amadísimo Real Madrid. Y es que únicamente el manacorí puede equipararse en grandeza al club blanco. Esa timidez y ese bajar la mirada de Toni Nadal a la hora de recibir el agradecimiento de su sobrino casi nos llevó a revivir ese ‘sin ruido’ de un Zidane hace una semana. Un Zidane que fue el encargado, por cierto, de entregarle su primer trofeo Roland Garros.

Si el famoserío del Madrid Mutua Open les resulta divertidísimo no les quiero contar el del torneo francés. Para comenzar, de allí no sales vegana de milagro. Casi todo lo que te recomiendan es natural, organic y muy healthy. Del agua Perrier hemos pasado a unos tetrabricks y grandes letras de imprenta con mensaje: “Dites moi que je suis bonne”. Hasta la cerveza Ginette es orgánica. Lo mejor, entre pausa y pausa por la lluvia, es tomarte un Margarita bien cargado (oh, la pluie). El trofeo llegó en una maleta Louis Vuitton, edición exclusiva para este 2017, de la mano de Nicole Kidman que, a fuerza de botox, logró que cada puertecita de la maleta se moviera más que su cara. Vimos a Fernando Llorente (no se ha perdido un encuentro) y a Pau Gasol. A Verratti, el casi exfutbolista del PSG, nuestro Sergio Ramos en cuestión de tatuajes. El actor Hugh Grant que, con su irresistible charme, rechazaba los abanicos que le ofrecía la responsable de Lacoste. Sin embargo, Thomas Gibson, el agente especial de Mentes Criminales, estaba encantado con su polo Lacoste. Más. El DJ Bob Sinclair (ni un evento sin Dj) y Arantxa Sánchez Vicario, solicitadísima por los fans para hacerse selfies. Además, Serena Williams, embarazadísima y luciendo uno de esos kimono-bata tan de moda que podéis encontrar en Zara. Y, el peinado de moda, las trenzas que luce nuestra realeza, llegaron con la modelo Bella Hadid vestida con toda la equipación de Nike. Menuda turra dio en la Final femenina la tal Hadid con su grupo de amigas sin parar de gritar. Parecían sacadas todas de Mujeres y Hombres y Viceversa. En el palco, Juan Carlos I, rey emérito, e Isabel García Tejerina, ministra de Agricultura. Sería por su gran afición al tenis. La Ministra no duda, casi a diario, en aprovechar incluso la pausa destinada a comer para dar unos cuantos raquetazos. De ahí esos brazos. Todos querían ver a Nadal haciendo historia, el mejor deportista español de todos los tiempos.

 

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